jorge vásquez veramendi
HUACACORRAL
Llega a mi memoria la cosecha de papas en huacacorral, tierras de la Comunidad Indígena de Chiquián que por esos tiempos daban camionadas de tubérculos para el pueblo, en realidad era una fiesta.
-Alista tu ondilla shay que mañana vamos temprano a la cosecha.
-Eeeennnn con la puntería que tienes, no le das ni a tu vaca.
-La otra vez case una tortolita y un pajarito.
-Entonces no lo saco por que sino me lo matas.
Bueno para mi familia era un paseo, Papa siempre alistaba su carpa, las frazadas y mi Madre todo lo concerniente para las comidas, luego de cargar a los burros, patitas para que te quiero, rumbo a la chacra en el camino todos cantábamos de alegría solo de vez en cuando se escuchaba.
-¿Estas llevando los limones no?
-Claro.
-Y el rocoto.
-También.
-¿no te olvidas de nada?
-Ya no friegues y camina.
En cuanto se llegaba se armaba la carpa en una parte plana y todos a buscar leña para los días que permanezcamos allí y desde luego para las fogatas, ya por las noches después de cenar nos sentábamos en circulo a contar cada uno un cuento, uno a uno desaparecíamos agobiados por el cansancio y el sueño que de improviso lo perdías por el sonido de la escopeta de papa que cazaba por los alrededores, retornaba con el sol y con las perdices cazadas.
-Que rico caldo comeremos hoy.
-Si pues hermanita.
No éramos los únicos pues parecía que el pueblo entero se había mudado.
-Fuuiiiiiiii.¡¡¡Como amanecieron!!!
-¡¡Bien gracias!! Y ustedes.
-Todo bien, nos veremos mas tarde.
-Claro visítame pues.
De todos lados se escuchaba, buenos días, buenos días, buenos días hasta el eco te saludaba, la humareda de los fogones de piedra al cielo se marchaban y los brazos fuertes de los peones destrozaba la tierra en busca del fruto querido.
-Busquen piedras para el horno-
-Yo cavare el hoyo hasta mientras.
Y a pircar se ha dicho, con mucho esmero y piedra sobre piedra se armaba el horno, una vez terminado.
-Si quieren se pueden parar encina.
-Y si se cae.
-Que se va a caer…. Pues si el que lo pirco soy yo.
-Ya cállate y busca espina para poner en las piedras blancas que con el calor revienta y a atizar se ha dicho.
Las primeras papas cosechadas rápidamente pasaban a lavarse y lo poníamos en los huecos del horno para sacar cada uno nuestro cuay (papa reventada), el pobre salía más negro pero a medida que lo raspabas en la piedra encontrabas que estaba bien cocinadito, con un poco de rocoto molido y una rebanada de queso¡¡que delicia!!
A las once el horno estaba en su punto, se le tumbaba y limpiándolo bien en el fondo primero las papas, luego piedras calientes encima las carnes luego más piedras, encima las yerbas (Chinchu y muña) las habas, los choclos y las ocas, en la puerta del horno tu olla de barro con pedazos de queso con perejil y muña, todo se cubre con costales y tierra encima hasta que no salga ni un poco de vapor.
-Este horno se parece al Chinaco.
-¿Por qué?
-Esta que pierde gases.
-No ya, es igualito a mi compadre.
-¿A cual compadre?
-Al pedón de……………..
A los cuarenta y cinco minutos se destapa, los manjares te rompían el tuétano (cerebro) con sus olores y sabores y la tripa comenzaba un concierto en espera de su papita bien pilta (reventada) a comer se a dicho, cada uno con su plato esperando ser servido y luego de sentarse sobre una piedra no dejabas ni para el perro.
-¡Amigo, amigo!
-Que pasa.
-No tendrás rocotito que mi Filiberta se olvidó.
-Si aquí hay…… trae tu platito.
-¿Tan poquito?
- Pica tres veces.
- Como es eso.
-Cuando escuches aullar a tu perro te darás cuenta, por si las moscas recoge yerbas.
-¿Para que?
-Para que le des aire al pobre.
Las cosechas duraban tres a cuatro días, tiempo en el cual llevamos a Chiquián las cargas con los burros, que en las bajadas terminaban con los costales en la panza por que no estaban bien sujetas, otros agarraban caminos equivocados y teníamos que alcanzarlos corriendo para corregirlos, no faltaban los abusivos que al ver que éramos pequeños apropósito les pegaban a nuestros burros para que vote la carga o les hincaban con penca.
-Ya carajo…..con cólera por todo lo que acontecía. Alistabas tu hondilla con un buen cuylumpi (bellota) y lo arrojabas donde le cayera a cualquiera de los burros.
El regreso si que era todo juego con tu burrito preferido hacías carrera con el más pintadito no importa si ganabas o perdías la cosa que te divertías.
¡¡Que niñez tan feliz!! Tiempos que no volverán.
Jorge Vásquez Veramendi
-Alista tu ondilla shay que mañana vamos temprano a la cosecha.
-Eeeennnn con la puntería que tienes, no le das ni a tu vaca.
-La otra vez case una tortolita y un pajarito.
-Entonces no lo saco por que sino me lo matas.
Bueno para mi familia era un paseo, Papa siempre alistaba su carpa, las frazadas y mi Madre todo lo concerniente para las comidas, luego de cargar a los burros, patitas para que te quiero, rumbo a la chacra en el camino todos cantábamos de alegría solo de vez en cuando se escuchaba.
-¿Estas llevando los limones no?
-Claro.
-Y el rocoto.
-También.
-¿no te olvidas de nada?
-Ya no friegues y camina.
En cuanto se llegaba se armaba la carpa en una parte plana y todos a buscar leña para los días que permanezcamos allí y desde luego para las fogatas, ya por las noches después de cenar nos sentábamos en circulo a contar cada uno un cuento, uno a uno desaparecíamos agobiados por el cansancio y el sueño que de improviso lo perdías por el sonido de la escopeta de papa que cazaba por los alrededores, retornaba con el sol y con las perdices cazadas.
-Que rico caldo comeremos hoy.
-Si pues hermanita.
No éramos los únicos pues parecía que el pueblo entero se había mudado.
-Fuuiiiiiiii.¡¡¡Como amanecieron!!!
-¡¡Bien gracias!! Y ustedes.
-Todo bien, nos veremos mas tarde.
-Claro visítame pues.
De todos lados se escuchaba, buenos días, buenos días, buenos días hasta el eco te saludaba, la humareda de los fogones de piedra al cielo se marchaban y los brazos fuertes de los peones destrozaba la tierra en busca del fruto querido.
-Busquen piedras para el horno-
-Yo cavare el hoyo hasta mientras.
Y a pircar se ha dicho, con mucho esmero y piedra sobre piedra se armaba el horno, una vez terminado.
-Si quieren se pueden parar encina.
-Y si se cae.
-Que se va a caer…. Pues si el que lo pirco soy yo.
-Ya cállate y busca espina para poner en las piedras blancas que con el calor revienta y a atizar se ha dicho.
Las primeras papas cosechadas rápidamente pasaban a lavarse y lo poníamos en los huecos del horno para sacar cada uno nuestro cuay (papa reventada), el pobre salía más negro pero a medida que lo raspabas en la piedra encontrabas que estaba bien cocinadito, con un poco de rocoto molido y una rebanada de queso¡¡que delicia!!
A las once el horno estaba en su punto, se le tumbaba y limpiándolo bien en el fondo primero las papas, luego piedras calientes encima las carnes luego más piedras, encima las yerbas (Chinchu y muña) las habas, los choclos y las ocas, en la puerta del horno tu olla de barro con pedazos de queso con perejil y muña, todo se cubre con costales y tierra encima hasta que no salga ni un poco de vapor.
-Este horno se parece al Chinaco.
-¿Por qué?
-Esta que pierde gases.
-No ya, es igualito a mi compadre.
-¿A cual compadre?
-Al pedón de……………..
A los cuarenta y cinco minutos se destapa, los manjares te rompían el tuétano (cerebro) con sus olores y sabores y la tripa comenzaba un concierto en espera de su papita bien pilta (reventada) a comer se a dicho, cada uno con su plato esperando ser servido y luego de sentarse sobre una piedra no dejabas ni para el perro.
-¡Amigo, amigo!
-Que pasa.
-No tendrás rocotito que mi Filiberta se olvidó.
-Si aquí hay…… trae tu platito.
-¿Tan poquito?
- Pica tres veces.
- Como es eso.
-Cuando escuches aullar a tu perro te darás cuenta, por si las moscas recoge yerbas.
-¿Para que?
-Para que le des aire al pobre.
Las cosechas duraban tres a cuatro días, tiempo en el cual llevamos a Chiquián las cargas con los burros, que en las bajadas terminaban con los costales en la panza por que no estaban bien sujetas, otros agarraban caminos equivocados y teníamos que alcanzarlos corriendo para corregirlos, no faltaban los abusivos que al ver que éramos pequeños apropósito les pegaban a nuestros burros para que vote la carga o les hincaban con penca.
-Ya carajo…..con cólera por todo lo que acontecía. Alistabas tu hondilla con un buen cuylumpi (bellota) y lo arrojabas donde le cayera a cualquiera de los burros.
El regreso si que era todo juego con tu burrito preferido hacías carrera con el más pintadito no importa si ganabas o perdías la cosa que te divertías.
¡¡Que niñez tan feliz!! Tiempos que no volverán.
Jorge Vásquez Veramendi