manuel nieves fabián
AJSA RUTUY (QUITAÑAQUE)
El ajsa rutuy o corta-pelo, o también recibe la denominación de quitañaque, es una costumbre muy enraizada en nuestras comunidades que nos ha llegado desde el incanato.
Generalmente, cuando el niño cumple los dos años y otras veces los cinco años, los padres acuerdan llevar a cabo la costumbre del ajsa rutuy, para ello, sugieren nombres para elegir a sus futuros compadres y comadres.
Una vez elegidos fijan la fecha del ajsa rutuy, y con toda seguridad acuden a la casa de las personas designadas para darles a conocer el acuerdo familiar, y que a partir del quitañaque serían parte de la familia. Los futuros compadres nunca responden negativamente, por el contrario, se sienten halagados por la nueva amistad que germinará en el futuro.
A partir de la aceptación formal de los compadres y comadres, empiezan a recolectar cuyes, conejos, gallos, gallinas y también a preparar el jara llushtu y el muti llushtu, es decir, los pelados de maíz y trigo, alimentos que son indispensables en reuniones y fiestas.
Llegado el día, los padres, llevan a casa al compadre y a la comadre, además invitan a todos sus familiares y a sus amistades.
El padre del niño, con mucha antelación contrata a la orquesta conformada por un arpa y dos violines. Los cantores no requieren invitación, pues ellos, apenas escuchan la música acuden como la abeja a la miel.
Cuando todo está listo, los padres entregan al niño a sus padrinos, y la orquesta inicia con su más variado repertorio. Los padrinos hacen una revisión a la cabellera del ahijado, pues, es mucho mejor que estén crecidos y desordenados. Cuánto más tancash y batanacash (enredados y duros como pelotas), es mucho mejor.
La madrina ubica al niño sobre una silla alta o al borde de la mesa, luego empieza a separar cuidadosamente los warcash o sea los pelos largos y enredados, según el grosor. Los más largos y abultados serán para el padrino y la madrina.
Previamente eligen a un secretario para que anote los obsequios y el dinero en efectivo depositados por los invitados. El secretario, para cumplir su labor, solicita una tijera y una fuente, seguidamente se da inicio al ajsa rutuy.
La madrina, portando la tijera, invita al padrino para que él sea quien dé el inicio. Éste, antes de cortar el warcash entrega en efectivo una cantidad de dinero o en su defecto, si su voluntad es mayor, hace entrega simbólicamente un carnero, una vaca, un toro, hasta una chacra. La promesa es anotada por el secretario ante el jolgorio de los asistentes; luego de un intermedio musical le corresponde el turno a la madrina. Ella, para no quedar mal, muchas veces obsequia al ahijado dinero o especies de mucho más valor. Así se inicia la competencia, primero entre los padrinos, después entre los padres, luego entre los familiares, parientes, amigos e invitados. La madrina y el padrino, después de cada intervención musical en medio del baile y el jolgorio, van llamando a todos los presente y cada uno va cortando una porción del mechón de pelo en proporción al monto obsequiado. Al terminar con todos los invitados, nuevamente los padrinos y todos los asistentes reinician el corta-pelo hasta dejar al niño sin cabello.
Seguidamente viene el almuerzo. Son infaltables el caldo de gallina con sus inmensas presas y el picante de cuy con abundante papa y ají molido, acompañado del muti llushtu y el jara llustu.
La fiesta continúa a los acordes de la orquesta y entre trago y trago y un tanto “chispeados” vienen los sinceramientos entre los compadres y se formulan las promesas de protegerse y ayudarse mutuamente, y sumamente bebidos hacen juramentos, con el cual concluye el quitañaque.
LA ORACIÓN
La Oración es una costumbre que se practicaba hasta la década del 50 del siglo pasado. Lamentablemente, las buenas costumbres que nos legaron nuestros antepasados, por la imposición de la moda, y ahora por el avasallamiento del neoliberalismo han dejado de practicarse.
Era una costumbre de fe y esperanza que nos llegó de generación en generación. Estaba ligada íntimamente al divino hacedor del planeta tierra y a la agricultura que era el sustento de la vida cuotidiana. Los pueblos de la antigüedad siempre han creído en esta dualidad: divinidad y alimentos para susbsistir.
Generalmente, cuando el niño cumple los dos años y otras veces los cinco años, los padres acuerdan llevar a cabo la costumbre del ajsa rutuy, para ello, sugieren nombres para elegir a sus futuros compadres y comadres.
Una vez elegidos fijan la fecha del ajsa rutuy, y con toda seguridad acuden a la casa de las personas designadas para darles a conocer el acuerdo familiar, y que a partir del quitañaque serían parte de la familia. Los futuros compadres nunca responden negativamente, por el contrario, se sienten halagados por la nueva amistad que germinará en el futuro.
A partir de la aceptación formal de los compadres y comadres, empiezan a recolectar cuyes, conejos, gallos, gallinas y también a preparar el jara llushtu y el muti llushtu, es decir, los pelados de maíz y trigo, alimentos que son indispensables en reuniones y fiestas.
Llegado el día, los padres, llevan a casa al compadre y a la comadre, además invitan a todos sus familiares y a sus amistades.
El padre del niño, con mucha antelación contrata a la orquesta conformada por un arpa y dos violines. Los cantores no requieren invitación, pues ellos, apenas escuchan la música acuden como la abeja a la miel.
Cuando todo está listo, los padres entregan al niño a sus padrinos, y la orquesta inicia con su más variado repertorio. Los padrinos hacen una revisión a la cabellera del ahijado, pues, es mucho mejor que estén crecidos y desordenados. Cuánto más tancash y batanacash (enredados y duros como pelotas), es mucho mejor.
La madrina ubica al niño sobre una silla alta o al borde de la mesa, luego empieza a separar cuidadosamente los warcash o sea los pelos largos y enredados, según el grosor. Los más largos y abultados serán para el padrino y la madrina.
Previamente eligen a un secretario para que anote los obsequios y el dinero en efectivo depositados por los invitados. El secretario, para cumplir su labor, solicita una tijera y una fuente, seguidamente se da inicio al ajsa rutuy.
La madrina, portando la tijera, invita al padrino para que él sea quien dé el inicio. Éste, antes de cortar el warcash entrega en efectivo una cantidad de dinero o en su defecto, si su voluntad es mayor, hace entrega simbólicamente un carnero, una vaca, un toro, hasta una chacra. La promesa es anotada por el secretario ante el jolgorio de los asistentes; luego de un intermedio musical le corresponde el turno a la madrina. Ella, para no quedar mal, muchas veces obsequia al ahijado dinero o especies de mucho más valor. Así se inicia la competencia, primero entre los padrinos, después entre los padres, luego entre los familiares, parientes, amigos e invitados. La madrina y el padrino, después de cada intervención musical en medio del baile y el jolgorio, van llamando a todos los presente y cada uno va cortando una porción del mechón de pelo en proporción al monto obsequiado. Al terminar con todos los invitados, nuevamente los padrinos y todos los asistentes reinician el corta-pelo hasta dejar al niño sin cabello.
Seguidamente viene el almuerzo. Son infaltables el caldo de gallina con sus inmensas presas y el picante de cuy con abundante papa y ají molido, acompañado del muti llushtu y el jara llustu.
La fiesta continúa a los acordes de la orquesta y entre trago y trago y un tanto “chispeados” vienen los sinceramientos entre los compadres y se formulan las promesas de protegerse y ayudarse mutuamente, y sumamente bebidos hacen juramentos, con el cual concluye el quitañaque.
LA ORACIÓN
La Oración es una costumbre que se practicaba hasta la década del 50 del siglo pasado. Lamentablemente, las buenas costumbres que nos legaron nuestros antepasados, por la imposición de la moda, y ahora por el avasallamiento del neoliberalismo han dejado de practicarse.
Era una costumbre de fe y esperanza que nos llegó de generación en generación. Estaba ligada íntimamente al divino hacedor del planeta tierra y a la agricultura que era el sustento de la vida cuotidiana. Los pueblos de la antigüedad siempre han creído en esta dualidad: divinidad y alimentos para susbsistir.
La sequía y la hambruna, según la creencia de nuestros pueblos, dicen que se produce por el castigo del ser todo poderoso que rigen nuestras vidas.
En el imperio incaico era Wiracocha o sea e dios Sol que protegía a los pueblos haciendo que produzca la tierra. Después de la conquista, durante la colonia, cambiaron por el dios cristiano
En Canis, la costumbre de La Oración era practicada por los niños durante los meses de febrero y marzo, en las épocas se sembrío del maíz y del trigo.
Exactamente a las seis de la tarde, cuando ya se iniciaba la penumbra, el alcalde pedáneo ordenaba tocar la campana para agradecer por el día que acababa de concluir y pedir al Divino que los días siguientes fuesen mucho mejor, y sobre todo para que cayera la bendición a sus sementeras y hubiera abundancia.
La Oración consistía en el toque de tres largas y pesadas campanadas, cuyo tañido llegaba desde la torre de la iglesia hasta los campos más lejanos. Al escuchar las campanadas, todos los niños se arrodillaban en el lugar donde les sorprendía los tañidos, y sacándose los sombreros cruzaban las manos mirando al cielo y a todo pulmón respondían a cada una de las campanadas con un:
–¡Ay misericoooooordiiiaaa Señoooor!
Los adultos no se arrodillaban, sino, llenos de profunda fe, devoción y respeto al mandato de La Oración, se sacaban los sombreros y se quedaban inmóviles hasta que concluía las tres campanadas.
Decían que las voces de los niños siempre llegaban a los oídos del dios creador porque no estaban llenos de pecados y como consecuencia sus ruegos y clamores siempre eran escuchados.
En el imperio incaico era Wiracocha o sea e dios Sol que protegía a los pueblos haciendo que produzca la tierra. Después de la conquista, durante la colonia, cambiaron por el dios cristiano
En Canis, la costumbre de La Oración era practicada por los niños durante los meses de febrero y marzo, en las épocas se sembrío del maíz y del trigo.
Exactamente a las seis de la tarde, cuando ya se iniciaba la penumbra, el alcalde pedáneo ordenaba tocar la campana para agradecer por el día que acababa de concluir y pedir al Divino que los días siguientes fuesen mucho mejor, y sobre todo para que cayera la bendición a sus sementeras y hubiera abundancia.
La Oración consistía en el toque de tres largas y pesadas campanadas, cuyo tañido llegaba desde la torre de la iglesia hasta los campos más lejanos. Al escuchar las campanadas, todos los niños se arrodillaban en el lugar donde les sorprendía los tañidos, y sacándose los sombreros cruzaban las manos mirando al cielo y a todo pulmón respondían a cada una de las campanadas con un:
–¡Ay misericoooooordiiiaaa Señoooor!
Los adultos no se arrodillaban, sino, llenos de profunda fe, devoción y respeto al mandato de La Oración, se sacaban los sombreros y se quedaban inmóviles hasta que concluía las tres campanadas.
Decían que las voces de los niños siempre llegaban a los oídos del dios creador porque no estaban llenos de pecados y como consecuencia sus ruegos y clamores siempre eran escuchados.