aRMANDO ZARAZÚ
EL HUAYHUASH Y EL CALENTAMIENTO GLOBAL
Desde hace algunos años atrás se viene hablando, cada vez más insistentemente sobre el proceso de calentamiento global que se viene sintiendo en el planeta. Una de sus consecuencias es derretimiento de los glaciares a nivel mundial. En el Perú, el departamento de Ancash, se ha caracterizado por la belleza de sus nevados, los cuales han sido un atractivo turístico de primer orden y una de las razones fundamentales para que el turismo, tanto extranjero como nacional, lo haya convertido, después del Cusco, en uno de los más visitados. Sin embargo, a raíz de los cambios climáticos que se vienen sintiendo en el Perú y al calentamiento global, dichos atractivos turísticos están en peligro de desaparecer.
La Cordillera Blanca, desde 1970 ha perdido casi el 25 por ciento de su superficie total. Nevados, como el Pastoruri, por ejemplo, se ha reducido de casi dos kilómetros cuadrados de superficie glaciar a poco más de un kilómetro cuadrado. Hasta hace treinta años el promedio de retroceso anual de la superficie glacial en la Cordillera Blanca era de ocho a diez metros por año. A la fecha es de 20 metros. Vemos, entonces que el peligro representado por el calentamiento global de la tierra es real y palpable, en la zona andina del Perú. Es necesario que todos los países del mundo adopten medidas uniformes y decididas para tratar de hacer más llevadera la vida de los seres humanos en la tierra.
A poco de haber empezado la última mitad del siglo pasado un avión de Transportes Aéreos Militares, TAM se estrelló en el lado sureste de la cordillera del Jirishanca, muriendo todos sus ocupantes. En esos años toda la cordillera estaba cubierta enteramente de nieve, debido a lo cual las tareas de rescate fueron prácticamente imposibles. El fatídico avión y sus ocupantes desaparecieron completamente dentro del grueso y espeso manto blanco que cubría la cordillera. Hoy en día están cayendo, poco a poco, algunas de las piezas de avión siniestrado, a la vez que se pueden observar en la cordillera espacios negros; todo esto en razón de que el glaciar se va derritiendo debido al calentamiento global que empieza a azotar nuestro planeta.
Han pasado aproximadamente doce mil años desde que el hombre llegó al continente americano. Lo hizo procedente de Asia y cruzando el estrecho de Bering, el cual en esos lejanos años estaba cubierto de hielo, uniendo en la práctica a los dos continentes. Posteriormente el estrecho desapareció a consecuencia de un proceso de calentamiento de la tierra que duró miles de años. Sin embargo, en las últimas décadas, el hombre se ha encargado de acelerar ese proceso de calentamiento global que empieza a inquietar, no solo a científicos y ecologistas, sino también al hombre común y corriente que se da cuenta por experiencia propia que, por ejemplo, los glaciares que cubren buena parte de las cumbres andinas van desapareciendo a una velocidad alarmante.
Como una forma de llamar la atención frente al cambio climático que la tierra viene experimentando, la organización ecologista World Wildlife Fund viene promoviendo desde el 2007 lo que se conoce como La hora del planeta y que consiste en apagar la luz artificial (léase eléctrica), por una hora en todas las ciudades de la tierra. Este evento se ha realizado con singular éxito el 28 de marzo, a partir de las ocho y media de la noche, fecha y hora en la cual más un billón de personas, de más de 90 países, apagaron sus luces, a fin de reducir el consumo de electricidad y, de ese modo, las emisiones de gases de efecto invernadero, proveniente de la quema de combustibles fósiles, principal fuente de generación de energía eléctrica.
Susan Salomón, científica del Laboratorio de Investigaciones de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera, de Colorado, expresa en un trabajo publicado, a mediados del año pasado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias, “El daño ya está hecho y sus repercusiones durarán los próximos mil años, así se deje de emitir carbón en la atmósfera el día de hoy. El calentamiento global a sido retardado por el océano debido a que el agua absorbe energía para calentar, pero éste se desvanecerá con el tiempo y el océano mantendrá al planeta más caliente al añadir el calor acumulado en el aire”. De lo dicho se puede deducir que, la problemática que el calentamiento global representa es real y no imaginaria como algunos, más interesados en su beneficio comercial, sostienen sin asidero científico valedero.
Desde hace algunos años atrás se viene hablando, cada vez más insistentemente sobre el proceso de calentamiento global que se viene sintiendo en el planeta. Una de sus consecuencias es derretimiento de los glaciares a nivel mundial. En el Perú, el departamento de Ancash, se ha caracterizado por la belleza de sus nevados, los cuales han sido un atractivo turístico de primer orden y una de las razones fundamentales para que el turismo, tanto extranjero como nacional, lo haya convertido, después del Cusco, en uno de los más visitados. Sin embargo, a raíz de los cambios climáticos que se vienen sintiendo en el Perú y al calentamiento global, dichos atractivos turísticos están en peligro de desaparecer.
La Cordillera Blanca, desde 1970 ha perdido casi el 25 por ciento de su superficie total. Nevados, como el Pastoruri, por ejemplo, se ha reducido de casi dos kilómetros cuadrados de superficie glaciar a poco más de un kilómetro cuadrado. Hasta hace treinta años el promedio de retroceso anual de la superficie glacial en la Cordillera Blanca era de ocho a diez metros por año. A la fecha es de 20 metros. Vemos, entonces que el peligro representado por el calentamiento global de la tierra es real y palpable, en la zona andina del Perú. Es necesario que todos los países del mundo adopten medidas uniformes y decididas para tratar de hacer más llevadera la vida de los seres humanos en la tierra.
A poco de haber empezado la última mitad del siglo pasado un avión de Transportes Aéreos Militares, TAM se estrelló en el lado sureste de la cordillera del Jirishanca, muriendo todos sus ocupantes. En esos años toda la cordillera estaba cubierta enteramente de nieve, debido a lo cual las tareas de rescate fueron prácticamente imposibles. El fatídico avión y sus ocupantes desaparecieron completamente dentro del grueso y espeso manto blanco que cubría la cordillera. Hoy en día están cayendo, poco a poco, algunas de las piezas de avión siniestrado, a la vez que se pueden observar en la cordillera espacios negros; todo esto en razón de que el glaciar se va derritiendo debido al calentamiento global que empieza a azotar nuestro planeta.
Han pasado aproximadamente doce mil años desde que el hombre llegó al continente americano. Lo hizo procedente de Asia y cruzando el estrecho de Bering, el cual en esos lejanos años estaba cubierto de hielo, uniendo en la práctica a los dos continentes. Posteriormente el estrecho desapareció a consecuencia de un proceso de calentamiento de la tierra que duró miles de años. Sin embargo, en las últimas décadas, el hombre se ha encargado de acelerar ese proceso de calentamiento global que empieza a inquietar, no solo a científicos y ecologistas, sino también al hombre común y corriente que se da cuenta por experiencia propia que, por ejemplo, los glaciares que cubren buena parte de las cumbres andinas van desapareciendo a una velocidad alarmante.
Como una forma de llamar la atención frente al cambio climático que la tierra viene experimentando, la organización ecologista World Wildlife Fund viene promoviendo desde el 2007 lo que se conoce como La hora del planeta y que consiste en apagar la luz artificial (léase eléctrica), por una hora en todas las ciudades de la tierra. Este evento se ha realizado con singular éxito el 28 de marzo, a partir de las ocho y media de la noche, fecha y hora en la cual más un billón de personas, de más de 90 países, apagaron sus luces, a fin de reducir el consumo de electricidad y, de ese modo, las emisiones de gases de efecto invernadero, proveniente de la quema de combustibles fósiles, principal fuente de generación de energía eléctrica.
Susan Salomón, científica del Laboratorio de Investigaciones de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera, de Colorado, expresa en un trabajo publicado, a mediados del año pasado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias, “El daño ya está hecho y sus repercusiones durarán los próximos mil años, así se deje de emitir carbón en la atmósfera el día de hoy. El calentamiento global a sido retardado por el océano debido a que el agua absorbe energía para calentar, pero éste se desvanecerá con el tiempo y el océano mantendrá al planeta más caliente al añadir el calor acumulado en el aire”. De lo dicho se puede deducir que, la problemática que el calentamiento global representa es real y no imaginaria como algunos, más interesados en su beneficio comercial, sostienen sin asidero científico valedero.
La Organización de Naciones Unidas, más conocida como ONU, tiene una oficina dedicada exclusivamente a estudiar este problema, la cual ha declarado que las emisiones de gas invernadero están calentado al planeta y que eso provocará más inundaciones, sequías, olas de calor, aumento del nivel del mar y extinción de la flora y fauna mundial. Añade, además, que las emisiones de carbono a nivel mundial han aumentado en cerca de un setenta por ciento en las tres últimas décadas, habiendo China superado a Estados Unidos como el mayor emisor de carbono, muy por delante de los países europeos, Rusia y la India respectivamente. Por otro lado la misma oficina de la ONU advierte que las naciones desarrolladas tendrán que hacer lo posible para disminuir sus emisiones entre un 25 y un 40 por ciento inferior a los niveles de 1990 antes del 2020, para evitar efectos aun peores. De igual forma, las naciones en desarrollo también deberán bajar el ritmo de sus emisiones para ese mismo año 2020. Es decir, que en esta lucha para el bien de la humanidad deben de participar todos.
La consecuencia directa del calentamiento global es el cambio climático que está experimentando el planeta que habitamos y que ya se empieza a notar con el lento deshielo de las nieves perpetúas. Los científicos apuntan que esos cambios se deben a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre. Se conoce como efecto invernadero a un fenómeno de la naturaleza que permite la existencia de vida en nuestro planeta. Lo originan una serie de gases que se encuentran en la atmósfera y que atrapan el calor solar cerca de la superficie de la tierra, permitiendo que esta tenga una temperatura media estable, lo cual indudablemente permite el desarrollo de la vida. Estos gases retienen el calor cerca de la superficie terrestre, permitiendo la evaporación del agua para convertirse en nubes, que luego serán devueltas a la tierra en forma de lluvias, en un ciclo vital que se ha mantenido en equilibrio desde miles de años.
En los últimos años los efectos de los gases de efecto invernadero en la atmósfera está aumentando, como consecuencia de la quema, cada vez mayor, de combustibles fósiles y la destrucción de áreas forestales inmensas, como en la amazonía Suramericana, que ayudan a absorber el dióxido de carbono y ayudar al equilibrio de la temperatura de nuestro planeta. Frente a este proceso de autodestrucción que los mismos seres humanos están realizando con el medio ambiente del planeta que los cobija, la comunidad científica internacional ha dado la voz de alarma de que si el desarrollo mundial, el crecimiento demográfico y el consumo de energía basado en combustibles fósiles, sigue creciendo al paso actual, en pocos años las concentraciones de dióxido de carbono se duplicarán con respecto a las que habían antes de la Revolución Industrial. Es necesario que se tome conciencia de las consecuencias funestas que ello podría acarrear para la humanidad. Por lo tanto, se deben tomar las medidas correctivas necesarias de inmediato para poder dejarles un mundo habitable a las generaciones venideras. Apagar la luz cuando no se la necesite, podría ser el inicio de salvar a nuestro planeta.
Armando Zarazú
[email protected]
La consecuencia directa del calentamiento global es el cambio climático que está experimentando el planeta que habitamos y que ya se empieza a notar con el lento deshielo de las nieves perpetúas. Los científicos apuntan que esos cambios se deben a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre. Se conoce como efecto invernadero a un fenómeno de la naturaleza que permite la existencia de vida en nuestro planeta. Lo originan una serie de gases que se encuentran en la atmósfera y que atrapan el calor solar cerca de la superficie de la tierra, permitiendo que esta tenga una temperatura media estable, lo cual indudablemente permite el desarrollo de la vida. Estos gases retienen el calor cerca de la superficie terrestre, permitiendo la evaporación del agua para convertirse en nubes, que luego serán devueltas a la tierra en forma de lluvias, en un ciclo vital que se ha mantenido en equilibrio desde miles de años.
En los últimos años los efectos de los gases de efecto invernadero en la atmósfera está aumentando, como consecuencia de la quema, cada vez mayor, de combustibles fósiles y la destrucción de áreas forestales inmensas, como en la amazonía Suramericana, que ayudan a absorber el dióxido de carbono y ayudar al equilibrio de la temperatura de nuestro planeta. Frente a este proceso de autodestrucción que los mismos seres humanos están realizando con el medio ambiente del planeta que los cobija, la comunidad científica internacional ha dado la voz de alarma de que si el desarrollo mundial, el crecimiento demográfico y el consumo de energía basado en combustibles fósiles, sigue creciendo al paso actual, en pocos años las concentraciones de dióxido de carbono se duplicarán con respecto a las que habían antes de la Revolución Industrial. Es necesario que se tome conciencia de las consecuencias funestas que ello podría acarrear para la humanidad. Por lo tanto, se deben tomar las medidas correctivas necesarias de inmediato para poder dejarles un mundo habitable a las generaciones venideras. Apagar la luz cuando no se la necesite, podría ser el inicio de salvar a nuestro planeta.
Armando Zarazú
[email protected]