RIMAY CÓNDOR
CRÓNICAS CHIQUIANAS
Hace algunos años atrás, diez para ser exactos, Efraín Vásquez Veramendi publicó el libro titulado “Crónicas Chiquianas”, en el cuál relata experiencias personales, de sus amigos y costumbres, algunas de ellas casi olvidadas pero que caracterizaron, no solo a una generación, sino también a la población en general. Sin lugar a dudas, el libro es un saludo a la apacible y bucólica forma de vida de una pequeña pero apacible ciudad andina como es Chiquián.
“Crónicas Chiquianas” empieza con una Carta al Cielo, en la cual el autor hace memoria de algunos de sus amigos que tomaron el viaje sin retorno a temprana edad. Continúa con la narración de las peripecias que se pasaba antiguamente cuando se iba de paseo a la Cordillera del Huayhuash, a caballo o simplemente a pie, esto último recurso muy utilizado por los jóvenes de ese entonces y que, indudablemente era motivo para múltiples anécdotas, las cuales nos la cuenta Efraín con una prosa ágil, colorida y con la picardía que caracteriza al autor. El recuerdo de las fiestas juveniles hace regresar al lector a esos dulces años que ya no volverán y, sobre todo, a una época que ha quedado grabada en la memoria de todos los que tuvieron la suerte de vivirla.
Igualmente, el libro que presentamos en esta edición hace referencia a personajes que, de una forma u otra, dejaron su huella en la memoria colectiva des pueblo. Así vemos desfilar en sus páginas al Inolvidable Manuel Anzualdo “Shapra”, a la maestra de incontables generaciones, la Srta. Dolorita, solo por citar a los más emblemáticos. Costumbres como el rantín, o la inveterada manía de ponerse apodos entre nuestros paisanos, cual más precisos y exactos, hacen de la lectura de “Crónicas Chiquianas” un delicioso manjar al paladar del lector.
La procesión de Santo Sepulcro, con sus infaltables Varones recorriendo, de comienzo a fin las filas de los acongojados devotos, pidiendo una limosna para el santo entierro de Cristo; la Navidad en la época que no existía Papa Noel; las serenatas, recuerdos de la escuela 352, los desfiles escolares, el Huerto de Judas, los entierros, excursiones, las corridas de toros, la entrada y muchas otras manifestaciones de las tradiciones de Chiquián se encuentran en las páginas de este libro, cuyo título se justifica plenamente con las historias que relata el autor.
Continuando con este breve comentario es bueno recordar que, mucho antes de la radio y de la novísima Internet, la comunicación masiva en Chiquián se hacía por medio del Pregón, sobre todo para hacer de conocimiento público asuntos comunales; es otro aspecto de las costumbres de nuestra tierra que han quedado en el olvido y que seguramente muchos desconocen. Gracias a las Crónicas de Efraín Vásquez Veramendi, al igual que muchas otras costumbres, tradiciones, personajes, anécdotas y recuerdos juveniles desfilarán en las páginas de este interesante libro. Además, para hacer más comprensible su lectura, “Crónicas Chiquianas” trae al, al final de cada artículo o historia, un glosario de regionalismos chiquianos que harán más fácil su comprensión.
Recordar es volver a vivir y soñar. Los seres humanos somos producto de nuestra sociedad, por más pequeña que esta sea, el impacto que ella tiene en nuestras vidas marcará definitivamente el rumbo que tomemos. Por todo lo dicho anteriormente, la lectura del libro que comentamos causará, nostalgia, alegría y ese sentimiento de íntimo orgullo que es sentirse chiquiano.
Rimay Cóndor
“Crónicas Chiquianas” empieza con una Carta al Cielo, en la cual el autor hace memoria de algunos de sus amigos que tomaron el viaje sin retorno a temprana edad. Continúa con la narración de las peripecias que se pasaba antiguamente cuando se iba de paseo a la Cordillera del Huayhuash, a caballo o simplemente a pie, esto último recurso muy utilizado por los jóvenes de ese entonces y que, indudablemente era motivo para múltiples anécdotas, las cuales nos la cuenta Efraín con una prosa ágil, colorida y con la picardía que caracteriza al autor. El recuerdo de las fiestas juveniles hace regresar al lector a esos dulces años que ya no volverán y, sobre todo, a una época que ha quedado grabada en la memoria de todos los que tuvieron la suerte de vivirla.
Igualmente, el libro que presentamos en esta edición hace referencia a personajes que, de una forma u otra, dejaron su huella en la memoria colectiva des pueblo. Así vemos desfilar en sus páginas al Inolvidable Manuel Anzualdo “Shapra”, a la maestra de incontables generaciones, la Srta. Dolorita, solo por citar a los más emblemáticos. Costumbres como el rantín, o la inveterada manía de ponerse apodos entre nuestros paisanos, cual más precisos y exactos, hacen de la lectura de “Crónicas Chiquianas” un delicioso manjar al paladar del lector.
La procesión de Santo Sepulcro, con sus infaltables Varones recorriendo, de comienzo a fin las filas de los acongojados devotos, pidiendo una limosna para el santo entierro de Cristo; la Navidad en la época que no existía Papa Noel; las serenatas, recuerdos de la escuela 352, los desfiles escolares, el Huerto de Judas, los entierros, excursiones, las corridas de toros, la entrada y muchas otras manifestaciones de las tradiciones de Chiquián se encuentran en las páginas de este libro, cuyo título se justifica plenamente con las historias que relata el autor.
Continuando con este breve comentario es bueno recordar que, mucho antes de la radio y de la novísima Internet, la comunicación masiva en Chiquián se hacía por medio del Pregón, sobre todo para hacer de conocimiento público asuntos comunales; es otro aspecto de las costumbres de nuestra tierra que han quedado en el olvido y que seguramente muchos desconocen. Gracias a las Crónicas de Efraín Vásquez Veramendi, al igual que muchas otras costumbres, tradiciones, personajes, anécdotas y recuerdos juveniles desfilarán en las páginas de este interesante libro. Además, para hacer más comprensible su lectura, “Crónicas Chiquianas” trae al, al final de cada artículo o historia, un glosario de regionalismos chiquianos que harán más fácil su comprensión.
Recordar es volver a vivir y soñar. Los seres humanos somos producto de nuestra sociedad, por más pequeña que esta sea, el impacto que ella tiene en nuestras vidas marcará definitivamente el rumbo que tomemos. Por todo lo dicho anteriormente, la lectura del libro que comentamos causará, nostalgia, alegría y ese sentimiento de íntimo orgullo que es sentirse chiquiano.
Rimay Cóndor