rubén darío robles moreno
BENITO
Cerca de la medianoche por ciertos sueños que invadieron su mente, a don Benito, algo le decía que debería levantarse.
Tal vez aprovechar las buenas tomas de agua en las acequias chiquianas , desperdiciadas en las noches, por los alrrededores de Chiquián.
El agua que discurria por la quebrada de la Kichua, aprovechar para regar sus sementeras en una buena chacra que tenía por ese lugar a tres kilómetros de Chiquián. Camino antiguo por la ruta Timpoc- Quisipata-Llamac- Yerupaja.
Benito vivía en el jirón Bolivar a espalda de la antigua Iglesia del pueblo ,todo construido todo de adobe con sus dos torres, techados con teja.
Benito era un hombre muy creyente, no se perdía una misa dominical, hacedor de velas, cerás y cirios para la iluminación y adorno de la Iglesia chiquianas y procesiones religiosas.
Maestro tejedor de ponchos, elaborador de bombardas, cuetones, fuegos artificiales, para las festividades de los años 30, 40 y 50, etc, ya frisaba los cuarenta años, ésa noche se decidió
Mujer voy a la chacra hay luna
Anda con cuidado, no te vayas a caer - recomendó su señora
No te preocupes conozco muy bien el camino
Salió de su casa bien abrigado cubriendo su incipiente calvicie con su sombrero de paja, con una lampa al hombro sobre el poncho que llevaba puesto para contrarrestar el viento helado que golpeaba su cuerpo al caminar, saliendo del oscuro pueblo chiquiano (los años cuarenta no había luz eléctrica).
La media Luna alumbraba tenuamente, la noche fría con la helada que irradiaba todo el ambiente, más tratándose de la época de la ausencia de lluvias a mitad del mes de mayo.
Ya daba la media noche, cuando Benito estaba cerca al cementerio, antes se detuvo en la Cruz del Olvido, lugar donde descansaban los féretros se los difuntos, sobre una gran roca plana y una cruz grande de madera enquistada en uno de sus extremos, para que los familiares y amistades dieran el último adiós a sus muertos.
Por la señal, de la santa cruz...
Terminando de persignarse, siguió su camino por el borde de la gran acequia Tulpa Japana llena de grandes arbustos, cuyas aguas venían por Racrán desde la catarata de Putu, hacia Chivis.
Cruzó por el puente de dos palos que cruzaba la acequia, frente al viejo portón de madera del Cementerio, dónde hizo un alto.
Padre nuestro, que estás en...
Rezando un Padre Nuestro por las benditas almas, del cielo, del purgatorio y las confinadas al infierno, continuó su andar bordeando el Campo Santo, cuesta abajo lentamente por el oscuro camino pedregoso, con graderías de piedras (camino inca que lleva a los confines del Yerupaja).
Benito llegó a su chacra Gosupampa (en la Kichua), a medio kilómetro de la hacienda La Florida a orillas del río Aynín, cerca de Timpoc.
Su rostro se inundó de alegría al ver caer en la paccha (caída de agua) gran cantidad de agua cruzando el camino, con ayuda de la lampa varío el curso del agua dirigiendo a su terreno, distribuyó por los diferentes surcos regando el maizal y la alfalfa ya bien crecida.
Cerca a la entrada de la chacra, al borde del camino, tenía una casita de dos pisos con un subidero muy especial, acondicionado, utilizando el grosor de un viejo tronco de un gran árbol de molle casi pegado a la casita, haciéndolo como una escalera en cada grueso nudo que tenía, por la cual subió al segundo piso, ubicándose en un pequeño balcón.
Pasado un poco la media noche, sentado en el balcón acompañado por el lejano ruido del río, sacó de su hualgue (bolso de cuero , colgado del cuello) unas cuantas hojas de coca para gatipar (ver la suerte de la noche) chacchando(masticar) acompañado con una pizca de isku (cal), contenido en su puru (poronguito) y un cigarrito nacional que antiguamente existía, lo prendió con el eslabón(antiguo encendedor, tubito de bronce con una piedra especial que al sobarlo fuertemente con una barrita de acero, producía chispas encendiendo la mecha que dentro llevaba).
Al recorrer con la mirada el valle y al fondo de la chacra, percibió un bulto negro que se movía al fondo.
¡Se metió un animal!
¡Está comiendo mi alfalfa!
Bajó inmediatamente, sigilosamente sorteando los charcos de agua se iba acercando al objetivo
Parece una vaca
No, se paró
Parece una persona
Se lleva mi alfalfa
Tengo que atraparlo
Al sentirse descubierto el bulto negro, tomando forma humana ,poniendose en la espalda un manto lleno de alfalfa, rápidamente por un costado de la chacra,se dirigió
hacia el camino que lleva hacia Chiquián, subiendo con suma faciliadad la pirca(pared construida de piedras).
Benito apresuró el paso
Tengo que atraparlo
Llevarlo a la policía
Al subir la pirca con rapidéz siguiendo al negro bulto, casi en la oscuridad, una gran rama de un arbusto le arrebató el sombrero, ayudado por el fuerte viento de la madrugada, voló hacia la chacra.
Recogeré mi sombrero
El ladrón no se escapará
Benito no desmayó, quería saber quién le robaba su alfalfa. Siguió con mayor ímpetu la persecusión por el camino sinuoso , sombrío, lleno de grandes arbustos que le daban mayor oscuridad, pero Benito iba acortando la distancia a la altura de Chivis, ya casi en la completa oscuridad, la media Luna ya iba ocultándose en las cumbres del Wuankar
Estamos al costado del cementerio - murmuró
Estoy muy cerca de él
Perseguido y perseguidor, ya bordeando los altos muros del cementerio los separaba solo unos cuantos pasos. Repentinamente Benito paró en seco, se quedó frío
¡No puede ser!
¡No lo creo!
¡Es imposible!
Exclamó de espanto, haciéndose un nudo en su garganta
Está abriendo el portón
Se metió al cementerio
Benito con los ojos desorbitados, solitario, en la inmensidad lóbrega de la noche, temblando de miedo se quedó pasmado, veía a medias tamaña osadía, por su mente corrió un sin número de pensamientos.
Recuperándose un poco , lentamente se acercó al portón.
¡Es increíble!
¡Sigue caminando, por en medio del cementerio!
¡Por entre las cruces, las coronas, tierras removidas por los entierros, camina!
Mirándolo atravesar por entre los arbustos al siniestro personaje, hablaba en voz baja
Benito al volver la mirada hacia Chiquián sintió gran terror, como si estuviera solo en el mundo, al frente de un pueblo fantasma, en un absoluto silencio y oscuridad.
El miedo lo vencía, quería correr, pero luchaba por quedarse. Pensativo y medroso avanzó en la profunda oscuridad de esas horas, traspasando lentamente el portón del cementerio.
¡Desapareció en los arbustos!
¡Será un alma negra en pena!
¡Dios de los cielos!
¡Apareció cerca a los nichos!
¡Es un fantasma!
En la completa oscuridad, percibió nuevamente la.silueta negra acercándose al único pabellón de nichos hacia la derecha del campo santo existía en aquellos tiempos.
¡Soy Benito, tu hijo bendito!
Se dio fuerzas
¡Ayúdame, Dios mío!
Dándose ánimo continuó, pisando a tientas los altibajos de tierra removida por los entierros antiguos y recientes, cruces y coronas de los difuntos.
¡No imposible!
¡Se está metiendo al nicho!
¡Desapareció sus pies!
¡ Es un muerto viviente!
No le salían las palabras, quería gritar, tembló todo su cuerpo, el terror invadió todo su ser, paralizado sudaba frío de cabeza hasta los pies, los pelos se le erizaron, como una salvación miró al portón que dejó abierto por si acaso para correr y escapar del tenebroso lugar .
Ante su atónita mirada, el negro cuerpo era tragado por el nicho.
En la inmensidad nocturna, apoyándose en una cruz, trato de calmarse y no caer.
Tengo que vencer el miedo
No corro, ya estoy aquí, que importa lo que me pase.
Benito era un hombre de mucho valor, tartamudeando, chocando sus dientes entre ellos por sus temblorosas mandíbulas, metió a la boca unas hojas de coca y agarró el pedazo de acero, pausadamente se iba acercando al nicho indicado, que estaba a media altura, ya se encontraba frente al nicho, pero no había rastros de alfalfa por ningún lado. Fue una ilusión pensó.
¡Mordiendo el acero puedo hablar con el mismo diablo!
Benito decía,que sus ancestros hacían eso para conversar con los espíritus más malignos.
Voy a mirar el nicho, armándose de mucho valor se acercó más, estando en la entrada del nicho, alzando los brazos tentó si había el cuerpo. Topándose con dos pies descalzos, helados y casi inertes. Se tragó la saliva amarga de la coca, mordió fuertemente el acero, flaquearon sus piernas por los nervios invadidos de la frígida sensación.
¡Parece un cadáver!
¡Ayúdame, Dios mío!
Le vino un impulso sobre humano, poniendo todas sus energías y fuerzas, agarró las dos canillas frígidas que le helaron las manos, con gran impulso jaló el recto cuerpo endurecido, cuyos pies helados le golpearon la cara, al salir abruptamente del nicho el cuerpo ,aplastándolo a Benito, cayendo de espaldas al suelo.
Anonadado y atontado por el impacto permaneció tirado tratando de recuperarse del golpe, atenuado por el sombrero, el poncho en la espalda y la tierra recién removida por un entierro.
Volviendo en sí , con la mirada
al infinito espacio oscuro percibiendo algunas estrellas escuchó unos lastímeros gemidos de lamentos como de ultratumba, a su costado.
¡Soy una madre pobre!
¡No tengo ayuda, de nadie!
¡ No me lleve a la policía!
¡Vendo alfalfa por mis hijas!
¡Perdóname don Benito!
¡Su alfalfa está, en otro nicho!
Benito no sabía si ya estaba en otro mundo muerto, desmayado, soñando o era
realidad lo que la voz
lastimera que escuchaba y la sombra negra que miraba a su costado.
Sentándose ya recuperado
¡No puedo creer señora!
¡Toda una vía Crucis!
¡Jamás hagas esto!
¡Llévatelo todo!
BENITO MORENO VARELA, relató lo que le sucedió por los años cuarenta.
Después aparecieron versiones cambiando personajes.
Rubén Darío Robles Moreno
Tal vez aprovechar las buenas tomas de agua en las acequias chiquianas , desperdiciadas en las noches, por los alrrededores de Chiquián.
El agua que discurria por la quebrada de la Kichua, aprovechar para regar sus sementeras en una buena chacra que tenía por ese lugar a tres kilómetros de Chiquián. Camino antiguo por la ruta Timpoc- Quisipata-Llamac- Yerupaja.
Benito vivía en el jirón Bolivar a espalda de la antigua Iglesia del pueblo ,todo construido todo de adobe con sus dos torres, techados con teja.
Benito era un hombre muy creyente, no se perdía una misa dominical, hacedor de velas, cerás y cirios para la iluminación y adorno de la Iglesia chiquianas y procesiones religiosas.
Maestro tejedor de ponchos, elaborador de bombardas, cuetones, fuegos artificiales, para las festividades de los años 30, 40 y 50, etc, ya frisaba los cuarenta años, ésa noche se decidió
Mujer voy a la chacra hay luna
Anda con cuidado, no te vayas a caer - recomendó su señora
No te preocupes conozco muy bien el camino
Salió de su casa bien abrigado cubriendo su incipiente calvicie con su sombrero de paja, con una lampa al hombro sobre el poncho que llevaba puesto para contrarrestar el viento helado que golpeaba su cuerpo al caminar, saliendo del oscuro pueblo chiquiano (los años cuarenta no había luz eléctrica).
La media Luna alumbraba tenuamente, la noche fría con la helada que irradiaba todo el ambiente, más tratándose de la época de la ausencia de lluvias a mitad del mes de mayo.
Ya daba la media noche, cuando Benito estaba cerca al cementerio, antes se detuvo en la Cruz del Olvido, lugar donde descansaban los féretros se los difuntos, sobre una gran roca plana y una cruz grande de madera enquistada en uno de sus extremos, para que los familiares y amistades dieran el último adiós a sus muertos.
Por la señal, de la santa cruz...
Terminando de persignarse, siguió su camino por el borde de la gran acequia Tulpa Japana llena de grandes arbustos, cuyas aguas venían por Racrán desde la catarata de Putu, hacia Chivis.
Cruzó por el puente de dos palos que cruzaba la acequia, frente al viejo portón de madera del Cementerio, dónde hizo un alto.
Padre nuestro, que estás en...
Rezando un Padre Nuestro por las benditas almas, del cielo, del purgatorio y las confinadas al infierno, continuó su andar bordeando el Campo Santo, cuesta abajo lentamente por el oscuro camino pedregoso, con graderías de piedras (camino inca que lleva a los confines del Yerupaja).
Benito llegó a su chacra Gosupampa (en la Kichua), a medio kilómetro de la hacienda La Florida a orillas del río Aynín, cerca de Timpoc.
Su rostro se inundó de alegría al ver caer en la paccha (caída de agua) gran cantidad de agua cruzando el camino, con ayuda de la lampa varío el curso del agua dirigiendo a su terreno, distribuyó por los diferentes surcos regando el maizal y la alfalfa ya bien crecida.
Cerca a la entrada de la chacra, al borde del camino, tenía una casita de dos pisos con un subidero muy especial, acondicionado, utilizando el grosor de un viejo tronco de un gran árbol de molle casi pegado a la casita, haciéndolo como una escalera en cada grueso nudo que tenía, por la cual subió al segundo piso, ubicándose en un pequeño balcón.
Pasado un poco la media noche, sentado en el balcón acompañado por el lejano ruido del río, sacó de su hualgue (bolso de cuero , colgado del cuello) unas cuantas hojas de coca para gatipar (ver la suerte de la noche) chacchando(masticar) acompañado con una pizca de isku (cal), contenido en su puru (poronguito) y un cigarrito nacional que antiguamente existía, lo prendió con el eslabón(antiguo encendedor, tubito de bronce con una piedra especial que al sobarlo fuertemente con una barrita de acero, producía chispas encendiendo la mecha que dentro llevaba).
Al recorrer con la mirada el valle y al fondo de la chacra, percibió un bulto negro que se movía al fondo.
¡Se metió un animal!
¡Está comiendo mi alfalfa!
Bajó inmediatamente, sigilosamente sorteando los charcos de agua se iba acercando al objetivo
Parece una vaca
No, se paró
Parece una persona
Se lleva mi alfalfa
Tengo que atraparlo
Al sentirse descubierto el bulto negro, tomando forma humana ,poniendose en la espalda un manto lleno de alfalfa, rápidamente por un costado de la chacra,se dirigió
hacia el camino que lleva hacia Chiquián, subiendo con suma faciliadad la pirca(pared construida de piedras).
Benito apresuró el paso
Tengo que atraparlo
Llevarlo a la policía
Al subir la pirca con rapidéz siguiendo al negro bulto, casi en la oscuridad, una gran rama de un arbusto le arrebató el sombrero, ayudado por el fuerte viento de la madrugada, voló hacia la chacra.
Recogeré mi sombrero
El ladrón no se escapará
Benito no desmayó, quería saber quién le robaba su alfalfa. Siguió con mayor ímpetu la persecusión por el camino sinuoso , sombrío, lleno de grandes arbustos que le daban mayor oscuridad, pero Benito iba acortando la distancia a la altura de Chivis, ya casi en la completa oscuridad, la media Luna ya iba ocultándose en las cumbres del Wuankar
Estamos al costado del cementerio - murmuró
Estoy muy cerca de él
Perseguido y perseguidor, ya bordeando los altos muros del cementerio los separaba solo unos cuantos pasos. Repentinamente Benito paró en seco, se quedó frío
¡No puede ser!
¡No lo creo!
¡Es imposible!
Exclamó de espanto, haciéndose un nudo en su garganta
Está abriendo el portón
Se metió al cementerio
Benito con los ojos desorbitados, solitario, en la inmensidad lóbrega de la noche, temblando de miedo se quedó pasmado, veía a medias tamaña osadía, por su mente corrió un sin número de pensamientos.
Recuperándose un poco , lentamente se acercó al portón.
¡Es increíble!
¡Sigue caminando, por en medio del cementerio!
¡Por entre las cruces, las coronas, tierras removidas por los entierros, camina!
Mirándolo atravesar por entre los arbustos al siniestro personaje, hablaba en voz baja
Benito al volver la mirada hacia Chiquián sintió gran terror, como si estuviera solo en el mundo, al frente de un pueblo fantasma, en un absoluto silencio y oscuridad.
El miedo lo vencía, quería correr, pero luchaba por quedarse. Pensativo y medroso avanzó en la profunda oscuridad de esas horas, traspasando lentamente el portón del cementerio.
¡Desapareció en los arbustos!
¡Será un alma negra en pena!
¡Dios de los cielos!
¡Apareció cerca a los nichos!
¡Es un fantasma!
En la completa oscuridad, percibió nuevamente la.silueta negra acercándose al único pabellón de nichos hacia la derecha del campo santo existía en aquellos tiempos.
¡Soy Benito, tu hijo bendito!
Se dio fuerzas
¡Ayúdame, Dios mío!
Dándose ánimo continuó, pisando a tientas los altibajos de tierra removida por los entierros antiguos y recientes, cruces y coronas de los difuntos.
¡No imposible!
¡Se está metiendo al nicho!
¡Desapareció sus pies!
¡ Es un muerto viviente!
No le salían las palabras, quería gritar, tembló todo su cuerpo, el terror invadió todo su ser, paralizado sudaba frío de cabeza hasta los pies, los pelos se le erizaron, como una salvación miró al portón que dejó abierto por si acaso para correr y escapar del tenebroso lugar .
Ante su atónita mirada, el negro cuerpo era tragado por el nicho.
En la inmensidad nocturna, apoyándose en una cruz, trato de calmarse y no caer.
Tengo que vencer el miedo
No corro, ya estoy aquí, que importa lo que me pase.
Benito era un hombre de mucho valor, tartamudeando, chocando sus dientes entre ellos por sus temblorosas mandíbulas, metió a la boca unas hojas de coca y agarró el pedazo de acero, pausadamente se iba acercando al nicho indicado, que estaba a media altura, ya se encontraba frente al nicho, pero no había rastros de alfalfa por ningún lado. Fue una ilusión pensó.
¡Mordiendo el acero puedo hablar con el mismo diablo!
Benito decía,que sus ancestros hacían eso para conversar con los espíritus más malignos.
Voy a mirar el nicho, armándose de mucho valor se acercó más, estando en la entrada del nicho, alzando los brazos tentó si había el cuerpo. Topándose con dos pies descalzos, helados y casi inertes. Se tragó la saliva amarga de la coca, mordió fuertemente el acero, flaquearon sus piernas por los nervios invadidos de la frígida sensación.
¡Parece un cadáver!
¡Ayúdame, Dios mío!
Le vino un impulso sobre humano, poniendo todas sus energías y fuerzas, agarró las dos canillas frígidas que le helaron las manos, con gran impulso jaló el recto cuerpo endurecido, cuyos pies helados le golpearon la cara, al salir abruptamente del nicho el cuerpo ,aplastándolo a Benito, cayendo de espaldas al suelo.
Anonadado y atontado por el impacto permaneció tirado tratando de recuperarse del golpe, atenuado por el sombrero, el poncho en la espalda y la tierra recién removida por un entierro.
Volviendo en sí , con la mirada
al infinito espacio oscuro percibiendo algunas estrellas escuchó unos lastímeros gemidos de lamentos como de ultratumba, a su costado.
¡Soy una madre pobre!
¡No tengo ayuda, de nadie!
¡ No me lleve a la policía!
¡Vendo alfalfa por mis hijas!
¡Perdóname don Benito!
¡Su alfalfa está, en otro nicho!
Benito no sabía si ya estaba en otro mundo muerto, desmayado, soñando o era
realidad lo que la voz
lastimera que escuchaba y la sombra negra que miraba a su costado.
Sentándose ya recuperado
¡No puedo creer señora!
¡Toda una vía Crucis!
¡Jamás hagas esto!
¡Llévatelo todo!
BENITO MORENO VARELA, relató lo que le sucedió por los años cuarenta.
Después aparecieron versiones cambiando personajes.
Rubén Darío Robles Moreno