Rimay cóndor
SHAPLAQUERÍAS: LA PRIMERA EDICIÓN DE
LAS TRADICIONES PERUANAS
En realidad el tema de la shaplaquería es una veta inagotable que bien le podría hacer competencia y, muy posiblemente, le ganaría a Antamina o a cualquiera de sus similares. Pero, sin mayor preámbulo, mejor vayamos al grano del asunto antes que, el que éstas líneas escribe sea inscrito en tan mentado club.
Bueno, una de los más preciados libros que un amigo mío tiene en su pequeña biblioteca es una edición de las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma. El libro, de casi dos mil páginas, impreso en papel de cebolla, contiene no solo la obra cumbre de nuestro ilustre tradicionalista, sino también algunos otros trabajos suyos, como Anales dela Inquisición de Lima, Ensayos y mucho más. La edición en mención semeja a una biblia, está empastada en cuero y fue impresa en 1968. Obra en su poder desde sus años de estudiante y le fue obsequiado por alguien por quién mi amigo guarda especial afecto y deferencia por haber tenido gran influencia en su vida y haber casi sido como un segundo padre para él.
Bien, volviendo al asunto de las shaplaquerías, hace algunos años recibió la visita de un paisano nuestro, cuyo nombre, nuestro amigo, testigo y parte involuntaria de lo sucedido, prefiere mantener en las profundidades del anonimato. Como es de suponer, luego de los consabidos e infaltables brindis, alrededor de amena charla sobre la santa tierra, amigos comunes, novedades de los últimos acontecimientos, el clásico ¿Llueve o no llueve en Chiquián?, y todos los etcéteras habidos y por haber, tocaron un tema de interés para los dos, literatura peruana. Es entonces que nuestro amigo se animó, no exento de orgullo por cierto, mostrar a su visitante su más preciada pertenencia bibliográfica. Comentarios van, comentarios vienen sobre la obra de Palma y, por supuesto, sobre la edición que era tema de la conversación. El visitante, como es natural y de etiqueta en esos casos, manifestó su entera admiración por la edición que le estaba siendo mostrada y añadió como quien no quiere”te felicito hermano, esta precioso el libro”…pero ¿Sabes una cosa?, yo tengo la primera edición de “Las Tradiciones Peruanas” y, sin dejar que nuestro atribulado amigo se recuperara de la emoción y sorpresa, comenzó a contar la historia de cómo el dichoso y por cierto valioso ejemplar llegó a su poder. Ya dueño de la situación y con aires de galán ganador de alguna competencia amorosa, comenzó a contar su historia.
Sucedió que años atrás, por motivos de trabajo, el ahora insigne poseedor de tamaña joya bibliográfica, viajaba constantemente a una ciudad del sur del país. Daba la casualidad que coincidía en la misma localidad con un grupo de chilenos que se dedicaban a los mismos menesteres que él y con los cuales trabó buena y fructífera amistad. La estadía de los nuevos amigos en esa localidad sureña se extendía por algunos días, en cuyas noches, para matar el tiempo, organizaban amenas tertulias en la que se hablaba de todo un poco o, un poco de todo. Luego de algunos viajes en los cuales siempre se repetía la misma rutina, una noche en la que se despedían para verse en dos o tres semanas, se le acercó al futuro propietario del libro que mencionamos, un chileno de edad bastante madura, quien con todo respeto le dijo “Sr. Estoy muy admirado de la sapiencia y elocuencia que muestra usted al tratar los temas de literatura latinoamericana. Fíjese que tengo en mi poder algo que estoy seguro usted sabrá apreciar mejor que nadie, se lo voy a traer en nuestro próximo encuentro”, diciendo esto se despidió.
En efecto, pasaron algunas semanas para que los nuevos amigos se volvieran a encontrar. En esta oportunidad, el chileno lo llamó a parte y sacando un paquete envuelto cuidadosamente se lo entregó con la siguiente explicación: “Mi querido amigo, soy chileno y me siento orgulloso de serlo, sin embargo me avergüenzo de todos los atropellos y agravios que los soldados de mi país cometieron en el suyo durante la Guerra del Pacífico, especialmente en Lima, de donde robaron todas las obras culturales que pudieron. Mi abuelo, que fue uno de esos soldados que asaltaron, pisotearon y saquearon la Biblioteca Nacional del Perú, se trajo este libro que ha permanecido por años en mi familia, como recuerdo a las azañas guerreras del abuelo”, diciendo esto abrió el paquete que tenía entre manos y se lo entregó, añadiendo “estoy seguro que Ud., sabrá darle el valor que merece y apreciarlo mejor que yo”. ¡Oh sorpresa! !¡Era la primera edición de las Tradiciones Puranas!
Hasta aquí, todo bien, nuestro amigo, el dueño de la, ahora relegada y ninguneada edición, no pudo o no supo que decir frente a la súbita aparición de tan preciado tesoro que relegaba al suyo al lugar de las ánimas, por decir lo menos. Tanta fue la impresión que le causó tamaña noticia, que ni por asomo reparó en un pequeño detalle. La primera edición de las Tradiciones Peruanas constaba de cuatro volúmenes y fue publicada en España entre los años de 1893-96, es decir, diez años después de la guerra con Chile….
Rimay Cóndor
LAS TRADICIONES PERUANAS
En realidad el tema de la shaplaquería es una veta inagotable que bien le podría hacer competencia y, muy posiblemente, le ganaría a Antamina o a cualquiera de sus similares. Pero, sin mayor preámbulo, mejor vayamos al grano del asunto antes que, el que éstas líneas escribe sea inscrito en tan mentado club.
Bueno, una de los más preciados libros que un amigo mío tiene en su pequeña biblioteca es una edición de las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma. El libro, de casi dos mil páginas, impreso en papel de cebolla, contiene no solo la obra cumbre de nuestro ilustre tradicionalista, sino también algunos otros trabajos suyos, como Anales dela Inquisición de Lima, Ensayos y mucho más. La edición en mención semeja a una biblia, está empastada en cuero y fue impresa en 1968. Obra en su poder desde sus años de estudiante y le fue obsequiado por alguien por quién mi amigo guarda especial afecto y deferencia por haber tenido gran influencia en su vida y haber casi sido como un segundo padre para él.
Bien, volviendo al asunto de las shaplaquerías, hace algunos años recibió la visita de un paisano nuestro, cuyo nombre, nuestro amigo, testigo y parte involuntaria de lo sucedido, prefiere mantener en las profundidades del anonimato. Como es de suponer, luego de los consabidos e infaltables brindis, alrededor de amena charla sobre la santa tierra, amigos comunes, novedades de los últimos acontecimientos, el clásico ¿Llueve o no llueve en Chiquián?, y todos los etcéteras habidos y por haber, tocaron un tema de interés para los dos, literatura peruana. Es entonces que nuestro amigo se animó, no exento de orgullo por cierto, mostrar a su visitante su más preciada pertenencia bibliográfica. Comentarios van, comentarios vienen sobre la obra de Palma y, por supuesto, sobre la edición que era tema de la conversación. El visitante, como es natural y de etiqueta en esos casos, manifestó su entera admiración por la edición que le estaba siendo mostrada y añadió como quien no quiere”te felicito hermano, esta precioso el libro”…pero ¿Sabes una cosa?, yo tengo la primera edición de “Las Tradiciones Peruanas” y, sin dejar que nuestro atribulado amigo se recuperara de la emoción y sorpresa, comenzó a contar la historia de cómo el dichoso y por cierto valioso ejemplar llegó a su poder. Ya dueño de la situación y con aires de galán ganador de alguna competencia amorosa, comenzó a contar su historia.
Sucedió que años atrás, por motivos de trabajo, el ahora insigne poseedor de tamaña joya bibliográfica, viajaba constantemente a una ciudad del sur del país. Daba la casualidad que coincidía en la misma localidad con un grupo de chilenos que se dedicaban a los mismos menesteres que él y con los cuales trabó buena y fructífera amistad. La estadía de los nuevos amigos en esa localidad sureña se extendía por algunos días, en cuyas noches, para matar el tiempo, organizaban amenas tertulias en la que se hablaba de todo un poco o, un poco de todo. Luego de algunos viajes en los cuales siempre se repetía la misma rutina, una noche en la que se despedían para verse en dos o tres semanas, se le acercó al futuro propietario del libro que mencionamos, un chileno de edad bastante madura, quien con todo respeto le dijo “Sr. Estoy muy admirado de la sapiencia y elocuencia que muestra usted al tratar los temas de literatura latinoamericana. Fíjese que tengo en mi poder algo que estoy seguro usted sabrá apreciar mejor que nadie, se lo voy a traer en nuestro próximo encuentro”, diciendo esto se despidió.
En efecto, pasaron algunas semanas para que los nuevos amigos se volvieran a encontrar. En esta oportunidad, el chileno lo llamó a parte y sacando un paquete envuelto cuidadosamente se lo entregó con la siguiente explicación: “Mi querido amigo, soy chileno y me siento orgulloso de serlo, sin embargo me avergüenzo de todos los atropellos y agravios que los soldados de mi país cometieron en el suyo durante la Guerra del Pacífico, especialmente en Lima, de donde robaron todas las obras culturales que pudieron. Mi abuelo, que fue uno de esos soldados que asaltaron, pisotearon y saquearon la Biblioteca Nacional del Perú, se trajo este libro que ha permanecido por años en mi familia, como recuerdo a las azañas guerreras del abuelo”, diciendo esto abrió el paquete que tenía entre manos y se lo entregó, añadiendo “estoy seguro que Ud., sabrá darle el valor que merece y apreciarlo mejor que yo”. ¡Oh sorpresa! !¡Era la primera edición de las Tradiciones Puranas!
Hasta aquí, todo bien, nuestro amigo, el dueño de la, ahora relegada y ninguneada edición, no pudo o no supo que decir frente a la súbita aparición de tan preciado tesoro que relegaba al suyo al lugar de las ánimas, por decir lo menos. Tanta fue la impresión que le causó tamaña noticia, que ni por asomo reparó en un pequeño detalle. La primera edición de las Tradiciones Peruanas constaba de cuatro volúmenes y fue publicada en España entre los años de 1893-96, es decir, diez años después de la guerra con Chile….
Rimay Cóndor