filomeno zubieta núñez
LO QUE SE HA DICHO Y ESCRITO DE LUIS PARDO I
El 19 de agosto de 1874, hace 143 años nació Luis Pardo Novoa en Chiquián; fue asesinado el 5 de enero de 1909, hace 108 años. Ningún personaje de la orilla eminentemente popular, como Luis Pardo Novoa, ha merecido tanta atención de escritores, periodistas, compositores, intérpretes y documentalistas. Realizar un registro de todo lo dicho y editado es tarea bastante compleja. No sólo se llenaron con su nombre hojas y páginas en su tierra natal y en la ciudad de Lima, sino también en los espacios provincianos e incluso más allá de nuestras fronteras. Su presencia, mensaje y leyenda, desbordaron el ámbito meramente local. Con esta salvedad, vamos a comentar una sinopsis de todo lo dicho y publicado acerca de Luis Pardo a lo largo de un siglo y algunos años más.
Si bien la prensa de Ancash y Lima le dedicaron muchas páginas en vida dando cuenta de sus correrías, muy pronto los ensayistas e historiadores mostraron preocupación por darle espacio a su trajinar y una interpretación a su presencia en el contexto histórico regional y nacional, haciéndose eco de la tradición oral y de los espacios musicales que ensalzaban sus andanzas.
Una primera valoración de su trayectoria la encontramos en 1917 en el diario limeño El Tiempo, en tres ediciones alternadas (1-II-1917: 3-4; 3-II-1917: 3; 11-II-1917: 7), bajo el título Luis Pardo, fue un gran bandido… (no se señala el nombre del autor, presumimos que se trata del huaracino Ladislao F. Meza Landaveri, amigo de Luis Pardo y redactor de este diario). En una parte de la introducción expresa:
“Para unos, Luis Pardo es el bandido de naturaleza, el hombre que busca el crimen porque está en sus tendencias innatas, que bebe la sangre de sus víctimas en los cráneos de sus mayores o que se hace servir un frugal almuerzo con el que ha elegido para gozar con el espectáculo de una lenta y dolorosísima agonía; y para otros, por el contrario, el bandolero célebre es una persona de nobles sentimientos, de avanzada moral, que un día por la mala voluntad de los criminales que viven protegidos por la ley y los hechos consumados al amparo de un duro cacicazgo, se vio en la necesidad de dejar el radio urbano y echarse a los caminos para vengar afrentas y castigar agravios que un hombre de honor nunca puede dejar sin reivindicar” (1- II-1917: 3).
Poco después, cuando no hacía mucho que las actividades cinematográficas surgían en el Perú, se inicia el rodaje de una de las primeras películas peruanas de corte popular bajo el nombre de Luis Pardo en 1927, con la dirección de Enrique Cornejo Villanueva, teniendo en el reparto al propio director junto con Carmela Cáceres, Enrique Murillo, Rafael Villanueva, Federico de las Casas, Ernesto Otero, Vicente Nadal, Teresita Arce y Sara Wernicke. Película muda, con la fotografía de Pedro Samabarino.
En 1933, en la inauguración de su sección Delitos y delincuentes en la Revista Policial del Perú de julio de 1933 (Nº 15: 79-86), el periodista huachano Héctor Argüelles escribe un artículo de sugestivo título: La historia de Luis Pardo y la única fotografía que se conserva del famoso bandolero. En el párrafo inicial se lee:
“¿Quién no ha oído mencionar al bandolero Luis Pardo? En lo que va corrido el presente siglo, ningún otro malhechor en el país alcanzó tanto renombre y popularidad. Sus delictuosas proezas han sido divulgadas en relatos sensacionalistas, en obras teatrales, en coplas y canciones plebeyas, y hasta en una reconstrucción cinematográfica, bastante desprovista de propiedad, por cierto; y esa divulgación, extendida más allá de los límites de nuestro territorio, ha hecho del sombrío personaje del que nos ocupamos, la más representativa figura moderna de la criminalidad en el Perú” (p. 79).
Un primer estudio histórico sobre Luis Pardo, lo encontramos en el libro Los bandoleros en el Perú de José Varallanos en 1937 (Editorial Alturas, 117 pp.). Estudio pionero sobre el tema, descontando Los caballeros del delito de Enrique López Albújar publicado en 1936. Varallanos considera que muchos personajes como Luis Pardo tuvieron su origen en las revueltas de fines del XIX:
“Pardo, en efecto, se inició en las ‘revoluciones políticas’. Pardo es del tipo popular de bandoleros. Casi toda su vida estuvo interesado en la política. Luchó con las montoneras caceristas, con las de Piérola, con las de Augusto Durand, del que fue uno de sus ‘sargentos’ en la fracasada ‘revolución de Barranca’, en 1901. Fue enemigo de Leguía, como de Romaña e Iglesias como también de Pardo. Como era tipo distinguido, son numerosas sus hazañas y anécdotas. Aquí nos servimos de él solo para demostrar que el bandolero y el guerrillero, en estas épocas turbulentas, se confunden” (p. 30).
En 1939 hallamos una crónica de viaje, firmada con las A. M. Q. S., (indudablemente, Aurelio Miró Quesada Sosa) titulada Ciudades del Perú. Paso por Recuay. Las ruinas de Catac. De la geografía a la leyenda (El Comercio. Lima, 19-X-1939: 3) en cuya parte final se resalta:
“De pronto paseando la vista por el mapa, distinguimos la marca redonda de Chiquián, capital de la vecina provincia de Bolognesi, que se extiende agrietada a nuestra espalda y al otro lado de los montes ceñudos. Nuestro corazón da un doble salto, por la fatiga del aire y por el nombre. En Chiquián nació en el último tercio del siglo XIX, Luis Pardo, el gallardo bandolero, q’ ha dejado su huella resonante en la imaginación y en la leyenda. Criminal impávido y duro para unos, corazón generoso para otros, su figura se ha visto envuelta muchas veces en ese prestigio romántico y ambiguo de los bandidos nutridos de amor por los humildes: caballeros andantes del delito, como en el título del libro que les dedicó López Albújar. De ellos ninguno tan afortunado en la difusión popular como Luis Pardo:
Luis Pardo fue un gran bandido;
la vida poco le importa,
cantaba el vals criollo y jaranero.
Y entre nuestros poetas contemporáneos, mientras Ricardo Peña Barrenechea lo estiliza en las escenas de Bandolero niño, José Torres de Vidaurre lo pinta en un romance como:
…mozo resuelto y jactancioso,
que entre algarabías y disparos,
burlando ríos y escalando cerros,
todo el Callejón de Huaylas
se lo pasa bajo el poncho”.
El citado poema: Luis Pardo, de José Torres de Vidaurre escrito en 1935, es acogido y publicado en el diario conservador El Comercio en 1956 (Lima, 16-VI-1956: 16). De sesentinueve estrofas registramos la primera:
Mestizo de pelo en pecho,
templado, sangre en el ojo
todo el Callejón de Huaylas
se lo pasa bajo el poncho.
Veinte años rompe con el tiempo,
no da a la vida reposo,
badulaque empedernido
de cholas y ‘copas de oro’ .