RIMAY CÓNDOR
LA PAPA

Hace exactamente ocho años se celebró por todo lo alto el Año Internacional de la Papa. En efecto, el 22 de diciembre del 2005, la Organización de las Naciones Unidas, más conocida por sus siglas como ONU, proclamó que ese año sería dedicado al humilde tubérculo, originario de los Andes Sudamericanos y al que tanto debe la humanidad. Al hacerlo, el organismo mundial recalcó “el papel que la papa puede desempeñar en el desarrollo de la seguridad alimenticia y el esfuerzo de la erradicación de la pobreza”. Motivos no faltan para que este honor haya sido concedido a la papa, alimento que, irónicamente, en la Rusia del siglo XVIII fue sometido a juicio y condenada a la hoguera con acusaciones que harían sonrojar a los más puritanos. Además, su importancia en el campo alimenticio mundial lo demuestra el hecho que, junto al maíz, arroz y trigo, conforma la base de la alimentación mundial. Asimismo, es bueno mencionar que, en los últimos treinta años, su consumo se ha duplicado, trayendo como consecuencia que la superficie de la tierra que se dedica al cultivo de la papa haya aumentado considerablemente.
Cuando los conquistadores europeos llegaron a los Andes, se maravillaron al encontrar que sus los naturales utilizaban un alimento completamente desconocido para ellos: la papa. Su admiración aumentó al descubrir que era un alimento que, utilizando técnicas que les prestaba el medio ambiente, se podía consumir mucho tiempo después. Estamos hablando del chuño, harina que se consigue luego de deshidratar la papa aprovechando el frío de los Andes, esto hizo posible que los conquistadores explotaran con mayor facilidad los yacimientos mineros. En realidad la papa era conocida por los pueblos andinos desde hacía poco más de siete mil años, quienes habían logrado tener alrededor de tres mil diferentes variedades de la papa. Su cultivo era muy importante en la sociedad incaica, tenían laboratorios naturales para el estudio, mejoramiento y adaptación de la papa en la difícil geografía andina, como lo comprueban los Andenes de Moray, a cincuenta kilómetros del Cusco.
A mediados del siglo XVII la papa cruza el Atlántico y llega al continente europeo, vía España, de donde se esparce rápidamente. El interés y curiosidad que despertó la llegada de la papa al viejo continente hizo que Gaspar Bauhin la estudiara con detenimiento y le diera el nombre científico de Solanum tuberosum. Al principio, la aceptación de la papa como alimento popular fue lenta, debido más que nada, al temor que producía su consumo, consecuencia del desconocimiento de sus propiedades alimenticias y de la superstición religiosa imperante en esos tiempos. Sin embargo, cuando éstas fueron superadas, el consumo de la papa se fue extendiendo, al punto de convertirse, indirectamente, en la clave para la revolución industrial que se desarrolló en Inglaterra. La papa se convirtió en la base de la alimentación de algunos países europeos, al punto que, al malograrse los cultivos de papa en Irlanda, a mediados del siglo diecinueve, murieron cientos de miles de sus habitantes, viéndose forzados muchos de los sobrevivientes a buscar nuevos horizontes, la mayoría emigró a los Estados Unidos, huyendo de la hambruna creada por la desaparición de la papa en sus tierras. De este hecho histórico viene la creencia herrada de algunos de creer que la papa es originaria de Irlanda.
En la actualidad este tubérculo andino se cultiva en casi todos los países del mundo, siendo China su primer productor, seguido por Rusia e India. Su importancia dietética se basa en su alta capacidad de concentración de Carbohidratos, además de su alto contenido de proteínas y de vitamina C.
Lamentablemente, de la inmensa variedad de papa que existía en la época prehispánica en la actualidad no quedan sino unos cientos. Los que hemos tenido la suerte de nacer en la parte andina de nuestra patria conocemos de cerca muchas de las variedades de la papa ¿Alguien recuerda la deliciosa chaucha? De igual forma, creo es inoficioso comentar las arenosas papas roqueñas, las más mentadas de nuestra ruta.
La relación de la papa con la humanidad data de miles de años, desde los antiguos habitantes de los Andes, hasta los consumidores de comida rápida. Haberle dedicado un año a este alimento popular le hace justicia.
Rimay Cóndor