armando zarazú aldave
LA PLAZA DE NUESTROS PUEBLOS
La plaza de armas de una población es el orgullo de sus habitantes, representa, por decir lo menos, la carta de presentación que estos tienen para sus visitantes. Es el lugar emblemático por antonomasia, testigo de los sucesos más grandes e importantes del pueblo, como de los más tristes también; es el escenario de las grandes recepciones a los visitantes, el sitio en donde los niños, lo jóvenes y los ciudadanos lucen al máximo su patriotismo, marchando gallardamente en fiestas patrias o en ocasiones especiales. Los políticos la usan para organizar sus manifestaciones partidarias en donde ofrecen el oro y el moro a la asistencia, que por lo general es toda la población. la cual acude no porque simpatice con el candidato que la está utilizando, sino porque es la única actividad que rompe la monotonía de su diario vivir. Además, en la plaza de armas se reúnen los amigos, de todas las edades, para compartir las últimas novedades del pueblo o simplemente pasar momentos de grata y amena conversación; incluso es el lugar obligado, luego de la tradicional novena o rezo religioso, para que algunas parejitas den unas cuantas vueltas alrededor de ella musitándose palabras dulces al oído. En buen romance, la plaza es el alma de todo pueblo que se respete.
Una de las características, que hacen especial a la plaza de armas de la Villa de Aquia, son sus hermosos cipreses, podados con forma de animales andinos y figuras geométricas. Particularidad que la hacen única, por decir lo menos, entre las plazas de los pueblos aledaños a Chiquián. Es indudable que, para cada uno de los lectores, la plaza de su pueblo es la mejor, de ello no cabe la menor duda. Sin embargo, el motivo de esta nota no es hacer comparaciones de ninguna índole sobre el tema, por el contrario, es un llamado a reflexionar sobre la necesidad imperiosa de cuidar el legado cultural que nos dejaron los mayores. Aquellos que, gracias a su laboriosidad, interés y amor desinteresado por lo suyo y por la tierra que los vio nacer, idearon formas de hacerla cada vez más hermosa.
Una de las características, que hacen especial a la plaza de armas de la Villa de Aquia, son sus hermosos cipreses, podados con forma de animales andinos y figuras geométricas. Particularidad que la hacen única, por decir lo menos, entre las plazas de los pueblos aledaños a Chiquián. Es indudable que, para cada uno de los lectores, la plaza de su pueblo es la mejor, de ello no cabe la menor duda. Sin embargo, el motivo de esta nota no es hacer comparaciones de ninguna índole sobre el tema, por el contrario, es un llamado a reflexionar sobre la necesidad imperiosa de cuidar el legado cultural que nos dejaron los mayores. Aquellos que, gracias a su laboriosidad, interés y amor desinteresado por lo suyo y por la tierra que los vio nacer, idearon formas de hacerla cada vez más hermosa.
Corrían los años 40 y la plaza de armas de Aquia, al igual que la de muchas otras poblaciones de los andes peruanos, era un terreno eriazo y baldío, en donde se celebraban las corridas de toros de la fiesta de San Miguel, Miquichito para sus devotos. Es en esa época que don Alejandro Narvaja Huerta, alcalde distrital de Aquia, tuvo la idea de hacer más atractiva la plaza de armas de su tierra, para lo cual enlistó en su proyecto a su paisano, el ingeniero Flavio Figueroa Vázquez y juntos diseñaron la moderna plaza de Aquia. Muy pronto se sumó al proyecto el gobernador don Artemio Vázquez Ames quien, entre los años 40 y 50 hizo plantar los cipreses que con el tiempo se convirtieron en motivo de orgullo de todos los aquinos. Finalmente, don Emiliano Álvarez Aldave fue el encargado de darle forma de animales andinos y de figuras geométricas a los árboles que ya empezaban a adornar y dar más colorido a la plaza. Ahora bien, las plantas necesitaban mantenimiento, y de ello se encargó, hasta antes de viajar a radicarse en Lima, un aquino de los de antes, don Lizardo Arieta.
Con el correr de los años la hermosura de la plaza de armas de Aquia, gracias al cuidado de los gobiernos municipales de turno, fue manteniendo e incluso acrecentando su belleza. Desgraciadamente, y esto es penoso decirlo, hace pocos días, manos inescrupulosas y criminales, carentes de civilidad y, sobre todo, desconocedoras de la historia de un pueblo, han dañado la imagen de la plaza de armas de Aquia, quemando uno de los árboles que la adornaban. Lamentablemente el daño está hecho, los llantos de arrepentimiento de los culpables, en caso se les descubra, no tendrán sentido. Bien sabemos que nuestro país sufre de una inmensa crisis educacional y cívica, pero eso no es motivo suficiente para aceptar alegremente cualquier excusa por lo sucedido en la plaza de armas de la Villa de Aquia. Además, como bien dicen, tras insulto injuria; en las fotografías tomadas al momento de suceder la barbarie cometida, se puede apreciar algunas personas mirando lo que sucede, tomando fotografías, pero que nada hacen para apagar el fuego. Muy censurable, por cierto.
El legado cultural recibido de nuestros padres se debe preservar, tratando de mantenerlo incólume, a fin de que las generaciones venideras puedan conocer y sentirse orgullosos de su herencia cultural, el cual, llegado el momento, también lo puedan transmitir a sus hijos.
Nota.- Las fotografías que acompañan este artículo fueron proporcionadas por el Sr. Marlon Gilbert Mogollón Gamarra.
Con el correr de los años la hermosura de la plaza de armas de Aquia, gracias al cuidado de los gobiernos municipales de turno, fue manteniendo e incluso acrecentando su belleza. Desgraciadamente, y esto es penoso decirlo, hace pocos días, manos inescrupulosas y criminales, carentes de civilidad y, sobre todo, desconocedoras de la historia de un pueblo, han dañado la imagen de la plaza de armas de Aquia, quemando uno de los árboles que la adornaban. Lamentablemente el daño está hecho, los llantos de arrepentimiento de los culpables, en caso se les descubra, no tendrán sentido. Bien sabemos que nuestro país sufre de una inmensa crisis educacional y cívica, pero eso no es motivo suficiente para aceptar alegremente cualquier excusa por lo sucedido en la plaza de armas de la Villa de Aquia. Además, como bien dicen, tras insulto injuria; en las fotografías tomadas al momento de suceder la barbarie cometida, se puede apreciar algunas personas mirando lo que sucede, tomando fotografías, pero que nada hacen para apagar el fuego. Muy censurable, por cierto.
El legado cultural recibido de nuestros padres se debe preservar, tratando de mantenerlo incólume, a fin de que las generaciones venideras puedan conocer y sentirse orgullosos de su herencia cultural, el cual, llegado el momento, también lo puedan transmitir a sus hijos.
Nota.- Las fotografías que acompañan este artículo fueron proporcionadas por el Sr. Marlon Gilbert Mogollón Gamarra.