Armando zarazú aldave
SAN VALENTÍN Y LOS ENAMORADOS
Corría finales del año sesenta y siete cuando una espectacular noticia sacudió al mundo, en Sudáfrica, país que en esos años era más conocido por la brutal política del apartheid que aplicaba contra la mayoría negra que por otra cosa, había ocurrido lo impensable, un médico, el Dr. Christian Barnard, había realizado el primer trasplante de corazón a un ser humano. La humanidad entera esperó, literalmente con el corazón en la mano, que el paciente recuperara la conciencia. No se vaya a creer que el interés era médico, era romántico, simplemente se esperaba cual iba a ser la reacción del paciente con respecto al amor hacía su esposa. El asunto tenía lógica, el corazón siempre ha ido de la mano con el amor, al menos así pensaban los románticos a ultranza. En cuanto al paciente con el corazón nuevo, lo primero que hizo, ni bien recuperó la conciencia, fue preguntar por su esposa…
Si el corazón no alberga el amor, como indirectamente lo probó el Dr. Barnard, habría que buscar su simbolismo en otras fuentes. Parece, de acuerdo a algunos estudiosos del tema que, el origen de la idea que el corazón es la fuente de amor se remonta a varios centenares de años a la misteriosa Asia, con el concepto de centros de energía vital universal, de los cuales el que se encuentra a la altura del corazón se manifiesta, según se afirma, en forma de amor y compasión. Claro está que existen diferentes teorías respecto al tema, desde la religiosa hasta la filosófica, lo cierto es que, cualquiera fuera su origen, la imagen del corazón como símbolo indiscutible del amor ha llegado a nuestros días y de seguro se mantendrá por muchísimos años más. La flechita que atraviesa el corazón enamorado es cortesía de los romanos, quienes tenían entre sus dioses a Cupido, el travieso niño que utilizaba su arco y flechas para dispararlas sobre las personas que considera están aptos para enamorarse.
El origen del nombre y de la celebración de San Valentín como patrono de los enamorados es religioso, cristiano para ser más exacto, aunque tiene su poquito de influencia pagana, del cual Cupido, el Dios del amor romano, es un ejemplo claro. Es precisamente que en este antiguo y poderoso imperio de la antigüedad surge la festividad de San Valentín. Sucede que gobernaba el emperador Claudio II, el cual prohibió el matrimonio de los soldados jóvenes, pensando que de esa forma no tendrían atadura alguna para poder ir a cualquier parte de los dominios de la Roma de entonces. Sin embargo, no todos los soldados aceptaron de buena gana la orden imperial, y por el contrario, hubo algunos, sobre todo aquellos que tenían la cabeza caliente por los ojos de alguna romanita de esos tiempos, que desobedecieron la orden y fueron en busca de Valentín, sacerdote cristiano, quien haciendo gala de su nombre, empezó a casar a los descontentos. En esos tiempos, desobedecer al emperador era cosa seria, y Claudio II no se andaba con chiquitas, sobre todo cuando se trataba de cristianos. Mandó a sus soldados que capturen a Valentín, lo torturen y ejecuten. Orden que sus esbirros cumplieron a cabalidad el 14 de febrero del 270. Desde entonces esa fecha se ha convertido en simbólica para los enamorados y el pobre sacerdote, sacrificado por casamentero, pasó de simple Valentín a San Valentín, patrono de los flechados por el travieso Cupido.
A todo esto, es bueno recordar que hay aquellos que no se andan con romanticismos y ven el asunto con una óptica más realista, son los científicos. Para ellos la cosa es más simple, el cerebro de una persona enamorada tiene zonas con mayor cantidad de dopamina, las cuales reaccionan al impulso amatorio de la persona. La dopamina es un neurotransmisor producido en vertebrados como invertebrados. Según su estructura química, la dopamina es una feniletilamina, una catecolamina que cumple funciones de neurotransmisor en el sistema nervioso central. Vemos entonces que por el lado de la ciencia la explicación es clara, con ellos Becker no tiene prédica.
Por último y ya en tiempos modernos, Cupido o la dopamina, empiezan a perder clientes frente al avance incontenible de la cibernética. Sucede simplemente que mucha gente joven, bastante ocupada como para enamorar al estilo, llamémoslo convencional o tradicional, está optando por utilizar los servicios de empresas dedicadas a buscar y conseguir la pareja ideal. Lo hacen utilizando información provista por el interesado/a, la cual comparan con los miles y miles de datos personales que tienen en sus archivos, hasta que encuentran la que consideran es perfecta. Algunas empresas promocionan sus servicios a través de los medios masivos de comunicación, lo que prueba que clientes no les falta. Lo bueno de todo esto es que no tienen el triste destino del pobre San Valentín.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
Si el corazón no alberga el amor, como indirectamente lo probó el Dr. Barnard, habría que buscar su simbolismo en otras fuentes. Parece, de acuerdo a algunos estudiosos del tema que, el origen de la idea que el corazón es la fuente de amor se remonta a varios centenares de años a la misteriosa Asia, con el concepto de centros de energía vital universal, de los cuales el que se encuentra a la altura del corazón se manifiesta, según se afirma, en forma de amor y compasión. Claro está que existen diferentes teorías respecto al tema, desde la religiosa hasta la filosófica, lo cierto es que, cualquiera fuera su origen, la imagen del corazón como símbolo indiscutible del amor ha llegado a nuestros días y de seguro se mantendrá por muchísimos años más. La flechita que atraviesa el corazón enamorado es cortesía de los romanos, quienes tenían entre sus dioses a Cupido, el travieso niño que utilizaba su arco y flechas para dispararlas sobre las personas que considera están aptos para enamorarse.
El origen del nombre y de la celebración de San Valentín como patrono de los enamorados es religioso, cristiano para ser más exacto, aunque tiene su poquito de influencia pagana, del cual Cupido, el Dios del amor romano, es un ejemplo claro. Es precisamente que en este antiguo y poderoso imperio de la antigüedad surge la festividad de San Valentín. Sucede que gobernaba el emperador Claudio II, el cual prohibió el matrimonio de los soldados jóvenes, pensando que de esa forma no tendrían atadura alguna para poder ir a cualquier parte de los dominios de la Roma de entonces. Sin embargo, no todos los soldados aceptaron de buena gana la orden imperial, y por el contrario, hubo algunos, sobre todo aquellos que tenían la cabeza caliente por los ojos de alguna romanita de esos tiempos, que desobedecieron la orden y fueron en busca de Valentín, sacerdote cristiano, quien haciendo gala de su nombre, empezó a casar a los descontentos. En esos tiempos, desobedecer al emperador era cosa seria, y Claudio II no se andaba con chiquitas, sobre todo cuando se trataba de cristianos. Mandó a sus soldados que capturen a Valentín, lo torturen y ejecuten. Orden que sus esbirros cumplieron a cabalidad el 14 de febrero del 270. Desde entonces esa fecha se ha convertido en simbólica para los enamorados y el pobre sacerdote, sacrificado por casamentero, pasó de simple Valentín a San Valentín, patrono de los flechados por el travieso Cupido.
A todo esto, es bueno recordar que hay aquellos que no se andan con romanticismos y ven el asunto con una óptica más realista, son los científicos. Para ellos la cosa es más simple, el cerebro de una persona enamorada tiene zonas con mayor cantidad de dopamina, las cuales reaccionan al impulso amatorio de la persona. La dopamina es un neurotransmisor producido en vertebrados como invertebrados. Según su estructura química, la dopamina es una feniletilamina, una catecolamina que cumple funciones de neurotransmisor en el sistema nervioso central. Vemos entonces que por el lado de la ciencia la explicación es clara, con ellos Becker no tiene prédica.
Por último y ya en tiempos modernos, Cupido o la dopamina, empiezan a perder clientes frente al avance incontenible de la cibernética. Sucede simplemente que mucha gente joven, bastante ocupada como para enamorar al estilo, llamémoslo convencional o tradicional, está optando por utilizar los servicios de empresas dedicadas a buscar y conseguir la pareja ideal. Lo hacen utilizando información provista por el interesado/a, la cual comparan con los miles y miles de datos personales que tienen en sus archivos, hasta que encuentran la que consideran es perfecta. Algunas empresas promocionan sus servicios a través de los medios masivos de comunicación, lo que prueba que clientes no les falta. Lo bueno de todo esto es que no tienen el triste destino del pobre San Valentín.
Armando Zarazú Aldave
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