policarpio zubieta carhuachín
SRA. EMILIANA VALENZUELA DE CERRATE
El presente artículo es un homenaje a la maestra Sra. Emiliana Valenzuela de Cerrate, escrito y pronunciado por el Sr. Policarpio Zubieta Carhuachín, director del Centro Educativo No 86211 de Chiquián el 21 de diciembre de 1982.
Respetable auditorio:
Tengo a honra traer a este acto la bendición de los instrumentos de música que veis acá, en esta ceremonia y en este día trascendental para la historia del C.E. Nº 86211 y para la Promoción "Emiliana Valenzuela de Cerrate", como culminación de la obra lograda y el homenaje a una maestra de kilates, orgullo del magisterio chiquiano y bolognesino. Por lazos, por amor a la niñez, es parte de aquellas profesoras que se han destacado en los folios históricos de la vida chiquiana. Y es por ello que, al mencionar su nombre, bendito lo llamo, homenajeamos a una profesora ilustre, esclarecida de conocimientos, de una estirpe sencilla y franca, ejemplo de trabajo que todos nosotros tomamos como paradigma de superación.
Nuestra homenajeada nació el 6 de diciembre de 1890 siendo su padre el señor Aurelio Valenzuela, un ilustre periodista, y la matrona doña Josefina Ramírez, pertenecientes a una de las generaciones más brillantes que tuvo el pueblo chiquiano con resonancia departamental y nacional. Fue su primer profesor el señor Dámaso Carrillo, en la Escuela Municipal la Srta. Felipa Dextre seguida de la señora Micaela Maguiña, considerada monitora. En su último año en su tierra natal tuvo de maestra a doña Isabel Paredes, llamada la gringa, muy enérgica, exigente y estudiosa. Ingresó al Instituto Sagrado Corazón de Jesús de Huaraz donde finalmente se graduó de Maestra Diplomada con altos honores como la medalla de oro de su promoción.
Ya en el ejercicio de su preceptorado, entre los años de 1910 a 1915, la encontramos al frente de las escuelas municipales de Aquia y Huasta. A mediados de este último año se vio forzada a renunciar a su labor de maestra para recuperarse integralmente de su salud quebrantable.
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En 1915 contrae matrimonio con don Gil Víctor Cerrate Pérez, dedicándose por completo al hogar, dando muestras de sus virtudes de mujer religiosa y de una alta moral con la que se distinguirá a pesar de quedar viuda y en desamparo bastante joven.
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En 1926 retorna al ejercicio de la profesión como directora de la Escuela de Mujeres Nº 352 (hoy C.E. Nº 86211) de esta ciudad, cargo en la que mantiene hasta su sustitución por la Srta. Carmen Arévalo, primera normalista que llegaba al centro educativo. Doña Emiliana, ya como preceptora auxiliar, demostró sus dotes de esforzada y dedicada maestra. En los años posteriores recibió una serie de distinciones de sucesivos inspectores de educación: Teodoro Ballido, Ricardo Chávez, Benjamín Alzamora y Luis Tarazona.
Doña Emiliana Valenzuela de Cerrate no se limitó a la labor docente. Ejerció diferentes cargos públicos: miembro de la Sociedad de Beneficencia Pública por muchos años, dirigente de la Acción Católica de la ciudad, tesorera de la Asociación Magisterial de Chiquián, fundadora y luego secretaria de la Biblioteca Magisterial de esta ciudad, entre otras.
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La vida de doña Emiliana fue ejemplo de dinamismo y entrega, no hubo actuación social en que no estuviera presente, con su distinción e inteligencia, granjeándose el aprecio del pueblo y la sociedad. Fue consejera de las madres chiquianas, de los hogares, de las escuelas. Su ejemplo de mujer de alta moral y de sensibilidad exquisita, su dedicación a los niños no se limitó a la escuela sino, también en los hogares, pues era muy solicitada para dar consejos a sus discípulos y padres por las buenas ideas que siempre sabía dar, como por su ejemplo de vida.
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Al quedar viuda, con seis hijos, no se dejó llevar por el abatimiento y la desesperanza. Muy al contrario. Se dedicó a ellos y dentro de sus posibilidades procuró brindarles una sólida educación en valores. Estos, cada uno en sus opciones han ocupado distinguidos cargos en la sociedad.
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Nuestra homenajeada murió en Lima el 30 de mayo de 1965 a edad avanzada, pero en su ambiente de sosiego y cariño de sus hijos, nietos y el vecindario.
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A esta clase de personas que merecen el respeto unánime, cubre la luminosa necesidad de imitarlos, porque el trabajo y la superación son elementos sustanciales que deben adornar a los hombres y mujeres de la talla de nuestra homenajeada.
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Y, precisamente, en reconocimiento a tan honorable dama y maestra es que la Promoción 1982 del. C.E. que tengo el honor de dirigir, ha tomado su nombre. Sus hijos aquí presentes: Nicanor, Alfonso, Gil, Enma y otros, honran con su presencia esta ceremonia y ponen en evidencia su amor a la madre, a la tierra, a Dios. Es más, con la Banda de Guerra de 14 piezas que nos donan para realizar los actos culturales, están haciendo más visible estos momentos y resaltando la importancia de la música.
Las plantas se marchitan sin el agua, el alma de los niños se pone mustia sin el canto y la música; el sentimiento de la fraternidad se arraiga en los pequeños que unidos aprendieron a deleitarse con la música, y el sentido de la disciplina será mejor asimilado por sus conciencias, si se les inculca usando un sistema en el que la utilidad se aúna a la belleza. La música sublima las pasiones, ennoblece nuestros ideales, quien ame la música será siempre más bueno porque en ella encontrará -en mucho- la compensación que ha de menester su espíritu fustigado por la música. He ahí el significado de esta donación y lo que se propone lograr.
Invito a todos ustedes a tomar en sus manos las riendas del progreso y contribuir a la prosperidad de Chiquián. No veamos esta como una quimera que se acaba como una neblina que se va. Es menester aunar esfuerzos, hundir en la heredad nativa de nuestros alumnos las raíces de un árbol chiquiano que, nutrido por la savia de la virtud del 86211, brinde los frutos opulentos de paz, libertad, justicia, probidad y bien.
Niños de la Promoción Emiliana Valenzuela de Cerrate: ustedes que en este momento egresan de este plantel a continuar sus estudios secundarios, quizá en diferentes centros educativos del país, les encargo seguir el mismo ejemplo de esta señora, practicando y cultivando la moral y educación con dedicación; así gozarán del aprecio sin ingratitud, como esperanza de su pueblo.
Chiquián, 21 de diciembre de 1982
Respetable auditorio:
Tengo a honra traer a este acto la bendición de los instrumentos de música que veis acá, en esta ceremonia y en este día trascendental para la historia del C.E. Nº 86211 y para la Promoción "Emiliana Valenzuela de Cerrate", como culminación de la obra lograda y el homenaje a una maestra de kilates, orgullo del magisterio chiquiano y bolognesino. Por lazos, por amor a la niñez, es parte de aquellas profesoras que se han destacado en los folios históricos de la vida chiquiana. Y es por ello que, al mencionar su nombre, bendito lo llamo, homenajeamos a una profesora ilustre, esclarecida de conocimientos, de una estirpe sencilla y franca, ejemplo de trabajo que todos nosotros tomamos como paradigma de superación.
Nuestra homenajeada nació el 6 de diciembre de 1890 siendo su padre el señor Aurelio Valenzuela, un ilustre periodista, y la matrona doña Josefina Ramírez, pertenecientes a una de las generaciones más brillantes que tuvo el pueblo chiquiano con resonancia departamental y nacional. Fue su primer profesor el señor Dámaso Carrillo, en la Escuela Municipal la Srta. Felipa Dextre seguida de la señora Micaela Maguiña, considerada monitora. En su último año en su tierra natal tuvo de maestra a doña Isabel Paredes, llamada la gringa, muy enérgica, exigente y estudiosa. Ingresó al Instituto Sagrado Corazón de Jesús de Huaraz donde finalmente se graduó de Maestra Diplomada con altos honores como la medalla de oro de su promoción.
Ya en el ejercicio de su preceptorado, entre los años de 1910 a 1915, la encontramos al frente de las escuelas municipales de Aquia y Huasta. A mediados de este último año se vio forzada a renunciar a su labor de maestra para recuperarse integralmente de su salud quebrantable.
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En 1915 contrae matrimonio con don Gil Víctor Cerrate Pérez, dedicándose por completo al hogar, dando muestras de sus virtudes de mujer religiosa y de una alta moral con la que se distinguirá a pesar de quedar viuda y en desamparo bastante joven.
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En 1926 retorna al ejercicio de la profesión como directora de la Escuela de Mujeres Nº 352 (hoy C.E. Nº 86211) de esta ciudad, cargo en la que mantiene hasta su sustitución por la Srta. Carmen Arévalo, primera normalista que llegaba al centro educativo. Doña Emiliana, ya como preceptora auxiliar, demostró sus dotes de esforzada y dedicada maestra. En los años posteriores recibió una serie de distinciones de sucesivos inspectores de educación: Teodoro Ballido, Ricardo Chávez, Benjamín Alzamora y Luis Tarazona.
Doña Emiliana Valenzuela de Cerrate no se limitó a la labor docente. Ejerció diferentes cargos públicos: miembro de la Sociedad de Beneficencia Pública por muchos años, dirigente de la Acción Católica de la ciudad, tesorera de la Asociación Magisterial de Chiquián, fundadora y luego secretaria de la Biblioteca Magisterial de esta ciudad, entre otras.
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La vida de doña Emiliana fue ejemplo de dinamismo y entrega, no hubo actuación social en que no estuviera presente, con su distinción e inteligencia, granjeándose el aprecio del pueblo y la sociedad. Fue consejera de las madres chiquianas, de los hogares, de las escuelas. Su ejemplo de mujer de alta moral y de sensibilidad exquisita, su dedicación a los niños no se limitó a la escuela sino, también en los hogares, pues era muy solicitada para dar consejos a sus discípulos y padres por las buenas ideas que siempre sabía dar, como por su ejemplo de vida.
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Al quedar viuda, con seis hijos, no se dejó llevar por el abatimiento y la desesperanza. Muy al contrario. Se dedicó a ellos y dentro de sus posibilidades procuró brindarles una sólida educación en valores. Estos, cada uno en sus opciones han ocupado distinguidos cargos en la sociedad.
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Nuestra homenajeada murió en Lima el 30 de mayo de 1965 a edad avanzada, pero en su ambiente de sosiego y cariño de sus hijos, nietos y el vecindario.
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A esta clase de personas que merecen el respeto unánime, cubre la luminosa necesidad de imitarlos, porque el trabajo y la superación son elementos sustanciales que deben adornar a los hombres y mujeres de la talla de nuestra homenajeada.
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Y, precisamente, en reconocimiento a tan honorable dama y maestra es que la Promoción 1982 del. C.E. que tengo el honor de dirigir, ha tomado su nombre. Sus hijos aquí presentes: Nicanor, Alfonso, Gil, Enma y otros, honran con su presencia esta ceremonia y ponen en evidencia su amor a la madre, a la tierra, a Dios. Es más, con la Banda de Guerra de 14 piezas que nos donan para realizar los actos culturales, están haciendo más visible estos momentos y resaltando la importancia de la música.
Las plantas se marchitan sin el agua, el alma de los niños se pone mustia sin el canto y la música; el sentimiento de la fraternidad se arraiga en los pequeños que unidos aprendieron a deleitarse con la música, y el sentido de la disciplina será mejor asimilado por sus conciencias, si se les inculca usando un sistema en el que la utilidad se aúna a la belleza. La música sublima las pasiones, ennoblece nuestros ideales, quien ame la música será siempre más bueno porque en ella encontrará -en mucho- la compensación que ha de menester su espíritu fustigado por la música. He ahí el significado de esta donación y lo que se propone lograr.
Invito a todos ustedes a tomar en sus manos las riendas del progreso y contribuir a la prosperidad de Chiquián. No veamos esta como una quimera que se acaba como una neblina que se va. Es menester aunar esfuerzos, hundir en la heredad nativa de nuestros alumnos las raíces de un árbol chiquiano que, nutrido por la savia de la virtud del 86211, brinde los frutos opulentos de paz, libertad, justicia, probidad y bien.
Niños de la Promoción Emiliana Valenzuela de Cerrate: ustedes que en este momento egresan de este plantel a continuar sus estudios secundarios, quizá en diferentes centros educativos del país, les encargo seguir el mismo ejemplo de esta señora, practicando y cultivando la moral y educación con dedicación; así gozarán del aprecio sin ingratitud, como esperanza de su pueblo.
Chiquián, 21 de diciembre de 1982