José antonio salazar mejía
YARO CHISPI
Narración de Marcos Yauri Montero, en 1990.
Al iniciarse el siglo XVII, muerto ya santo Toribio, la política religiosa de los españoles se dirigía a la afirmación del Cristianismo, esto suponía la imposición de la llamada extirpación de idolatrías, política contraria a la utilizada por el santo que no se cansó jamás de solicitar buen trato y comprensión con los naturales. La extirpación suponía que las huacas (templos) y los mallquis (momias) fueron destruidos, en esta línea eran perseguidos y encarcelados los sacerdotes y guardianes de los templos.
En los principales pueblos del Callejón de Huaylas se leían los bandos. Soldados españoles acompañados de redoble de tambores congregaban a la gente en las plazas para leerles la proclama.
Éste es un personaje mítico de nuestra tierra. Era sacerdote del templo de Pumacayán. De él se dice que tenía poder para enviar heladas sobre los campos y destruirlos. De joven, estando pastando sus llamas, fue llevado violentamente a un áureo palacio sumido en una laguna, donde un curaca le conminó a comer oro en forma de granos de maíz y piedras preciosas en forma de papas. Como no pudo hacerlo, fue expulsado. En otra oportunidad, unos hombres vestidos elegantemente de negro, le condujeron a otro palacio atestado de tesoros que eran transportados por una tropa de indios. Yaro Chispi se libró del trabajo por la aparición de una bella mujer que le aconsejó no volver jamás, y lo guió de regreso, tocando una música maravillosa, así Yaro Chispi se hizo chamán, igual que sus antepasados.
Tenemos otra versión, para la polémica. El término kayan en el quechua antiguo tenía el significado de gran plaza de las ceremonias, así lo indica el diccionario de Bertonio. Si nos atenemos a lo que asegura Marcos Yauri Montero, que el actual centro de Huarás, en la época prehispánica, no estaba habitado por considerarse el sitio un lugar sagrado, lugar mágico donde se juntan las aguas de los tres mundos, el antiguo Huarás habría sido la gran plaza de ceremonias del templo del dios Guari.
La fama de Yaro Chispi era enorme, pues correspondía a la grandeza del templo de Pumacayán, conocido en ese tiempo por los españoles como el mochadero.
Esto que nos parece inverosímil, en el mundo andino era algo muy natural. El poder de descorporización lo compartían los sacerdotes andinos con los incas, quienes por ser seres semidivinos gozaban de la misma cualidad. Atahualpa fue capturado por Huáscar en el Cusco y pudo escapar convertido en culebra, para reaparecer en Quito desde donde inició su batallar para ceñirse la borla imperial.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
Al iniciarse el siglo XVII, muerto ya santo Toribio, la política religiosa de los españoles se dirigía a la afirmación del Cristianismo, esto suponía la imposición de la llamada extirpación de idolatrías, política contraria a la utilizada por el santo que no se cansó jamás de solicitar buen trato y comprensión con los naturales. La extirpación suponía que las huacas (templos) y los mallquis (momias) fueron destruidos, en esta línea eran perseguidos y encarcelados los sacerdotes y guardianes de los templos.
En los principales pueblos del Callejón de Huaylas se leían los bandos. Soldados españoles acompañados de redoble de tambores congregaban a la gente en las plazas para leerles la proclama.
- ¡Por orden de su serenísima majestad Carlos, soberano y rey de todas las Españas, se manda y ordena imponer la Santa Cruz en las antiguallas y en lugar de las llamadas huancas, piedras con imágenes demoníacas que deberán ser marcadas, rotas y enterradas!
- ¡La población deberá denunciar a los que habitan, cuidan y tributan a dichas huancas, por ser gran pecado adorar a los demonios que habitan en aquellas!
Éste es un personaje mítico de nuestra tierra. Era sacerdote del templo de Pumacayán. De él se dice que tenía poder para enviar heladas sobre los campos y destruirlos. De joven, estando pastando sus llamas, fue llevado violentamente a un áureo palacio sumido en una laguna, donde un curaca le conminó a comer oro en forma de granos de maíz y piedras preciosas en forma de papas. Como no pudo hacerlo, fue expulsado. En otra oportunidad, unos hombres vestidos elegantemente de negro, le condujeron a otro palacio atestado de tesoros que eran transportados por una tropa de indios. Yaro Chispi se libró del trabajo por la aparición de una bella mujer que le aconsejó no volver jamás, y lo guió de regreso, tocando una música maravillosa, así Yaro Chispi se hizo chamán, igual que sus antepasados.
- ¡Indio ladino…! No habéis hecho caso del bando. ¡Pues ahora sufriréis las consecuencias. –Le espetó Francisco de Ávila.
- Hay voces en mi interior que me dicen lo que debo de hacer tayta. –Contestó sereno Yaro Chispi.
- ¡Son las voces del demonio! ¿Qué más habría de ser? –Retrucó inflamado el extirpador.
- Son los dioses de mis ancestros, los que ordenan el mundo. Ellos habitan aquí en Pumacayán, tayta.
Tenemos otra versión, para la polémica. El término kayan en el quechua antiguo tenía el significado de gran plaza de las ceremonias, así lo indica el diccionario de Bertonio. Si nos atenemos a lo que asegura Marcos Yauri Montero, que el actual centro de Huarás, en la época prehispánica, no estaba habitado por considerarse el sitio un lugar sagrado, lugar mágico donde se juntan las aguas de los tres mundos, el antiguo Huarás habría sido la gran plaza de ceremonias del templo del dios Guari.
La fama de Yaro Chispi era enorme, pues correspondía a la grandeza del templo de Pumacayán, conocido en ese tiempo por los españoles como el mochadero.
- ¿Mochadero? ¿Y por qué era llamado así?
- Si tienes tanta curiosidad, lee la tradición de ese nombre.
Esto que nos parece inverosímil, en el mundo andino era algo muy natural. El poder de descorporización lo compartían los sacerdotes andinos con los incas, quienes por ser seres semidivinos gozaban de la misma cualidad. Atahualpa fue capturado por Huáscar en el Cusco y pudo escapar convertido en culebra, para reaparecer en Quito desde donde inició su batallar para ceñirse la borla imperial.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]