ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE
EL PROBLEMA DEL CAMPESINO EN EL PERÚ
El próximo 24 de junio se celebra en nuestro país el Día del Campesino, fecha que alude al solsticio de invierno y cuya importancia era sagrada para la cultura inca. Es necesario mencionar también que esta festividad era conocida anteriormente como “Día del Indio”, término peyorativo con el que se denominaba al peruano de origen andino. Esta despectiva terminología cambió el 24 de junio de 1960 cuando se dio la, tan esperada, Ley de Reforma Agraria. Es por ello que deseo compartir esta nota sobre el tema, escrito hace un par de décadas, debido a que me parece interesante conocer que opinaban al respecto dos de los pensadores peruanos más identificados con dicha temática. Me refiero a José Carlos Mariátegui y Manuel González Prada. Sus trabajos y dedicación a la problemática campesina peruana son y han sido fuentes para posteriores estudios. Indudablemente que este tema tiene detractores y habrá quienes consideren el problema campesino en nuestro país como algo superado, por decir lo menos. Sin embargo, sigue allí, latente y a la espera de una solución que beneficie a esa gran mayoría de peruanos. Muchos quisieran que ni siquiera exista, utilizando el término indígena como insulto o sintiéndose heridos en lo más profundo de su ser cuando se menciona que por las venas de la gran mayoría de nosotros, los peruanos, en mayor o menor grado, corre sangre de los forjadores de una de las civilizaciones más admiradas del mundo. Lo paradójico es que muchos de sus detractores saborean, sin rubor, dicho sea de paso, un olluquito con charqui o una mazamorra de chuño, además de disipar sus frustraciones diarias bailando un alegre huaynito. Creo que es necesario reflexionar sobre el tema y tomar conciencia de lo que somos para de esa forma identificarnos con nuestra realidad y ver con más claridad el futuro de nuestra patria.
“Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste como problema económico social son otros tantos estériles ejercicios teóricos, -y a veces verbales-, condenados a un absoluto descrédito. No las salvan a algunas su buena fe. Prácticamente todas no han servido sino para ocultarlo o desfigurar la realidad del problema” (Mariátegui, p35). De ésta forma, clara, directa, y firme, José Carlos Mariátegui inicia su estudio sobre un problema que, hasta la actualidad, no ha sido encarado directa y realísticamente por los diferentes gobiernos peruanos. La problemática campesina se inicia en el sistema de propiedad de la tierra, basado en el gamonalismo, y que hace que unos cuantos hayas sido los dueños de todas las tierras aprovechables, dejando al campesino, en el mejor de los casos, las que no tienen valor. Esta triste realidad hace que el campesino viva en condición de servidumbre y de extrema pobreza, teniendo como contraparte al latifundista, el cual usufructúa tierras, en la mayor parte adquirida mediante artimañas legales, apoyadas por autoridades que estaban al servicio del gamonal. “Si el gamonal de la sierra sirve de agente político al señorón de la Lima, el señorón de Lima defiende al gamonal de la sierra cuando abusa bárbaramente del indio” (García, p54), anota coincidentemente Manuel Gonzáles Prada en su ensayo titulado “Nuestros indios”, literato e ideólogo peruano, anterior a Mariátegui, cuya visión, en cuanto a la situación socio económica del indio, encuentra eco y apoyo en los Siete Ensayos. Las castas dominantes dieron origen a la idea de que el indio es un ser inferior, carente de inteligencia, embrutecido por la coca y, por lo tanto, necesitaba de la guía y protección del hacendado. Bajo este sistema injusto de tenencia de la tierra, el campesino, siendo la gran mayoría de la población, queda al margen del sistema económico, pese a que, como bien lo señala Manuel González Prada “el verdadero Perú lo formaban los millones de indios de los valles andinos”.
“Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste como problema económico social son otros tantos estériles ejercicios teóricos, -y a veces verbales-, condenados a un absoluto descrédito. No las salvan a algunas su buena fe. Prácticamente todas no han servido sino para ocultarlo o desfigurar la realidad del problema” (Mariátegui, p35). De ésta forma, clara, directa, y firme, José Carlos Mariátegui inicia su estudio sobre un problema que, hasta la actualidad, no ha sido encarado directa y realísticamente por los diferentes gobiernos peruanos. La problemática campesina se inicia en el sistema de propiedad de la tierra, basado en el gamonalismo, y que hace que unos cuantos hayas sido los dueños de todas las tierras aprovechables, dejando al campesino, en el mejor de los casos, las que no tienen valor. Esta triste realidad hace que el campesino viva en condición de servidumbre y de extrema pobreza, teniendo como contraparte al latifundista, el cual usufructúa tierras, en la mayor parte adquirida mediante artimañas legales, apoyadas por autoridades que estaban al servicio del gamonal. “Si el gamonal de la sierra sirve de agente político al señorón de la Lima, el señorón de Lima defiende al gamonal de la sierra cuando abusa bárbaramente del indio” (García, p54), anota coincidentemente Manuel Gonzáles Prada en su ensayo titulado “Nuestros indios”, literato e ideólogo peruano, anterior a Mariátegui, cuya visión, en cuanto a la situación socio económica del indio, encuentra eco y apoyo en los Siete Ensayos. Las castas dominantes dieron origen a la idea de que el indio es un ser inferior, carente de inteligencia, embrutecido por la coca y, por lo tanto, necesitaba de la guía y protección del hacendado. Bajo este sistema injusto de tenencia de la tierra, el campesino, siendo la gran mayoría de la población, queda al margen del sistema económico, pese a que, como bien lo señala Manuel González Prada “el verdadero Perú lo formaban los millones de indios de los valles andinos”.
El razonamiento de José Carlos Mariátegui sobre el problema del campesino encuentra su par ideológico en el de Gonzáles Prada. Para ambos, éste tiene su origen en la conquista española y en la continuidad de la opresión indígena durante la República. Los dos coinciden en que el injusto sistema feudal del gamonalismo es el origen de la injusticia social en el Perú. Durante siglos, desde la época colonial, el campesino fue visto como una fuente de mano de obra gratuita para beneficiar al propietario de las tierras. Ambos pensadores no estaban errados al afirmar que la situación del campesino había empeorado con el advenimiento de la República. En esta época de la historia peruana se cometieron abusos iguales o peores que durante la dominación española. Al trabajo del campesino se le consideraba una obligación, primero para el encomendero español, luego para el latifundista de la época republicana y, en última instancia, para el estado mismo. Además estaba sujeto a lo que, con nombre patriotero y resonante se llamaba “contingente de sangre”, que en buen romance significaba ser carne de cañón para las inacabables guerras civiles durante la república, guerras en los que era obligado a participar, contra su voluntad, al servicio de caudillos y causas que no conocía ni eran suyos, al mando de jefes que no hablaban ni entendían su idioma -el campesino habla quechua, el mandón castellano- pero que sí eran de interés para el gamonal al cual ha servido por generaciones. Todo esto bajo el pretexto de “servir a la patria”, una patria que le imponía deberes y obligaciones, pero que no le concedía ni siquiera el más elemental de los derechos en un país agrícola, como es el de poseer un pequeño pedazo de tierra que le permitiera alimentar a su familia. A cien años de declarada la independencia de España la situación del campesino no había cambiado, y lo que es peor, no daba señales de mejorar.
Es necesario mencionar que existe una connotación racial en el trato del nativo, no solamente en el Perú, sino a toda Latinoamérica. La clase dominante, desde la época colonial, siempre se ha creído racialmente superior al nativo para, de esa forma consolidar su poder. Con ese fin creó estereotipos negativos alrededor del aborigen americano que han conducido, a lo que se podría llamar, “vergüenza oficial”, por parte de los encargados del poder, de identificarse con todo a lo que a este se relacione. Esta actitud ha llegado a extremos ridículos, como el de ignorar su existencia y, por lo tanto, su influencia cultural en la vida de nuestras naciones americanas. Pablo Neruda explica ese sentimiento con sutil ironía en su ensayo “Nosotros los indios” y Luis Cardozo y Aragón lo hace latente en “Un Guacamayo en el Polo”. Este último coincide con Mariátegui cuando afirma que “la causa fundamental del atraso ha residido en la tenencia de la tierra y los sistemas de explotación: origen de la miseria de la inmensa mayoría de la población desposeída, que es campesina” (Skirius p310).
El realizar un estudio de la situación del campesino peruano requiere buscar sus orígenes en la historia y compararla de acuerdo a las circunstancias. Mariátegui lo hace y su diagnóstico es cierto y doloroso. Encuentra al periodo colonial menos culpable que la República debido a que, el primero era un gobierno extranjero y medioeval, en donde, en teoría, algunas ordenanzas reales trataron de reglamentar el trato a los nativos, mientras que el segundo, inspirada en pensamientos modernos y lúcidos, tenía el deber de redimirlo y no lo hizo. Más bien, se encargó de pauperizar sus condiciones de vida y de utilizarlo como una fuente gratuita de generar riqueza.
Finalmente, termina su ensayo refutando las diversas explicaciones que existían para explicar el problema. Afirma que el problema del campesino en el Perú no es administrativo, desde la colonia habían existido regulaciones para, supuestamente, proteger al nativo. Tampoco se puede decir que es jurídico porque, bajo el amparo de la ley se le había despojado y ultrajado. El campesino no pertenecía a una raza inferior, había creado un poderoso imperio antes de la llegada de los españoles, entonces no era un problema étnico. “Niega que sea un problema moral debido a que los crímenes y excesos de los colonizadores no se han detenido por el sentido moral y humanitario de la civilización” (Mariátegui, p40). Asimismo, no es un problema educacional debido a que no se trata de métodos didácticos sino de que la realidad económico social condiciona la labor del educador. Igualmente niega que sea un problema religioso por cuanto afirma que, si en su mejor época, cuando la iglesia tenía capacidad espiritual e intelectual, no pudo hacer nada, menos hará ahora con los que la representan. “El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indígena en el problema de la tierra” (Mariáteguí, p44) y concluye “la solución del problema de indio tienen que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios (Mariátegui, p49). A los casi cien años de su muerte las palabras de José Carlos Mariátegui aun siguen resonando en la realidad peruana, por cuanto la situación del campesino, poco o nada ha cambiado desde que las escribiera.
Libros consultados para este artículo:
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. José Carlos Mariátegui.
El Ensayo Hispanoamericano del siglo XX. John Skirius.
El Ensayo Hispanoamericano. Antonio García Lozada.
Agradecimiento: las fotografías de esta nota fueron tomadas por el Sr. Marlon Mogollón Gamarra.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
Es necesario mencionar que existe una connotación racial en el trato del nativo, no solamente en el Perú, sino a toda Latinoamérica. La clase dominante, desde la época colonial, siempre se ha creído racialmente superior al nativo para, de esa forma consolidar su poder. Con ese fin creó estereotipos negativos alrededor del aborigen americano que han conducido, a lo que se podría llamar, “vergüenza oficial”, por parte de los encargados del poder, de identificarse con todo a lo que a este se relacione. Esta actitud ha llegado a extremos ridículos, como el de ignorar su existencia y, por lo tanto, su influencia cultural en la vida de nuestras naciones americanas. Pablo Neruda explica ese sentimiento con sutil ironía en su ensayo “Nosotros los indios” y Luis Cardozo y Aragón lo hace latente en “Un Guacamayo en el Polo”. Este último coincide con Mariátegui cuando afirma que “la causa fundamental del atraso ha residido en la tenencia de la tierra y los sistemas de explotación: origen de la miseria de la inmensa mayoría de la población desposeída, que es campesina” (Skirius p310).
El realizar un estudio de la situación del campesino peruano requiere buscar sus orígenes en la historia y compararla de acuerdo a las circunstancias. Mariátegui lo hace y su diagnóstico es cierto y doloroso. Encuentra al periodo colonial menos culpable que la República debido a que, el primero era un gobierno extranjero y medioeval, en donde, en teoría, algunas ordenanzas reales trataron de reglamentar el trato a los nativos, mientras que el segundo, inspirada en pensamientos modernos y lúcidos, tenía el deber de redimirlo y no lo hizo. Más bien, se encargó de pauperizar sus condiciones de vida y de utilizarlo como una fuente gratuita de generar riqueza.
Finalmente, termina su ensayo refutando las diversas explicaciones que existían para explicar el problema. Afirma que el problema del campesino en el Perú no es administrativo, desde la colonia habían existido regulaciones para, supuestamente, proteger al nativo. Tampoco se puede decir que es jurídico porque, bajo el amparo de la ley se le había despojado y ultrajado. El campesino no pertenecía a una raza inferior, había creado un poderoso imperio antes de la llegada de los españoles, entonces no era un problema étnico. “Niega que sea un problema moral debido a que los crímenes y excesos de los colonizadores no se han detenido por el sentido moral y humanitario de la civilización” (Mariátegui, p40). Asimismo, no es un problema educacional debido a que no se trata de métodos didácticos sino de que la realidad económico social condiciona la labor del educador. Igualmente niega que sea un problema religioso por cuanto afirma que, si en su mejor época, cuando la iglesia tenía capacidad espiritual e intelectual, no pudo hacer nada, menos hará ahora con los que la representan. “El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indígena en el problema de la tierra” (Mariáteguí, p44) y concluye “la solución del problema de indio tienen que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios (Mariátegui, p49). A los casi cien años de su muerte las palabras de José Carlos Mariátegui aun siguen resonando en la realidad peruana, por cuanto la situación del campesino, poco o nada ha cambiado desde que las escribiera.
Libros consultados para este artículo:
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. José Carlos Mariátegui.
El Ensayo Hispanoamericano del siglo XX. John Skirius.
El Ensayo Hispanoamericano. Antonio García Lozada.
Agradecimiento: las fotografías de esta nota fueron tomadas por el Sr. Marlon Mogollón Gamarra.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]