federico kauffmann doig
Chiquianmarka se complace en presenter el trabajo del Dr. Federico Kauffmann Doig titulado “Los ancashinos ancestrales”, con el cual nos hace conocer los restos arqueológicos más importantes de nuestro departamento, y en el que hace mención Hatunmachay, hubicado en la Pampa de Lampas. Nuestro agradecimiento a tan ilustre intelectual peruano por permitir podamos compartir su trabajo con los lectores de nuestra revista. Por si fuera poco, muy pronto el Dr. Kauffmann estará compartiendo algunos de su trabajos con nuestros lectores.
Armando Zarazú Aldave
Armando Zarazú Aldave
LOS ANCASHINOS ANCESTRALES I (*)
El departamento de Ancash exhibe un excepcional legado arqueológico tan cuantioso como variado y soberbio en lo artístico-artesanal. Aparece diseminado tanto por la zona cordillerana de Ancash, donde se ubican las ruinas de Chavín (de Huántar), como por sus predios costeños donde destaca el santuario de Sechín.
Restos arqueológicos dispersos en Ancash
Cada una de las provincias ancashinas se constituye en heredera de valiosos y singulares testimonios procedentes de diversas etapas culturales.
Así, en la provincia norteña de Pallasca destaca el conjunto arquitectónico de Pashash, que se levanta en las inmediaciones de Cabana y cuyas construcciones pétreas son llamadas localmente caserones. Algo más alejadas de Cabana se ubican las grandiosas ruinas de Mashgonga. La Galgada, por su parte, corresponde a un sitio de los inicios de la civilización ancestral peruana; sus peculiares y miniaturescas construcciones, estudiadas por Alberto Bueno y por Terence Grieder, están situadas sobre la margen derecha del río Chuquicara o Tablachaca, distantes sólo kilómetros de Tauca y de Cabana. Por su parte, cercano y hacia el oeste del poblado de Conchucos, perteneciente también a la provincia de Pallasca, se levantan los asentamientos urbanos de Huasachugro y de Calamarca, con sus plazas, templos y recintos de piedra. En las provincias vecinas de Corongo y Sihuas se presentan, asimismo muchos restos arquitectónicos, así como abundantes muestras de escultura en piedra.
La provincia de Huaylas es igualmente abundante en testimonios arqueológicos. En la misma ciudad de Huaylas está situado Chupacoto, ruinas de donde provienen dos monolitos de rasgos que conjugan elementos sechinoides y chavinoides. En las provincias vecinas de Yungay y de Carhuaz son conocidos diversos sitios arqueológicos en los que está representado copiosamente el estilo llamado Recuay, como La Copa. Este estilo aparece distribuido por todo el Callejón de Huaylas y, con variantes, también por el llamado callejón de Conchucos, por la provincia de Pallasca y por zonas altas de las vertientes occidentales de la Cordillera Negra. En la provincia de Carhuaz se encuentran los sitios de Chopijirca (Vicús) y Huaricoto (Marcará). También pinturas rupestres en lo alto de las paredes rocosas de Quebrada Honda, por donde un antiguo camino comunica con Chacas.
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(*) “Gran enciclopedia del Perú” (Lexus Editores), pp. 102-115. Barcelona 1998.
En la provincia de Pomabamba debe citarse el imponente sitio de Yayno, ubicado en una cumbre que se divisa a lo lejos desde la ciudad de Pomabamba. En dirección sur, en la provincia Carlos Fermín Fiscarrald, se encuentra el poblado de Yauya de donde proviene un bello monolito de estilo chavín, conocido como la Piedra de Yauya. Por su parte, en la misma provincia, cerca a San Luis, se levanta el vasto conjunto de Cashajirca. En la provincia de Asunción está Chacas, centro de un tipo particular de litoescultura cuyos numerosos ejemplares se conservan dispersos en el local municipal, en centros de enseñanza locales, como también empotrados en muros de la iglesia de Chacas.
Particularmente rica en testimonios arqueológicos es la provincia de Huari, donde se levantan las ruinas de Chavín (de Huántar). sobre las que volveremos oportunamente. En la jurisdicción de Huari se encuentra Rapallán, con sus numerosos “castillos” que se extienden sobre una vasta área, incluyendo el grandioso de Gantumarca, situado en un precipicio que se precipita hasta alcanzar las orillas del Marañón. También el distrito de Huántar, así como ambos flancos del Mosna, conforman un auténtico emporio de restos arqueológicos; en lugares comarcanos situados a gran altura, Johan Reinhard ha localizado numerosos santuarios.
Aunque Recuay no es centro de la cultura de ese nombre, en la jurisdicción de esta provincia se encuentra Catac, donde se presentan construcciones funerarias conocidas como soterrados. La cerámica y la litoescultura conocida con el nombre de Recuay aparece esparcida por el callejón de Huaylas. Valiosas muestras, en su mayoría recogidas por el presbítero Augusto Soriano Infante, son exhibidas en el Museo Regional de Ancash, en Huaraz.
La provincia de Huaraz también registra diversas muestras de la antigüedad peruana. En la misma ciudad de Huaraz está Canapún, cuyos muros forman parte del colegio Raimondi y corresponden a una estructura curva, en uno de sus sectores, levantada luego de la ocupación incaica de la región, esto es en la segunda mitad del siglo XV. A 12 km de la ciudad de Huaraz y a 3 800 m de altura se ubica Jancu, tumba subterránea Recuay descubierta en 1969. Ocupa un espacio de 4 m x 1 m con una altura que alcanza l,4 m; en su interior se hallaron 17 soberbias piezas de cerámica y un arreglo plumario. Otros sitios ubicados en las inmediaciones de Huaraz son Wilkawaín y Honcopampa.
En el distrito de Cajamarquilla de la provincia de Huaraz, los muros del cementerio de la localidad fueron exornados con antiguos monolitos sobre los que aparecen grabadas figuras mágico-religiosas en planorelieve; piedras similares se encuentran dispersas por Pira y Colcabamba. En las alturas de Cajamarquilla y de Colcabamba se levantan ruinas de ciudades precolombinas, siendo la más extensa Auquiñivín, patrimonio de un linaje de caciques de ese nombre que todavía a fines del siglo XIX ejercían autoridad en la región.
De la vecina provincia de Aija proceden monolitos como los del callejón de Huaylas, pero éstos ostentan características propias. Un número apreciable de éstos fue coleccionado por el sabio Santiago Antúnez de Mayolo y se encuentran reunidos en su antigua casona de Aija; otros muchos se conservan en la vecina población de La Merced. En el alto Huarmey, no lejos de las poblaciones actuales de Cochapetí, Malvas y Huayán, pertenecientes a la provincia de Huarmey, se encuentran también restos arqueológicos; igualmente en los sectores altos de la provincia de Casma y de la del Santa, en torno a los distritos de Yaután y Macate. Por su parte, en las cabeceras cordilleranas del Santa y sobre la margen izquierda, se encuentra Suchiman, de donde provienen morteros con diseños emparentados al arte chavín.
El departamento de Ancash exhibe un excepcional legado arqueológico tan cuantioso como variado y soberbio en lo artístico-artesanal. Aparece diseminado tanto por la zona cordillerana de Ancash, donde se ubican las ruinas de Chavín (de Huántar), como por sus predios costeños donde destaca el santuario de Sechín.
Restos arqueológicos dispersos en Ancash
Cada una de las provincias ancashinas se constituye en heredera de valiosos y singulares testimonios procedentes de diversas etapas culturales.
Así, en la provincia norteña de Pallasca destaca el conjunto arquitectónico de Pashash, que se levanta en las inmediaciones de Cabana y cuyas construcciones pétreas son llamadas localmente caserones. Algo más alejadas de Cabana se ubican las grandiosas ruinas de Mashgonga. La Galgada, por su parte, corresponde a un sitio de los inicios de la civilización ancestral peruana; sus peculiares y miniaturescas construcciones, estudiadas por Alberto Bueno y por Terence Grieder, están situadas sobre la margen derecha del río Chuquicara o Tablachaca, distantes sólo kilómetros de Tauca y de Cabana. Por su parte, cercano y hacia el oeste del poblado de Conchucos, perteneciente también a la provincia de Pallasca, se levantan los asentamientos urbanos de Huasachugro y de Calamarca, con sus plazas, templos y recintos de piedra. En las provincias vecinas de Corongo y Sihuas se presentan, asimismo muchos restos arquitectónicos, así como abundantes muestras de escultura en piedra.
La provincia de Huaylas es igualmente abundante en testimonios arqueológicos. En la misma ciudad de Huaylas está situado Chupacoto, ruinas de donde provienen dos monolitos de rasgos que conjugan elementos sechinoides y chavinoides. En las provincias vecinas de Yungay y de Carhuaz son conocidos diversos sitios arqueológicos en los que está representado copiosamente el estilo llamado Recuay, como La Copa. Este estilo aparece distribuido por todo el Callejón de Huaylas y, con variantes, también por el llamado callejón de Conchucos, por la provincia de Pallasca y por zonas altas de las vertientes occidentales de la Cordillera Negra. En la provincia de Carhuaz se encuentran los sitios de Chopijirca (Vicús) y Huaricoto (Marcará). También pinturas rupestres en lo alto de las paredes rocosas de Quebrada Honda, por donde un antiguo camino comunica con Chacas.
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(*) “Gran enciclopedia del Perú” (Lexus Editores), pp. 102-115. Barcelona 1998.
En la provincia de Pomabamba debe citarse el imponente sitio de Yayno, ubicado en una cumbre que se divisa a lo lejos desde la ciudad de Pomabamba. En dirección sur, en la provincia Carlos Fermín Fiscarrald, se encuentra el poblado de Yauya de donde proviene un bello monolito de estilo chavín, conocido como la Piedra de Yauya. Por su parte, en la misma provincia, cerca a San Luis, se levanta el vasto conjunto de Cashajirca. En la provincia de Asunción está Chacas, centro de un tipo particular de litoescultura cuyos numerosos ejemplares se conservan dispersos en el local municipal, en centros de enseñanza locales, como también empotrados en muros de la iglesia de Chacas.
Particularmente rica en testimonios arqueológicos es la provincia de Huari, donde se levantan las ruinas de Chavín (de Huántar). sobre las que volveremos oportunamente. En la jurisdicción de Huari se encuentra Rapallán, con sus numerosos “castillos” que se extienden sobre una vasta área, incluyendo el grandioso de Gantumarca, situado en un precipicio que se precipita hasta alcanzar las orillas del Marañón. También el distrito de Huántar, así como ambos flancos del Mosna, conforman un auténtico emporio de restos arqueológicos; en lugares comarcanos situados a gran altura, Johan Reinhard ha localizado numerosos santuarios.
Aunque Recuay no es centro de la cultura de ese nombre, en la jurisdicción de esta provincia se encuentra Catac, donde se presentan construcciones funerarias conocidas como soterrados. La cerámica y la litoescultura conocida con el nombre de Recuay aparece esparcida por el callejón de Huaylas. Valiosas muestras, en su mayoría recogidas por el presbítero Augusto Soriano Infante, son exhibidas en el Museo Regional de Ancash, en Huaraz.
La provincia de Huaraz también registra diversas muestras de la antigüedad peruana. En la misma ciudad de Huaraz está Canapún, cuyos muros forman parte del colegio Raimondi y corresponden a una estructura curva, en uno de sus sectores, levantada luego de la ocupación incaica de la región, esto es en la segunda mitad del siglo XV. A 12 km de la ciudad de Huaraz y a 3 800 m de altura se ubica Jancu, tumba subterránea Recuay descubierta en 1969. Ocupa un espacio de 4 m x 1 m con una altura que alcanza l,4 m; en su interior se hallaron 17 soberbias piezas de cerámica y un arreglo plumario. Otros sitios ubicados en las inmediaciones de Huaraz son Wilkawaín y Honcopampa.
En el distrito de Cajamarquilla de la provincia de Huaraz, los muros del cementerio de la localidad fueron exornados con antiguos monolitos sobre los que aparecen grabadas figuras mágico-religiosas en planorelieve; piedras similares se encuentran dispersas por Pira y Colcabamba. En las alturas de Cajamarquilla y de Colcabamba se levantan ruinas de ciudades precolombinas, siendo la más extensa Auquiñivín, patrimonio de un linaje de caciques de ese nombre que todavía a fines del siglo XIX ejercían autoridad en la región.
De la vecina provincia de Aija proceden monolitos como los del callejón de Huaylas, pero éstos ostentan características propias. Un número apreciable de éstos fue coleccionado por el sabio Santiago Antúnez de Mayolo y se encuentran reunidos en su antigua casona de Aija; otros muchos se conservan en la vecina población de La Merced. En el alto Huarmey, no lejos de las poblaciones actuales de Cochapetí, Malvas y Huayán, pertenecientes a la provincia de Huarmey, se encuentran también restos arqueológicos; igualmente en los sectores altos de la provincia de Casma y de la del Santa, en torno a los distritos de Yaután y Macate. Por su parte, en las cabeceras cordilleranas del Santa y sobre la margen izquierda, se encuentra Suchiman, de donde provienen morteros con diseños emparentados al arte chavín.
No menos abundantes son los restos arqueológicos ubicados en las provincias de Bolognesi y de Ocros. Junto a la de Recuay, estos territorios fueron fue recorridos por los llamados extirpadores de idolatría, de los siglos XVI y XVII, cuya misión era localizar lugares de culto para destruirlos, no sin antes dejar de registrar pormenores. Así, informan sobre las huacas, ídolos y de los jóvenes sacrificados en la región con miras a manipular en favor del hombre los poderes sobrenaturales de los que se hacía depender la producción de los alimentos. Tapacocha (Recuay) es el nombre de un poblado que retiene, con modificaciones secundarias, la palabra capac-cocha, término con que se conocía el sacrificio humano y que fue práctica que no puede entenderse en su exacta dimensión desde una perspectiva actual. En la jurisdicción de Bolognesi, en las pampas que se extienden en torno a Conococha, el autor exploró lo que al parecer fue un adoratorio intervenido por extirpadores de idolatrías; se le conoce como Hatunmachay. Se trata de una afloración rocosa en la que fue esculpida una especie de ”bóveda celestial” y cincelado un cinturón de 19 m de largo con figuras emblemáticas que luego fueron pintadas.
En los sectores costeños de Ancash se encuentran exponentes de arquitectura monumental de los tiempos aurorales de la civilización peruana. Tal el caso de Las Haldas, de Sechín Alto y particularmente de Sechín Bajo con sus 5 500 años de antigüedad, en la provincia de Casma.
También el monumento conocido como Sechín simplemente se ubica cerca de la localidad de Casma. Por igual es un sitio temprano, si bien menos antiguo que los anteriores mencionados. Corresponde a los tiempos de la consolidación de la antigua civilización peruana, que se estima en algo de 3 000 años. Sus paredes presentan, a manera de mosaico, un cuadro compuesto por retratos de jerarcas-sacerdotes, de seres descuartizados y de partes anatómicas de humanos. La escena corresponde a la evocación de sacrificios humanos que allí tenían lugar, como respuesta del hombre cuando enfrentaba calamidades naturales que hacían peligrar su existencia debido a falta de alimentos, como lo ha puesto de manifiesto el autor en 1979 al estudiar la iconografía de Sechín.
No lejos de Sechín está Chanquillo, que según se estima es también un monumento formativo. Se levanta sobre un promontorio rocoso, y consiste en soberbias murallas concéntricas que rodean el cerro.
También debe citarse aquí el valle de Nepeña, en la provincia de Santa, que aglutina un sinnúmero de monumentos que se extienden desde Moro hasta las proximidades del Pacífico. Éstos corresponden a diversas etapas culturales, especialmente de los tiempos de formación de la civilización prehispánica. Precisamente en este valle se levantan los restos mochicas de Pañamarca, con sus muros pintados.
Sucesión cultural
Al igual como en otras regiones del Perú antiguo, también en el departamento de Ancash el proceso cultural se inicia hace unos 10 mil años con la presencia de agrupaciones preagrícolas. Se trata de trashumantes que se guarecían por temporadas en abrigos rocosos o en cuevas como la de El Guitarrero, que se ubica en las partes altas del valle del Santa. Luego de su ocupación por gente que se sustentaba de la caza y recolección de vegetales, fue trajinada quizá por los cultivadores más antiguos de frijol en América, según los datos actuales.
De los albores de la era de civilización, en el segundo milenio a.C., son las ruinas de La Galgada, situadas en la margen izquierda del Chuquicara, en la provincia de Pallasca. También son de aquellos tiempos, hablando grosso modo, los restos analizados por Richard Burger en Huaricoto, situados en Marcará, provincia de Carhuaz. Al amanecer de la civilización andina corresponden los restos costeños de Las Haldas, Sechín Alto y otros testimonios arquitectónicos monumentales; y probablemente Sechín, santuario comentado en un capítulo anterior.
Chavín (de Huántar) corresponde a una fase de florecimiento de la etapa de producción de la civilización peruana ancestral cuyo desarrollo tuvo lugar en el primer milenio a.C.; este monumento majestuoso será también repasado en un apartado independiente. De la misma época es el monumento costeño ubicado en el valle de Nepeña, Cerro Blanco, con su decoración estucada y pintada con elementos simbólicos vinculados estrechamente al arte de Chavín de Huántar. Igualmente los monolitos procedentes de Chupacoto en Huaylas, el mortero de piedra de Mato (Huaylas) y los en algo similares de Suchimán, en la margen izquierda del río Santa en su curso por la provincia homónima.
Durante la centuria que precede a nuestra era y la siguiente, el arte Chavín fue eclipsando. En su lugar se presentó una cultura simple, que se expresa a través de un tipo de cerámica decorada en blanco sobre rojo, llamada “Huaraz”, técnica que alcanzó amplia difusión en el Perú antiguo. En los linderos del departamento que nos ocupa, comenzó, desde entonces, a consolidarse una cultura de características propias, conocida como Recuay. A juzgar por su cerámica copia elementos mochicas, como la mochica elementos recuoides.
Característica de la cultura Recuay es su escultura de piedra que al parecer representa a difuntos ilustres. También van esculpidas piedras alargadas, con diseños expuestos en una de sus caras; no siempre tuvieron por función el servir de dinteles, sino que también eran empotradas en los muros como lo sugieren las que presentan cabezas escultóricas, como evocando las antiguas cabezas-clavas de Chavín de Huántar que en cambio sí fueron esculpidas independientemente para ser empotradas en los muros.
Asentamientos Recuay aparecen dispersos por el callejón de Huaylas, por el flanco oriental de la cordillera Blanca y por la cordillera Negra y vertientes occidentales de la misma. Por ejemplo en Pashash (Cabana), en Tumshucaico (Caraz), en Cashajirca (Carlos Fermín Fitzcarrald), en Yayno (Pomabamba), etc., etc. Recuay se desarrolló sin duda a lo largo de diversas fases y presenta diferencias locales.
La etapa que sigue a Recuay es de influencia del estilo Tiahuanaco-Huari, que tiene sus expresiones en Wilkawaín, en Honco Pampa y en otros lugares que se extienden por el callejón de Huaylas y la cordillera Negra, y con modalidades por el callejón de Conchucos y Pallasca; al parecer se trataba de viviendas tanto como de lugares de sepultura.
De las naciones ancashinas anexadas al Incario en la segunda mitad del siglo XVI son los extensos asentamientos de Pueblo Viejo, Hualla, Auquiñivín y otros. La presencia inca en Ancash ha dejado sus huellas en la misma ciudad de Huaraz, con los restos ya citados de Canapún y que actualmente forman parte del colegio Raimondi. Otra expresión incaica, portentosa, está constituida por Paramonga, situada en el límite con el departamento de Lima, y cuya arquitectura reproduce la silueta de una llama que pareciese estar clamando por agua a la Mamacocha.
Los Huayla(s) y los Conchuco(s)
A la llegada de los españoles, los pobladores de lo que hoy es el departamento de Ancash formaban parte del Incario, al que habían sido anexados durante la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, mantenían su identidad y recordaban los tiempos en que habían fungido como grupos con gobiernos independientes.
Tal es el caso de los conchuco(s) y los huayla(s), las dos grandes etnias que ocupaban la cordillera de Ancash. Los ancashinos costeños habían sido conquistados por el señorío chimú unos cien años antes de los incas, y fueron anexados al Incario junto con los demás territorios costeños otrora chimú(es).
Huayla(s).
Esta nación estaba integrada por diversas subetnias que poblaban el territorio que, partiendo de Pallasca, se extendía por el callejón de Huaylas hasta Recuay.
El camino incaico que se dirigía de Cajamarca al Cuzco se dividía en la zona de Pallasca en dos ramales. Uno transitaba por el callejón de Huaylas y el otro enrumbaba por la región hasta hoy conocida como Conchucos (callejón de Conchucos). El ramal del callejón de Huaylas fue el que holló Hernando Pizarro en su viaje de Cajamarca a Pachacamac. Las particularidades del itinerario nos son conocidas gracias al cronista Miguel de Estete, que apuntaba día a día las incidencias de éste el primer viaje de exploración por el país de los incas.
Una nota pintoresca relacionada a la nación de los huayla(s) es la que refiere que la princesa o ñusta Inés Huaylas, hija de Huayna Cápac con una lugareña, fue compañera del conquistador Francisco Pizarro y madre de sus dos hijos. El historiador Félix Alvarez Brun refiere sobre el particular el siguiente pasaje:
“Pero hay algo más en el tránsito de Pizarro por Ancash: la nota romántica que surge de tener al lado suyo, como compañera y esposa a „la dulce y resignada‟ doña Inés Huaylas Ñusta. En Cajamarca el Inca Atahualpa entregó esta hermana, por él muy querida, al futuro Marqués de los Atabillos, para que le sirviera de esposa. Inés era hija de Huayna Cápac y de Contarhuacho, Hornapacha o Pomapacha; hija ésta, a su vez, del cacique de Huaylas. El nombre de esa princesa, durante su niñez y juventud, sería Quispezira, pero Francisco Pizarro la llama cariñosamente „La Pizpita‟, como aquella avecilla de sus recuerdo infantiles en Extremadura o Andalucía, „avecilla menuda y graciosa que picotea en la nieve y cuyo nombre se aplica, por analogía, a las mujeres vivas, prontas y agudas‟. Garcilaso, letrado y formalista, prefiere usar para ella el nombre de Inés Huaylas Ñusta: Inés, por ser el nombre de pila al recibir el bautizo y por estar ligado a la familia hidalga de Pizarro; Huaylas, por ser hija del cacique y señor de estas tierras, y Ñusta, por pertenecer a una categoría social dentro de la nobleza real incaica. Esta mujer, con sus dieciocho o diecinueve años de edad, hermosa y llena de encanto femenino, acompaña al viejo conquistador por los predios de sus antepasados indígenas y acaso es ella la que, con su sola presencia, consigue que los suyos le presten ayuda y le permitan pasar tranquilamente por el Callejón de Huaylas. La primera flor andina de la legendaria rama de los Incas, desposada con el triunfante „viracocha‟ llegado de lejanas tierras sería, así, la que conseguiría dar seguridad y reposo a los conquistadores en el corazón de los Andes, en uno de los momentos iniciales del inesperado encuentro de dos pueblo, de dos razas diferentes; pero, sobre todo, sería la que, con su tierno y juvenil amor de india noble y dulce por el español recién venido a su suelo nativo, ofrecerá el primer hálito romántico que da vida al mestizaje en la tierra de los hijos del Sol”.
Conchuco(s).
Limitaban por el norte con los huamachuco(s), y por el sur con los huamalie(s). Se extendían por la cuenca del Tablachaca y por las estribaciones orientales de la Cordillera Blanca hasta el Marañón por el oriente.
Las referencias antiguas sobre los conchuco(s) contenidas en las crónicas han sido recopiladas y analizadas en la pulcra monografía sobre Ancash escrita por el historiador Félix Álvarez Brun. También Eudoxio H. Ortega, el presbítero Santiago Márquez Miranda y Fausto Liñán Espinosa, son autores de obras que refieren la historia regional prehispánica de la región conchucana.
Los incas invadieron el territorio de los conchuco(s) desde el sur, luego de anexar a los huamalie(s). Las crónicas ponderan unánimemente la obstinada resistencia de los conchucanos. En su territorio se levanta en coloso arquitectónico de Yayno. Después de varios meses de lucha en la que los chanca(s) batallaron formando parte de las tropas incaicas, se quebró la resistencia, cuando los reductos conchucanos de Urcollac en Parcos fueron tomados. A lo largo del territorio de los conchuco(s) serpenteaba un importante ramal del camino estatal del Incario, que unía Cuzco con Quito.
Fue en Pallasca, antes llamada Andamarca como lo establece Álvarez Brun, donde por orden de Atahualpa fue muerto Huáscar y tirado al río.
Décadas después de la invasión española al Perú de los incas, un antiguo ídolo que representa a Illapa (Rayo), el Dios del Agua andino, llamado también Catequil y reverenciado originalmente en Huamachuco, aunque gozaba de prestigio panperuano, aglutinó un movimiento de reconquista en el norte del país, que llevó a que la naciente ciudad de Trujillo casi fuera invadida. El ídolo referido había sido trasladado tiempo atrás a Cabana, luego de que su santuario original en Huamachuco fuera destruido por las premoniciones adversas al inca Tupac Yupanqui vertidas por Catequilla, que fungía de oráculo.
En los sectores costeños de Ancash se encuentran exponentes de arquitectura monumental de los tiempos aurorales de la civilización peruana. Tal el caso de Las Haldas, de Sechín Alto y particularmente de Sechín Bajo con sus 5 500 años de antigüedad, en la provincia de Casma.
También el monumento conocido como Sechín simplemente se ubica cerca de la localidad de Casma. Por igual es un sitio temprano, si bien menos antiguo que los anteriores mencionados. Corresponde a los tiempos de la consolidación de la antigua civilización peruana, que se estima en algo de 3 000 años. Sus paredes presentan, a manera de mosaico, un cuadro compuesto por retratos de jerarcas-sacerdotes, de seres descuartizados y de partes anatómicas de humanos. La escena corresponde a la evocación de sacrificios humanos que allí tenían lugar, como respuesta del hombre cuando enfrentaba calamidades naturales que hacían peligrar su existencia debido a falta de alimentos, como lo ha puesto de manifiesto el autor en 1979 al estudiar la iconografía de Sechín.
No lejos de Sechín está Chanquillo, que según se estima es también un monumento formativo. Se levanta sobre un promontorio rocoso, y consiste en soberbias murallas concéntricas que rodean el cerro.
También debe citarse aquí el valle de Nepeña, en la provincia de Santa, que aglutina un sinnúmero de monumentos que se extienden desde Moro hasta las proximidades del Pacífico. Éstos corresponden a diversas etapas culturales, especialmente de los tiempos de formación de la civilización prehispánica. Precisamente en este valle se levantan los restos mochicas de Pañamarca, con sus muros pintados.
Sucesión cultural
Al igual como en otras regiones del Perú antiguo, también en el departamento de Ancash el proceso cultural se inicia hace unos 10 mil años con la presencia de agrupaciones preagrícolas. Se trata de trashumantes que se guarecían por temporadas en abrigos rocosos o en cuevas como la de El Guitarrero, que se ubica en las partes altas del valle del Santa. Luego de su ocupación por gente que se sustentaba de la caza y recolección de vegetales, fue trajinada quizá por los cultivadores más antiguos de frijol en América, según los datos actuales.
De los albores de la era de civilización, en el segundo milenio a.C., son las ruinas de La Galgada, situadas en la margen izquierda del Chuquicara, en la provincia de Pallasca. También son de aquellos tiempos, hablando grosso modo, los restos analizados por Richard Burger en Huaricoto, situados en Marcará, provincia de Carhuaz. Al amanecer de la civilización andina corresponden los restos costeños de Las Haldas, Sechín Alto y otros testimonios arquitectónicos monumentales; y probablemente Sechín, santuario comentado en un capítulo anterior.
Chavín (de Huántar) corresponde a una fase de florecimiento de la etapa de producción de la civilización peruana ancestral cuyo desarrollo tuvo lugar en el primer milenio a.C.; este monumento majestuoso será también repasado en un apartado independiente. De la misma época es el monumento costeño ubicado en el valle de Nepeña, Cerro Blanco, con su decoración estucada y pintada con elementos simbólicos vinculados estrechamente al arte de Chavín de Huántar. Igualmente los monolitos procedentes de Chupacoto en Huaylas, el mortero de piedra de Mato (Huaylas) y los en algo similares de Suchimán, en la margen izquierda del río Santa en su curso por la provincia homónima.
Durante la centuria que precede a nuestra era y la siguiente, el arte Chavín fue eclipsando. En su lugar se presentó una cultura simple, que se expresa a través de un tipo de cerámica decorada en blanco sobre rojo, llamada “Huaraz”, técnica que alcanzó amplia difusión en el Perú antiguo. En los linderos del departamento que nos ocupa, comenzó, desde entonces, a consolidarse una cultura de características propias, conocida como Recuay. A juzgar por su cerámica copia elementos mochicas, como la mochica elementos recuoides.
Característica de la cultura Recuay es su escultura de piedra que al parecer representa a difuntos ilustres. También van esculpidas piedras alargadas, con diseños expuestos en una de sus caras; no siempre tuvieron por función el servir de dinteles, sino que también eran empotradas en los muros como lo sugieren las que presentan cabezas escultóricas, como evocando las antiguas cabezas-clavas de Chavín de Huántar que en cambio sí fueron esculpidas independientemente para ser empotradas en los muros.
Asentamientos Recuay aparecen dispersos por el callejón de Huaylas, por el flanco oriental de la cordillera Blanca y por la cordillera Negra y vertientes occidentales de la misma. Por ejemplo en Pashash (Cabana), en Tumshucaico (Caraz), en Cashajirca (Carlos Fermín Fitzcarrald), en Yayno (Pomabamba), etc., etc. Recuay se desarrolló sin duda a lo largo de diversas fases y presenta diferencias locales.
La etapa que sigue a Recuay es de influencia del estilo Tiahuanaco-Huari, que tiene sus expresiones en Wilkawaín, en Honco Pampa y en otros lugares que se extienden por el callejón de Huaylas y la cordillera Negra, y con modalidades por el callejón de Conchucos y Pallasca; al parecer se trataba de viviendas tanto como de lugares de sepultura.
De las naciones ancashinas anexadas al Incario en la segunda mitad del siglo XVI son los extensos asentamientos de Pueblo Viejo, Hualla, Auquiñivín y otros. La presencia inca en Ancash ha dejado sus huellas en la misma ciudad de Huaraz, con los restos ya citados de Canapún y que actualmente forman parte del colegio Raimondi. Otra expresión incaica, portentosa, está constituida por Paramonga, situada en el límite con el departamento de Lima, y cuya arquitectura reproduce la silueta de una llama que pareciese estar clamando por agua a la Mamacocha.
Los Huayla(s) y los Conchuco(s)
A la llegada de los españoles, los pobladores de lo que hoy es el departamento de Ancash formaban parte del Incario, al que habían sido anexados durante la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, mantenían su identidad y recordaban los tiempos en que habían fungido como grupos con gobiernos independientes.
Tal es el caso de los conchuco(s) y los huayla(s), las dos grandes etnias que ocupaban la cordillera de Ancash. Los ancashinos costeños habían sido conquistados por el señorío chimú unos cien años antes de los incas, y fueron anexados al Incario junto con los demás territorios costeños otrora chimú(es).
Huayla(s).
Esta nación estaba integrada por diversas subetnias que poblaban el territorio que, partiendo de Pallasca, se extendía por el callejón de Huaylas hasta Recuay.
El camino incaico que se dirigía de Cajamarca al Cuzco se dividía en la zona de Pallasca en dos ramales. Uno transitaba por el callejón de Huaylas y el otro enrumbaba por la región hasta hoy conocida como Conchucos (callejón de Conchucos). El ramal del callejón de Huaylas fue el que holló Hernando Pizarro en su viaje de Cajamarca a Pachacamac. Las particularidades del itinerario nos son conocidas gracias al cronista Miguel de Estete, que apuntaba día a día las incidencias de éste el primer viaje de exploración por el país de los incas.
Una nota pintoresca relacionada a la nación de los huayla(s) es la que refiere que la princesa o ñusta Inés Huaylas, hija de Huayna Cápac con una lugareña, fue compañera del conquistador Francisco Pizarro y madre de sus dos hijos. El historiador Félix Alvarez Brun refiere sobre el particular el siguiente pasaje:
“Pero hay algo más en el tránsito de Pizarro por Ancash: la nota romántica que surge de tener al lado suyo, como compañera y esposa a „la dulce y resignada‟ doña Inés Huaylas Ñusta. En Cajamarca el Inca Atahualpa entregó esta hermana, por él muy querida, al futuro Marqués de los Atabillos, para que le sirviera de esposa. Inés era hija de Huayna Cápac y de Contarhuacho, Hornapacha o Pomapacha; hija ésta, a su vez, del cacique de Huaylas. El nombre de esa princesa, durante su niñez y juventud, sería Quispezira, pero Francisco Pizarro la llama cariñosamente „La Pizpita‟, como aquella avecilla de sus recuerdo infantiles en Extremadura o Andalucía, „avecilla menuda y graciosa que picotea en la nieve y cuyo nombre se aplica, por analogía, a las mujeres vivas, prontas y agudas‟. Garcilaso, letrado y formalista, prefiere usar para ella el nombre de Inés Huaylas Ñusta: Inés, por ser el nombre de pila al recibir el bautizo y por estar ligado a la familia hidalga de Pizarro; Huaylas, por ser hija del cacique y señor de estas tierras, y Ñusta, por pertenecer a una categoría social dentro de la nobleza real incaica. Esta mujer, con sus dieciocho o diecinueve años de edad, hermosa y llena de encanto femenino, acompaña al viejo conquistador por los predios de sus antepasados indígenas y acaso es ella la que, con su sola presencia, consigue que los suyos le presten ayuda y le permitan pasar tranquilamente por el Callejón de Huaylas. La primera flor andina de la legendaria rama de los Incas, desposada con el triunfante „viracocha‟ llegado de lejanas tierras sería, así, la que conseguiría dar seguridad y reposo a los conquistadores en el corazón de los Andes, en uno de los momentos iniciales del inesperado encuentro de dos pueblo, de dos razas diferentes; pero, sobre todo, sería la que, con su tierno y juvenil amor de india noble y dulce por el español recién venido a su suelo nativo, ofrecerá el primer hálito romántico que da vida al mestizaje en la tierra de los hijos del Sol”.
Conchuco(s).
Limitaban por el norte con los huamachuco(s), y por el sur con los huamalie(s). Se extendían por la cuenca del Tablachaca y por las estribaciones orientales de la Cordillera Blanca hasta el Marañón por el oriente.
Las referencias antiguas sobre los conchuco(s) contenidas en las crónicas han sido recopiladas y analizadas en la pulcra monografía sobre Ancash escrita por el historiador Félix Álvarez Brun. También Eudoxio H. Ortega, el presbítero Santiago Márquez Miranda y Fausto Liñán Espinosa, son autores de obras que refieren la historia regional prehispánica de la región conchucana.
Los incas invadieron el territorio de los conchuco(s) desde el sur, luego de anexar a los huamalie(s). Las crónicas ponderan unánimemente la obstinada resistencia de los conchucanos. En su territorio se levanta en coloso arquitectónico de Yayno. Después de varios meses de lucha en la que los chanca(s) batallaron formando parte de las tropas incaicas, se quebró la resistencia, cuando los reductos conchucanos de Urcollac en Parcos fueron tomados. A lo largo del territorio de los conchuco(s) serpenteaba un importante ramal del camino estatal del Incario, que unía Cuzco con Quito.
Fue en Pallasca, antes llamada Andamarca como lo establece Álvarez Brun, donde por orden de Atahualpa fue muerto Huáscar y tirado al río.
Décadas después de la invasión española al Perú de los incas, un antiguo ídolo que representa a Illapa (Rayo), el Dios del Agua andino, llamado también Catequil y reverenciado originalmente en Huamachuco, aunque gozaba de prestigio panperuano, aglutinó un movimiento de reconquista en el norte del país, que llevó a que la naciente ciudad de Trujillo casi fuera invadida. El ídolo referido había sido trasladado tiempo atrás a Cabana, luego de que su santuario original en Huamachuco fuera destruido por las premoniciones adversas al inca Tupac Yupanqui vertidas por Catequilla, que fungía de oráculo.