FILOMENOS ZUBIETA NÚÑEZ
ANDRES AVELINO CACERES EN CHIQUIAN
Andrés Avelino Cáceres, el héroe de la breña durante la Guerra con Chile, llegó con sus hombres a Chiquián el 16 de julio de 1883. Fecha histórica que es mencionado por su esposa Antonia Morena de Cáceres.
Antonia Moreno, y con sus hijas muy tiernas: Hortencia, Zoila Aurora y Amelia, participó activamente de los episodios y sufrimientos de la infausta guerra. A Salto de mata se desplazó por diversos lugares del Perú evitando se capturada, encontrándose eventualmente con su marido y asumiendo tareas de propaganda, atención a los heridos y distracción al enemigo para evitar mayores daños del enemigo.
Años después, en base a sus recuerdos y apuntes dispersos, redactó sus Recuerdos de la Campaña de la Breña (1881-1883), revisada más tarde por su hija Hortencia Cáceres de Porras y publicada en 1974; finalmente, en versión contrastada, en el 2012 por la gestión del Dr. Hernán Amat Olazábal por la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica y la Orden de la Legión del Mariscal Cáceres.
Como es de conocimiento, a la parte de la historia patria comprendida entre la ocupación de Lima por ejército chileno en enero de 1881 hasta la desocupación final en junio de 1883, se denomina Campaña de la Breña. Muchas veces nos han preguntado por qué Breña. La respuesta es sencilla: la campaña de resistencia al ejército chilena dirigida por Andrés Avelino Cáceres fue fundamentalmente a lo largo de las estribaciones de la Cordillera de los Andes conformada por quebradas, laderas, valles y cordilleras que la difícil geografía del Perú ofrece y que en conjunto toman la denominación de Breña. Es más, esta denominación –según Antonia Moreno de Cáceres- fue asignada por los chiquianos.
Después de la Batalla de Huamachuco, una parte de los breñeros al mando de Cáceres se desplazan al sur y llegan a Chiquián el 16 de julio de 1883. Son recibidos por Luis Pardo, El Viejo, abuelo del futuro bandolero que Antonia Moreno equivocadamente cree que fue este último (a la fecha estaba con nueve años de edad). Aquí son recibidos, atendidos como las circunstancias se merecen. Es más, le dedican versos en una canción donde queda perennizada la denominación de Breña. Descansan lo necesario y con un contingente de jóvenes chiquianos continúan hacia Cajatambo. Hemos tenido la oportunidad de ver fotografías y grabados de breñeros chiquianos desplazándose por la geografía escabrosa de nuestras tierras, también fotografías con leyendas como la que acompaña este artículo.
Para conocimiento y valoración, transcribimos a continuación la parte referida a la presencia de Cáceres en Chiquián el 16 de julio de 1883 que nos ofrecen los “Recuerdos….” De doña Antonia Moreno de Cáceres.
Un episodio conmovedor era, asimismo, relatado por Cáceres: nos decía que en Huamachuco en un momento de angustia, rodeado de sus ayudantes y en plena lucha, un soldado herido se le acercó tratando de coger las bridas del caballo y le dijo “Tayta mi general, ve que he cumplido mi juramento de los Tres Ríos”. Y, al terminar la frase, cayó muerto. Tal prueba dejó hondamente emocionado a mi marido hasta hacerle derramar lágrimas. Esta conciencia de la misión llevada hasta el sacrificio palpitaba en el corazón de cada breñero, como el eco del ejemplo que les daba el mismo jefe y del cual es una muestra el siguiente hecho: al salir del combate, en la forma ya descrita y después de haberse alejado del campo, Cáceres se había sentado a descansar en un peñón, cuando se le presentó herido el general Justiniano Borgoño y le dijo: “General, creo que todos hemos cumplido con nuestro deber”. “Sí, coronel todos hemos cumplido con nuestro deber recalcó –recalcó Cáceres”. Y ahora, coronel, usted se va al Norte a reorganizar tropas, mientras yo seguiré al interior para formar nuevo ejército y combatir hasta arrojar de la patria a los enemigos”.
Andrés Avelino Cáceres, el héroe de la breña durante la Guerra con Chile, llegó con sus hombres a Chiquián el 16 de julio de 1883. Fecha histórica que es mencionado por su esposa Antonia Morena de Cáceres.
Antonia Moreno, y con sus hijas muy tiernas: Hortencia, Zoila Aurora y Amelia, participó activamente de los episodios y sufrimientos de la infausta guerra. A Salto de mata se desplazó por diversos lugares del Perú evitando se capturada, encontrándose eventualmente con su marido y asumiendo tareas de propaganda, atención a los heridos y distracción al enemigo para evitar mayores daños del enemigo.
Años después, en base a sus recuerdos y apuntes dispersos, redactó sus Recuerdos de la Campaña de la Breña (1881-1883), revisada más tarde por su hija Hortencia Cáceres de Porras y publicada en 1974; finalmente, en versión contrastada, en el 2012 por la gestión del Dr. Hernán Amat Olazábal por la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica y la Orden de la Legión del Mariscal Cáceres.
Como es de conocimiento, a la parte de la historia patria comprendida entre la ocupación de Lima por ejército chileno en enero de 1881 hasta la desocupación final en junio de 1883, se denomina Campaña de la Breña. Muchas veces nos han preguntado por qué Breña. La respuesta es sencilla: la campaña de resistencia al ejército chilena dirigida por Andrés Avelino Cáceres fue fundamentalmente a lo largo de las estribaciones de la Cordillera de los Andes conformada por quebradas, laderas, valles y cordilleras que la difícil geografía del Perú ofrece y que en conjunto toman la denominación de Breña. Es más, esta denominación –según Antonia Moreno de Cáceres- fue asignada por los chiquianos.
Después de la Batalla de Huamachuco, una parte de los breñeros al mando de Cáceres se desplazan al sur y llegan a Chiquián el 16 de julio de 1883. Son recibidos por Luis Pardo, El Viejo, abuelo del futuro bandolero que Antonia Moreno equivocadamente cree que fue este último (a la fecha estaba con nueve años de edad). Aquí son recibidos, atendidos como las circunstancias se merecen. Es más, le dedican versos en una canción donde queda perennizada la denominación de Breña. Descansan lo necesario y con un contingente de jóvenes chiquianos continúan hacia Cajatambo. Hemos tenido la oportunidad de ver fotografías y grabados de breñeros chiquianos desplazándose por la geografía escabrosa de nuestras tierras, también fotografías con leyendas como la que acompaña este artículo.
Para conocimiento y valoración, transcribimos a continuación la parte referida a la presencia de Cáceres en Chiquián el 16 de julio de 1883 que nos ofrecen los “Recuerdos….” De doña Antonia Moreno de Cáceres.
Un episodio conmovedor era, asimismo, relatado por Cáceres: nos decía que en Huamachuco en un momento de angustia, rodeado de sus ayudantes y en plena lucha, un soldado herido se le acercó tratando de coger las bridas del caballo y le dijo “Tayta mi general, ve que he cumplido mi juramento de los Tres Ríos”. Y, al terminar la frase, cayó muerto. Tal prueba dejó hondamente emocionado a mi marido hasta hacerle derramar lágrimas. Esta conciencia de la misión llevada hasta el sacrificio palpitaba en el corazón de cada breñero, como el eco del ejemplo que les daba el mismo jefe y del cual es una muestra el siguiente hecho: al salir del combate, en la forma ya descrita y después de haberse alejado del campo, Cáceres se había sentado a descansar en un peñón, cuando se le presentó herido el general Justiniano Borgoño y le dijo: “General, creo que todos hemos cumplido con nuestro deber”. “Sí, coronel todos hemos cumplido con nuestro deber recalcó –recalcó Cáceres”. Y ahora, coronel, usted se va al Norte a reorganizar tropas, mientras yo seguiré al interior para formar nuevo ejército y combatir hasta arrojar de la patria a los enemigos”.
La energía de su carácter y la altivez de su espíritu, que no se doblegaban ante los reveses de la suerte, quedaban vibrando en esta declaración pronunciada a raíz del más tremendo infortunio.
Más tarde después de la retirada, llego Cáceres a las goteras de Chiquián el 16 de julio de 1883. Del pueblo salieron a recibirlo una partida de jóvenes, quienes le invitaron una copa de coñac y, acompañándose de sus guitarras, improvisaron el siguiente canto:
AL GENERAL CACERES
Cuando el peruano pelea y pierde,
no desespera de la victoria
porque el coraje crece y se enciende
y en una nueva empresa verá la gloria.
¡Oh patria mía! no me maldigas
Porque al chileno no lo vencí,
que bien quisiera haber perdido
la vida entera que te ofrecí.
Mas queda un bravo, noble soldado
que aquí en la Breña luchando está;
tú eres, ¡oh Cáceres!, nuestra esperanza:
¡tu fe y constancia te harán triunfar!
Entre esos jóvenes se encontraba Luis Pardo quien andando el tiempo había de convertirse en el “Bandolero Romántico” de la leyenda. Asaltaba en los caminos a los ricos para repartir entre los pobres los gajes que obtenía de sus fechorías. No era, pues, un delincuente vulgar sino, podría decirse, un equivocado altruista. Ignoro cuál sería el fin de este extravagante joven.
Después de Chiquián, Cáceres siguió camino por el pueblo de Cajatambo. Celebrábase allí una fiesta religiosa acompañada de alegres libaciones; así es que la comitiva no se detuvo sino un instante, continuando el viaje de retirada hasta el pie de la Cordillera Negra donde descansaron un rato y de donde envió Cáceres a su ordenanza en busca del gobernador. Este, muy atentamente, le llevó alimentos y lo acompañó hasta el amanecer. La temperatura era muy cruda; sin embargo en cuanto apareció la aurora prosiguieron la marcha, encargando mi marido al gobernador que cuidara del orden y anunciándole que pronto volvería a emprender nueva campaña. Atravesando la cordillera, sufrieron intensísimo frío. De pronto se presentó una partida de soldados chilenos. Cáceres envió a su ayudante Aurelio del Alcázar para interrogarlos y ellos respondieron que iban “en comisión para preparar rancho”. Entonces mi marido se les enfrentó, diciéndoles irónicamente: “Veo que llevan traza de rancheros”. Como comprendieran entonces que no le había dado crédito, uno de ellos se acercó a Cáceres diciéndole: “Señor usted es el señor Cáceres que tanto trabajo nos viene dando. Nosotros hemos desertado porque estamos cansados de tanta marcha y contramarcha. Todos los soldados lo admiramos por su bravura. Señor, por favor, denos una recomendación para que no nos hagan daño en el pueble a donde vamos a ir”. Decía Cáceres que, compadecido de esos soldados, sacó una tarjeta de su cartera y escribió al gobernador de Cajatambo que evitase que fueran maltratados y protegieran su retirada. Cáceres supo después que el gobernador había cumplido el encargo.
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Referencia:
Moreno de Cáceres, Antonia (2012). Recuerdos de la Campaña de la Breña (1881-1883). Ica: UNICA-Orden de la Legión del Mariscal Cáceres, pp. 218-220.
Filomeno Zubieta Núñez
Más tarde después de la retirada, llego Cáceres a las goteras de Chiquián el 16 de julio de 1883. Del pueblo salieron a recibirlo una partida de jóvenes, quienes le invitaron una copa de coñac y, acompañándose de sus guitarras, improvisaron el siguiente canto:
AL GENERAL CACERES
Cuando el peruano pelea y pierde,
no desespera de la victoria
porque el coraje crece y se enciende
y en una nueva empresa verá la gloria.
¡Oh patria mía! no me maldigas
Porque al chileno no lo vencí,
que bien quisiera haber perdido
la vida entera que te ofrecí.
Mas queda un bravo, noble soldado
que aquí en la Breña luchando está;
tú eres, ¡oh Cáceres!, nuestra esperanza:
¡tu fe y constancia te harán triunfar!
Entre esos jóvenes se encontraba Luis Pardo quien andando el tiempo había de convertirse en el “Bandolero Romántico” de la leyenda. Asaltaba en los caminos a los ricos para repartir entre los pobres los gajes que obtenía de sus fechorías. No era, pues, un delincuente vulgar sino, podría decirse, un equivocado altruista. Ignoro cuál sería el fin de este extravagante joven.
Después de Chiquián, Cáceres siguió camino por el pueblo de Cajatambo. Celebrábase allí una fiesta religiosa acompañada de alegres libaciones; así es que la comitiva no se detuvo sino un instante, continuando el viaje de retirada hasta el pie de la Cordillera Negra donde descansaron un rato y de donde envió Cáceres a su ordenanza en busca del gobernador. Este, muy atentamente, le llevó alimentos y lo acompañó hasta el amanecer. La temperatura era muy cruda; sin embargo en cuanto apareció la aurora prosiguieron la marcha, encargando mi marido al gobernador que cuidara del orden y anunciándole que pronto volvería a emprender nueva campaña. Atravesando la cordillera, sufrieron intensísimo frío. De pronto se presentó una partida de soldados chilenos. Cáceres envió a su ayudante Aurelio del Alcázar para interrogarlos y ellos respondieron que iban “en comisión para preparar rancho”. Entonces mi marido se les enfrentó, diciéndoles irónicamente: “Veo que llevan traza de rancheros”. Como comprendieran entonces que no le había dado crédito, uno de ellos se acercó a Cáceres diciéndole: “Señor usted es el señor Cáceres que tanto trabajo nos viene dando. Nosotros hemos desertado porque estamos cansados de tanta marcha y contramarcha. Todos los soldados lo admiramos por su bravura. Señor, por favor, denos una recomendación para que no nos hagan daño en el pueble a donde vamos a ir”. Decía Cáceres que, compadecido de esos soldados, sacó una tarjeta de su cartera y escribió al gobernador de Cajatambo que evitase que fueran maltratados y protegieran su retirada. Cáceres supo después que el gobernador había cumplido el encargo.
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Referencia:
Moreno de Cáceres, Antonia (2012). Recuerdos de la Campaña de la Breña (1881-1883). Ica: UNICA-Orden de la Legión del Mariscal Cáceres, pp. 218-220.
Filomeno Zubieta Núñez