rubén darío robles moreno
E L P I S H T A C O
¡Cuidado con el Pishtaco!
¡Anda acompañado!
¡Solo desaparecerás!
¡El pishtaco te matará!
Las madres chiquianas aterradas, muy temerosas, a inicios de los años sesenta advertían a sus hijos, esposos y familiares que tuvieran mucho cuidado para no toparse con el pishtaco en el camino al campo, a la chacra o trasladándose a otros lugares, pueblos cercanos y los lejanos.
Recomendaban caminar de día acompañados por algún familiar o amigo, siempre alertos para no ser sorprendidos por el pishtaco.
Al caminar solo de noche o en la madrugada se corría el riesgo de ser atacado por el degollador de seres humanos de cualquier sexo, bajo distintas tretas o modalidades que tenía el pishtaco para engatusar a sus futuras víctimas.
Agazapado en lugares solitarios, recovecos, descampados, bosques, etc. Sorpresivamente los embestía desmayándolos con certeros golpes , llevándoselos a una covacha dónde los descuartizaba con filudos cuchillos con la experiencia que caracterizaba a los temidos pishtacos.
También los esperaba en todo el trayecto de los caminos de herradura (no existían carreteras, solo una trocha carrozable a Conococha)
Los atacaba con certeras puñaladas decapitándolas en el acto, para luego seccionarlas con mucha pericia.
Luego los guardaban en sus grandes alforjas puestas sobre su caballo, con el que se desplazaban por los caminos, llegando a Chiquián y muchos pueblos cercanos, a ciertas horas convenientes para ellos.
Se decía que habían dos o tres de de estos avezados descuartizadoras, pero actuaban cada uno por sus lado con un ayudante o cómplice.
Cada uno llevaba el cadáver descuartizado o entero a su centro de operaciones, una gran cueva o una antigua casona solitaria, dónde tenían todo sus implementos, para pacientemente desollar los cuerpos(vamos por partes, como decía Jack el destripador inglés), separando cuidadosamente los huesos de las carnes. Las viseras las enterraban, aunque algunos contaban que las freían para comérselas, por qué así eran los pishtacos.
Conocían su negocio los pishtacos, decían algunos testigos ocultos.
En una cocina en grandes peroles derretían la grasa humana, su principal producto, luego armaban el esqueleto para venderlos a sus especiales clientes.
Pishtaco, viene del término quechua pishtay-desollar, cortar carnes en tiras.
Tiene una larga tradición en la región andina desde la época prehispánica a decir de algunos cronistas.
Con la llegada de los españoles se incrementó el temor a los pishtacos, por el actuar salvaje y criminal de los europeos insaciables de conseguir riqueza a como de lugar en desmedro de nuestros antepasados.
Muchos españoles catalogados como pishtacos, comercializaban la grasa humana, para preparar ungüentos curativos, darles potencia a sus armas de fuego y engrasar sus armas blancas para evitar su oxidación dándole mayor fluidez al penetrar los cuerpos humanos.
Decían tener convenios con los párrocos de las iglesias para untar las campanas, dándoles mayor sonido y duración, evitando las rajaduras.
Los esqueletos los usaban como soportes en cada extremo de las bases de los puentes, en todas las redes de los caminos que construían a nivel nacional.
A inicios de la década de los años 60, se abría la trocha carrozable, Chiquián-Aquia- Huanzalá-Huánuco.
Entonces cundió el pánico en Chiquián y los pueblos aledaños con la aparición del o los pishtacos en toda la ruta del valle del Aynin, alarmando a todos los pobladores de la zona.
Los conocedores del asunto nos decían que a los esqueletos humanos los armaban parados en el interior de las bases de los puentes con los brazos abiertos hacia arriba (cómo el mítico Atlas sosteniendo al mundo), bajo los extremos de los puentes dándole mayor solides y resistencia en sus bases al pasar los transeúntes y vehículos pesados.
También los ponían a la entrada de los túneles y socavones, como especie de soportes en las minas para evitar peligrosos derrumbes en la entrada e interior .
Los expertos en la materia contaban que los pishtacos vendían la muy solicitada grasa humana para combinarlos con los combustibles utilizados, dándoles mayor potencia a las maquinarias utilizadas en la construcción de las carreteras y minas
Cómo en los tiempos antiguos se comentaba que negociaban con curanderos y brujos de la región para el preparado de ciertas pócimas para curar o hacer maldades.
Además que tenían el negocio con los campanarios.
También decían que las carnes eran vendidas a los centros mineros, para reforzar el preparados de los alimentos, dándoles mayor valor nutritivo y fuerza a sus trabajadores.
Eran traficantes de órganos en complicidad de ciertos centros particulares de salud.
La lenta construcción de la carretera Chiquián - La Unión, unida a la fiebre de los minerales en toda la ruta con pequeños centros mineros y la gigante mina de Huanzalá.
Desde inicios de los años 60, los adolescentes, jóvenes, adultos y la población en general, vivíamos consternados y aterrados, con los alarmantes comentariosde la aparición de los desalmados pishtacos, llegados con los contratistas de las constructoras. Decían que estos pishtacos eran tan desalmados que raptaban especialmente a los jóvenes por ser más fuertes y resistentes sus huesos, aparte de tener sus órganos vitales en mejor estado.
Lo peor que sindicaban a algunos chiquianos, huastinos, aquínos y muchos personajes de la ruta del Yerupaja se habían convertido en cómplices de los criminales pishtacos por el buen dinero que les ofrecían por sus víctimas.
En aquellos tiempos, por todo lo que sucedía, la habladuría de la gente, las supuestas desapariciones a cada momento, ya se desconfiaba hasta del vecino.
El terror cundió y corrió como reguero de polvera en toda la provincia bolognesina. Todos los caminos de herradura se volvieron muy peligrosos.
Las rutas Pampan, Aquia, la Unión, Huasta, Timpoc, Quisipata, Llamac, Caranca, Wuacacorral, Conococha, Rumichaca, Carhuaspunta, Llaclla, Roca, Corpanqui, etc, etc, etc.
Los comentarios dslenguados, malpensados o malévolos, sospechaban de tres personajes chiquianos muy conocidos y decentes; de quienes se decía que en ciertas noches o momentos del día actuaban o enviaban a sus cómplices a cometer sus criminales actos.
Los mal hablados decían que tenían sus centro de operaciones, dos de ellos en sus pequeños fundos en Pampan y el otro a orillas del río Aynin, en el lugar llamado Ninampan.
Recorrían a caballo de noche muy de madrugada, con grandes alforjas sobre sus caballos, ataviados con grandes sombreros cubriéndolos hasta media cara, con grandes ponchos.
Uno de ellos siempte acompañado de un ayudante medio jorobado (algo así como el jorobado de Paris), dándole un aspecto misterioso a la ruta Chiquián - Obraje-Pampan (dónde todavía no había pueblo, eran extensos terrenos de cultivo) y Carcas -Aquia.
También comentaban que los otros dos sospechosos de ser los sanguinarios pishtacos actuaban cada uno por su cuenta y riesgo.
Con tanta habladuría día y noche sobre el actuar de los peligrosos sanguinarios pishtacos y los supuestos descuartizamientos de personas, especialmente de jóvenes en todos los caminos, todos andábamos muy temerosos de correr la misma desgracia de las víctimas.
Solo el "mudito de Huasta" con su característica sonrrisa, recorría muy seguro él, su trayectoria Huasta - Chiquián-Huasta y Huasta-Aquia-Huasta, cargando su especial apachico (manta con productos) en la espalda, ignorando todos los trágicos acontecimientos que por esos caminos estaban sucediendo
EL CARRO FANTASMA
"La bella duriente", así con grandes letras brillantes multicolores, con una gran figura en el frontis superior dónde resaltaba una hermosa sirena, saliendo de las aguas de una azulada laguna, con muchos árboles en sus orillas, mostraba un gran camión nuevecito, con buena carrocería de madera de colores amarillo patito y un rojo bermellón de propiedad de un señor de apellido Morales, de orígen huancayino
Llegó a Chiquián en los primeros años 60, dando vueltas por las calles y la plaza de Armas del pueblo, cuando recién se había concluido la carretera trocha, Chiquián-La Unión. Lo dedicó exclusivamente al transporte de troncos y palos de eucalipto.
Armado con buenas sierras trozadoras, hachas, machetes, motosierras, sogas y sobre todo ofreciendo buen billete a los propietarios de los buenos eucaliptos.
En Chiquián, Aquia, Huasta, Carcas , toda la ruta del Aynin, el " valle encantado del queso", hasta Huallanca y sus alturas, cundió la fiebre del eucalipto, todos ofrecían sus árboles.
Con gente experta bien pagada, el tal Morales arrasó con todos los bosques chiquianos, de Obraje, Pampan, San Isidro (de inmensos eucaliptos de más de cien años), etc.
Trozaban los maderos con perfectas medidas, llevándolas a las minas a negociar en su camión, cada vez más deteriorado por el brutal cargamento y la trocha carrozable con desniveles y llena de huecos en su trayectoria.
El orto negocio, decían, era un pishtaco camuflado o tenía un pacto con ellos, llevando entre los troncos de eucaliptos, los cuerpos humanos seccionados de sus víctimas, transportándolos a las minas, llegando hasta Huanzalá, comercializando su macabra mercadería.
De tanto transitar con su pesado cargamento rodando sobre la escabrosa trocha, con muchos y profundos baches, el camión perdió su hermosa carrocería, quedando solo la plataforma, sin puertas en la caseta, el chofer manejaba agarrándose de lo que quedaba de la lata con la mano izquierda, no tenía luces, ningún faro delantero ni trasero, de noche viajaba solo cuando había luna, en ciertas noches con linterna de mano, etc.
Todo destartalado, ya no decía “La bella durmiente”. Alguien lo cambió por “La bella mugrienta”. El populorum lo cambió por “El carro fantasma”.
En el siglo pasado los abuelitos chiquianos me contaron, al construir la trocha Chiquián - Conococha y el canal Tucu-Chiquián a finales de la década del 30 , aparecieron los pishtacos, asolando las altas punasy bajando a los poblados, para captar jóvenes con los mismos fines macabros.
Concluida la trocha carrozable Chiquian-La Unión y desaparecido el carro fantasma, todo volvió a la normalidad y a la realidad sin un desaparecido, menos los descuartizados.
Los sindicados como pishtacos sospechosos, quedaron en eso, solo sospechosos. Eran hombres de trabajo, dedicados completamente a sus actividades agrícolas y ganaderas. Tal vez eran más tímidos que los normales mortales, por lo que se hacían acompañar, ni siquiera caminaban cortos tramos a pie, por lo que siempre montaban sus caballos.
Las simples sospechas, el chisme, la timidez imaginaria o simplemente un psicosocial, llevó a crear y creer en éste mito.
Los relatos míticos encierran la misma capacidad de síntesis que los sueños Franz Kafka.
¡Anda acompañado!
¡Solo desaparecerás!
¡El pishtaco te matará!
Las madres chiquianas aterradas, muy temerosas, a inicios de los años sesenta advertían a sus hijos, esposos y familiares que tuvieran mucho cuidado para no toparse con el pishtaco en el camino al campo, a la chacra o trasladándose a otros lugares, pueblos cercanos y los lejanos.
Recomendaban caminar de día acompañados por algún familiar o amigo, siempre alertos para no ser sorprendidos por el pishtaco.
Al caminar solo de noche o en la madrugada se corría el riesgo de ser atacado por el degollador de seres humanos de cualquier sexo, bajo distintas tretas o modalidades que tenía el pishtaco para engatusar a sus futuras víctimas.
Agazapado en lugares solitarios, recovecos, descampados, bosques, etc. Sorpresivamente los embestía desmayándolos con certeros golpes , llevándoselos a una covacha dónde los descuartizaba con filudos cuchillos con la experiencia que caracterizaba a los temidos pishtacos.
También los esperaba en todo el trayecto de los caminos de herradura (no existían carreteras, solo una trocha carrozable a Conococha)
Los atacaba con certeras puñaladas decapitándolas en el acto, para luego seccionarlas con mucha pericia.
Luego los guardaban en sus grandes alforjas puestas sobre su caballo, con el que se desplazaban por los caminos, llegando a Chiquián y muchos pueblos cercanos, a ciertas horas convenientes para ellos.
Se decía que habían dos o tres de de estos avezados descuartizadoras, pero actuaban cada uno por sus lado con un ayudante o cómplice.
Cada uno llevaba el cadáver descuartizado o entero a su centro de operaciones, una gran cueva o una antigua casona solitaria, dónde tenían todo sus implementos, para pacientemente desollar los cuerpos(vamos por partes, como decía Jack el destripador inglés), separando cuidadosamente los huesos de las carnes. Las viseras las enterraban, aunque algunos contaban que las freían para comérselas, por qué así eran los pishtacos.
Conocían su negocio los pishtacos, decían algunos testigos ocultos.
En una cocina en grandes peroles derretían la grasa humana, su principal producto, luego armaban el esqueleto para venderlos a sus especiales clientes.
Pishtaco, viene del término quechua pishtay-desollar, cortar carnes en tiras.
Tiene una larga tradición en la región andina desde la época prehispánica a decir de algunos cronistas.
Con la llegada de los españoles se incrementó el temor a los pishtacos, por el actuar salvaje y criminal de los europeos insaciables de conseguir riqueza a como de lugar en desmedro de nuestros antepasados.
Muchos españoles catalogados como pishtacos, comercializaban la grasa humana, para preparar ungüentos curativos, darles potencia a sus armas de fuego y engrasar sus armas blancas para evitar su oxidación dándole mayor fluidez al penetrar los cuerpos humanos.
Decían tener convenios con los párrocos de las iglesias para untar las campanas, dándoles mayor sonido y duración, evitando las rajaduras.
Los esqueletos los usaban como soportes en cada extremo de las bases de los puentes, en todas las redes de los caminos que construían a nivel nacional.
A inicios de la década de los años 60, se abría la trocha carrozable, Chiquián-Aquia- Huanzalá-Huánuco.
Entonces cundió el pánico en Chiquián y los pueblos aledaños con la aparición del o los pishtacos en toda la ruta del valle del Aynin, alarmando a todos los pobladores de la zona.
Los conocedores del asunto nos decían que a los esqueletos humanos los armaban parados en el interior de las bases de los puentes con los brazos abiertos hacia arriba (cómo el mítico Atlas sosteniendo al mundo), bajo los extremos de los puentes dándole mayor solides y resistencia en sus bases al pasar los transeúntes y vehículos pesados.
También los ponían a la entrada de los túneles y socavones, como especie de soportes en las minas para evitar peligrosos derrumbes en la entrada e interior .
Los expertos en la materia contaban que los pishtacos vendían la muy solicitada grasa humana para combinarlos con los combustibles utilizados, dándoles mayor potencia a las maquinarias utilizadas en la construcción de las carreteras y minas
Cómo en los tiempos antiguos se comentaba que negociaban con curanderos y brujos de la región para el preparado de ciertas pócimas para curar o hacer maldades.
Además que tenían el negocio con los campanarios.
También decían que las carnes eran vendidas a los centros mineros, para reforzar el preparados de los alimentos, dándoles mayor valor nutritivo y fuerza a sus trabajadores.
Eran traficantes de órganos en complicidad de ciertos centros particulares de salud.
La lenta construcción de la carretera Chiquián - La Unión, unida a la fiebre de los minerales en toda la ruta con pequeños centros mineros y la gigante mina de Huanzalá.
Desde inicios de los años 60, los adolescentes, jóvenes, adultos y la población en general, vivíamos consternados y aterrados, con los alarmantes comentariosde la aparición de los desalmados pishtacos, llegados con los contratistas de las constructoras. Decían que estos pishtacos eran tan desalmados que raptaban especialmente a los jóvenes por ser más fuertes y resistentes sus huesos, aparte de tener sus órganos vitales en mejor estado.
Lo peor que sindicaban a algunos chiquianos, huastinos, aquínos y muchos personajes de la ruta del Yerupaja se habían convertido en cómplices de los criminales pishtacos por el buen dinero que les ofrecían por sus víctimas.
En aquellos tiempos, por todo lo que sucedía, la habladuría de la gente, las supuestas desapariciones a cada momento, ya se desconfiaba hasta del vecino.
El terror cundió y corrió como reguero de polvera en toda la provincia bolognesina. Todos los caminos de herradura se volvieron muy peligrosos.
Las rutas Pampan, Aquia, la Unión, Huasta, Timpoc, Quisipata, Llamac, Caranca, Wuacacorral, Conococha, Rumichaca, Carhuaspunta, Llaclla, Roca, Corpanqui, etc, etc, etc.
Los comentarios dslenguados, malpensados o malévolos, sospechaban de tres personajes chiquianos muy conocidos y decentes; de quienes se decía que en ciertas noches o momentos del día actuaban o enviaban a sus cómplices a cometer sus criminales actos.
Los mal hablados decían que tenían sus centro de operaciones, dos de ellos en sus pequeños fundos en Pampan y el otro a orillas del río Aynin, en el lugar llamado Ninampan.
Recorrían a caballo de noche muy de madrugada, con grandes alforjas sobre sus caballos, ataviados con grandes sombreros cubriéndolos hasta media cara, con grandes ponchos.
Uno de ellos siempte acompañado de un ayudante medio jorobado (algo así como el jorobado de Paris), dándole un aspecto misterioso a la ruta Chiquián - Obraje-Pampan (dónde todavía no había pueblo, eran extensos terrenos de cultivo) y Carcas -Aquia.
También comentaban que los otros dos sospechosos de ser los sanguinarios pishtacos actuaban cada uno por su cuenta y riesgo.
Con tanta habladuría día y noche sobre el actuar de los peligrosos sanguinarios pishtacos y los supuestos descuartizamientos de personas, especialmente de jóvenes en todos los caminos, todos andábamos muy temerosos de correr la misma desgracia de las víctimas.
Solo el "mudito de Huasta" con su característica sonrrisa, recorría muy seguro él, su trayectoria Huasta - Chiquián-Huasta y Huasta-Aquia-Huasta, cargando su especial apachico (manta con productos) en la espalda, ignorando todos los trágicos acontecimientos que por esos caminos estaban sucediendo
EL CARRO FANTASMA
"La bella duriente", así con grandes letras brillantes multicolores, con una gran figura en el frontis superior dónde resaltaba una hermosa sirena, saliendo de las aguas de una azulada laguna, con muchos árboles en sus orillas, mostraba un gran camión nuevecito, con buena carrocería de madera de colores amarillo patito y un rojo bermellón de propiedad de un señor de apellido Morales, de orígen huancayino
Llegó a Chiquián en los primeros años 60, dando vueltas por las calles y la plaza de Armas del pueblo, cuando recién se había concluido la carretera trocha, Chiquián-La Unión. Lo dedicó exclusivamente al transporte de troncos y palos de eucalipto.
Armado con buenas sierras trozadoras, hachas, machetes, motosierras, sogas y sobre todo ofreciendo buen billete a los propietarios de los buenos eucaliptos.
En Chiquián, Aquia, Huasta, Carcas , toda la ruta del Aynin, el " valle encantado del queso", hasta Huallanca y sus alturas, cundió la fiebre del eucalipto, todos ofrecían sus árboles.
Con gente experta bien pagada, el tal Morales arrasó con todos los bosques chiquianos, de Obraje, Pampan, San Isidro (de inmensos eucaliptos de más de cien años), etc.
Trozaban los maderos con perfectas medidas, llevándolas a las minas a negociar en su camión, cada vez más deteriorado por el brutal cargamento y la trocha carrozable con desniveles y llena de huecos en su trayectoria.
El orto negocio, decían, era un pishtaco camuflado o tenía un pacto con ellos, llevando entre los troncos de eucaliptos, los cuerpos humanos seccionados de sus víctimas, transportándolos a las minas, llegando hasta Huanzalá, comercializando su macabra mercadería.
De tanto transitar con su pesado cargamento rodando sobre la escabrosa trocha, con muchos y profundos baches, el camión perdió su hermosa carrocería, quedando solo la plataforma, sin puertas en la caseta, el chofer manejaba agarrándose de lo que quedaba de la lata con la mano izquierda, no tenía luces, ningún faro delantero ni trasero, de noche viajaba solo cuando había luna, en ciertas noches con linterna de mano, etc.
Todo destartalado, ya no decía “La bella durmiente”. Alguien lo cambió por “La bella mugrienta”. El populorum lo cambió por “El carro fantasma”.
En el siglo pasado los abuelitos chiquianos me contaron, al construir la trocha Chiquián - Conococha y el canal Tucu-Chiquián a finales de la década del 30 , aparecieron los pishtacos, asolando las altas punasy bajando a los poblados, para captar jóvenes con los mismos fines macabros.
Concluida la trocha carrozable Chiquian-La Unión y desaparecido el carro fantasma, todo volvió a la normalidad y a la realidad sin un desaparecido, menos los descuartizados.
Los sindicados como pishtacos sospechosos, quedaron en eso, solo sospechosos. Eran hombres de trabajo, dedicados completamente a sus actividades agrícolas y ganaderas. Tal vez eran más tímidos que los normales mortales, por lo que se hacían acompañar, ni siquiera caminaban cortos tramos a pie, por lo que siempre montaban sus caballos.
Las simples sospechas, el chisme, la timidez imaginaria o simplemente un psicosocial, llevó a crear y creer en éste mito.
Los relatos míticos encierran la misma capacidad de síntesis que los sueños Franz Kafka.