JOSÉ ANTONIO SALAZAR MEJÍA
EL TREN A HUALLANCA
Contado por el padre Victoriano Méndez, luego de un viaje a Chimbote en el tren de Huallanca, en 1966. Este sacerdote falleció en el sismo de 1970 por salvar a dos acólitos en el templo de Belén.
“En el Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, me enseñaron que nuestra historia, la historia del Perú, es bien simple: fuimos independientes por más de 15 mil años y somos dependientes hace poco menos de 500 años. Primero nos dominaron los españoles que por 300 años nos tuvieron como su colonia; luego vinieron los ingleses y exactamente por 100 años nos manejaron con sus libras esterlinas, por último, somos dependientes de los norteamericanos que desde Leguía, metieron sus narices, y sus dólares, en nuestro país.
Es que el Perú es un país muy, pero muy rico. El Señor ha sido muy generoso con nosotros. En nuestro periodo independiente, la Patsa Mama nos dio comida en modo tan abundante que fuimos el único país en el mundo, que cubrió ampliamente sus necesidades alimentarias. Los españoles se cansaron de llevarse nuestro oro y nuestra plata, y seguimos teniendo oro y plata. Los ingleses fueron un poco más cochinos, se conformaron con el guano de las islas y el salitre. Los yanquis gustan de nuestro petróleo y minerales menos preciosos, como el cobre y el zinc.
A mediados del siglo XIX, cuando se empezó a agotar el guano, los ingleses pensaron en la minería, pero en una minería moderna, no como la que explotaban los españoles. Así se concibió de unir con la vía férrea Lima con la Oroya y Huancavelica, donde estaban los grandes asientos mineros. Los ingleses son muy prácticos, ellos querían tener un medio de transporte que llevara con más facilidad los minerales a los puertos.
Fue así que en 1864 se proyecta la construcción de la vía férrea que debía unir el puerto de Chimbote con las zonas mineras de Recuay en el Callejón de Huaylas, y de Huallanca, en Huánuco. Hasta se pensó que otro brazo que partiendo de Chuquicara, subiera por toda la sierra de La Libertad hasta Cajamarca.
La historia del ferrocarril me la contó el padre Augusto Soriano Infante, cuando le ayudaba durante mis vacaciones del seminario. Él estuvo un corto tiempo en Chimbote y se interesó en conocer como se hizo el tren. Yo, como era muchacho todavía escuchaba en la radio de mi tía Eufrosiana un huaynitomuy alegre del Gorrión Andino que se me quedó grabado:
¡A chiqui chiqui chí, va diciendo!;
¡A chucu chucu chu, va llorando!;
¡Ay, trencito chimbotano,
Llévame pronto a mi amada!
¡A chucu chucu chu, va llorando!;
¡Ay, trencito chimbotano,
Llévame pronto a mi amada!
Tanto me gustó el verso, que soñaba en con conocer el tren de Chimbote, y cuando me contó su historia el padre Soriano, le tomé algunos apuntes. Por eso me acuerdo.
Él decía que la construcción de la vía férrea fue todo un acontecimiento. Había un inglés muy pícaro que ganaba todas las licitaciones por su cercanía al gobierno, era Henry Meiggs, a quien nuestra historia conoce como Enrique Meiggs. Este hombre ladino, se hizo cargo de la construcción de la vía del tren. ¡Cuánta plata habría metido! Los trabajos se iniciaron en Chimbote en 1872 y con mucha demora en cinco años se concluyó la primera etapa. Se había avanzado solo 56 kilómetros y la vía férrea llegaba hasta Suchimán, zona desértica y calurosa.
Fue por entonces que Chile nos declara la guerra. La guerra paró la construcción del tren. Todos los trabajadores se alistaron para pelear y muy pocos quedaron al cuidado de las maquinarias.
En 1880 se nos vino la mala. Los chilenos habían capturado al Huascar y se hicieron dueños del mar. Antes de atacar a Lima enviaron una expedición hacía el norte. En el Blanco Encalada, barco de donde partió el cañonazo que destrozó a Miguel Grau, llegó fuerte tropa al mando de Patricio Lynch. La misión de este oscuro personaje fue destruir toda la base productiva de las haciendas del norte y se ensañó con el departamento de Ancash.
Lynch desembarcó en Casma y cometió una serie de abusos. Sus tropas arrasaban con todo lo que encontraban. Pero no esperaban halla una fuerte resistencia. En Casma, al padre Soriano le contaron que como Uchcu Pedro se hizo guerrillero. Sucede que ese señor era arriero y recorría comerciando todos los pueblos. Cuando los soldados de Lynch llegaron a Casma, él estaba en el puerto. Dicen que se hallaba bebiendo con sus dos hijos en una chingana pues habían hecho buen negocio y en eso llegaron los rotos.
Cuando los chilenos pasaron a Chimbote, encontraron desprotegidas las instalaciones del futuro complejo ferroviario y como tenían la orden de golpear al enemigo donde más le duele, que es en el bolsillo, es decir, la economía, se despacharon de lo lindo destruyendo la maestranza y la aduana del ferrocarril. Los pocos trabajadores que quedaron encargados de cuidar la locomotora, la escondieron en la hacienda Puente, pensando que allí no la hallarían los chilenos.
¿Sabes cómo se enteraron esos desgraciados? Por medio de los chinos. El padre Soriano me contó que los chinos vivían como esclavos en esos tiempos. Ellos venían a trabajar al Perú con contrato en algunas haciendas de la costa, y traían a sus familias. Pero cuando llegaron se dieron con una terrible verdad, no tenían contrato alguno. Para no morirse de hambre tuvieron que engancharse de jornaleros y sufrieron muchos abusos de sus patrones que prácticamente los esclavizaron aprovechando que no hablaban español.
Los chinos colaboraron con los chilenos y ellos fueron quienes les indicaron el camino a la hacienda Puente. Allí los malvados rápidamente se deshicieron de los pocos defensores y dinamitaron la locomotora. ¡Esa sí que fue una gran pérdida!
Después de la guerra el país quedó en la más absoluta miseria. Había tantas necesidades que pensar el tren de Chimbote, era algo secundario. Así pasaron muchos años, hasta que el Perú, son la ayuda de Dios, pudo pensar en el desarrollo. Y en este siglo, se retoma el proyecto del tren. Se gestionó el presupuesto y poco a poco se fue avanzando.
Algo te diré, en confianza. En nuestro país siempre ha existido la corrupción. Es un pecado social muy grave. Esa fue la peor herencia que nos dejaron los españoles. Toda nuestra historia republicana es una historia de robos y más robos. ¿Y sabes quienes son los que roban más? Los que más tienen. A esos se les llama la oligarquía, y que son unos cuantos vivos que se adueñaron de lo mejor que tiene el país. Cuando había guano, allí estuvo robando la oligarquía, con el salitre fue lo mismo y eso pasa ahora con el petróleo y los minerales. ¿Y los pobres del Perú…? ¡Qué se mueran de hambre!
Por eso soy cura y cura de parroquia pobre, para que no me entre la tentación. Si hay curas que meten la mano a la alcancía ¡Allá ellos!, ya le darán cuenta al Señor, que quien todo lo ve y todo lo sabe.
Como en lo del tren había plata, los vivos se hicieron de ella. Gastaban y gastaban y hacían llegar lindos informes a Lima. En el Perú del periodo de la reconstrucción no había mucho control y los fondos se dilapidaban.
Cuando Leguía fue presidente en su primer periodo, en 1908, se anunció: ¡Qué maravilla el tren ya llega a Carás! Siendo que recién estaba en la Rinconada.
En el corto periodo presidencial de pan grande Billingursth, en 1912, se decía en Lima: ¡El tren ya está en Huarás! Y era la más grande mentira.
Con José Pardo se dijo ¡Ya pasó Recuay! Vaya usted a ver si había avanzado un par de kilómetros.
Hasta que llegó Leguía en 1919 a su segundo gobierno y fueron sus amigos y familiares los que alzaron con toda la plata que ya entonces venía de Estados Unidos.
¿Qué había pasado en realidad con los trabajos del tendido de la vía férrea del tren de Chimbote? Pues la obra seguía a la buena de Dios. Si bien en la primera etapa se logró avanzar algo más de 50 Km., luego de la guerra se avanzó unos 75 km. Los cóndores que bajaban a la costa podían ver desde el aire como juntos al gran río subía la serpiente plateada del camino del tren.
En 1924 se encontraba la vía en un lugar solitario, donde nadie vivía. No recuerdo que nombre le daban los campesinos a ese sitio; el padre Soriano me lo dijo, pero no lo pude anotar. Cuando llegaron los ingenieros ordenaron hacer en aquellas soledades los cobertizos, la maestranza y una ridícula sala de espera con una campana ronca.
Y así en ese año se inauguró el tren que recorría de Chimbote a Huallanca. Ya ha cumplido 50 años y de algo nos sirve. Con el paso de los años Huallanca se ha convertido en un pequeño puerto. Hasta aquí trae la gente sus productos y desde aquí se manda toda clase de cosas a Chimbote. Quizás lo más preciado es la fruta de Yuramarca. ¡Qué mangos, qué limas santo Dios! ¡Son una verdadera delicia!
En poco tiempo se olvidaron del escándalo. Total, los peruanos tenemos mala memoria. El tren jamás ha cargado una sola tonelada de las minas de Recuay ni del verdadero Huallanca. Cuando en Lima se dieron cuenta de las cosas, ya no se pudo encontrar a los culpables; habían huido al extranjero. Eso siempre pasa.
¿Y qué pasó con Huallanca? El sitio se quedó con el nombre, como una burla a la idiosincrasia de los peruanos. Al fin y al cabo, en muchos lugares del Perú los nombres se repiten. Hay un Chavín de Mullaca, cerca de Huarás; Hay in Chavín de Huántar, en Huari; y hasta en Huánuco hay un Chavín de Pariarca. Entonces nos hemos acostumbrado a diferenciar, los ancashinos tenemos nuestro Huallanca con su tren y los huanuqueños tienen su Huallanca con sus vacas. ¡Qué bueno fuera que el tren llegue a Huarás, otra cosa sería!”
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
Él decía que la construcción de la vía férrea fue todo un acontecimiento. Había un inglés muy pícaro que ganaba todas las licitaciones por su cercanía al gobierno, era Henry Meiggs, a quien nuestra historia conoce como Enrique Meiggs. Este hombre ladino, se hizo cargo de la construcción de la vía del tren. ¡Cuánta plata habría metido! Los trabajos se iniciaron en Chimbote en 1872 y con mucha demora en cinco años se concluyó la primera etapa. Se había avanzado solo 56 kilómetros y la vía férrea llegaba hasta Suchimán, zona desértica y calurosa.
Fue por entonces que Chile nos declara la guerra. La guerra paró la construcción del tren. Todos los trabajadores se alistaron para pelear y muy pocos quedaron al cuidado de las maquinarias.
En 1880 se nos vino la mala. Los chilenos habían capturado al Huascar y se hicieron dueños del mar. Antes de atacar a Lima enviaron una expedición hacía el norte. En el Blanco Encalada, barco de donde partió el cañonazo que destrozó a Miguel Grau, llegó fuerte tropa al mando de Patricio Lynch. La misión de este oscuro personaje fue destruir toda la base productiva de las haciendas del norte y se ensañó con el departamento de Ancash.
Lynch desembarcó en Casma y cometió una serie de abusos. Sus tropas arrasaban con todo lo que encontraban. Pero no esperaban halla una fuerte resistencia. En Casma, al padre Soriano le contaron que como Uchcu Pedro se hizo guerrillero. Sucede que ese señor era arriero y recorría comerciando todos los pueblos. Cuando los soldados de Lynch llegaron a Casma, él estaba en el puerto. Dicen que se hallaba bebiendo con sus dos hijos en una chingana pues habían hecho buen negocio y en eso llegaron los rotos.
- ¡Todo cabro afuera: que acá vamos a tomar los de Chile!
- Como Uchcu Pedro, envalentonado por el licor, no quiso moverse, se produjo un fuerte altercado. El saldo fue de dos chilenos muertos y Uchcu Pedro y sus hijos perseguidos por asesinato. Tres años estuvo el hombre viviendo a salto de mata. Para defenderse organizó una partida guerrillera, como él manejaba bien la dinamita, pues había sido minero, se convirtió en un luchador temible. Así se explica el por qué fue un excelente jefe la revolución de 1885 en que los campesinos se adueñaron de todo el callejón de Huaylas.
Cuando los chilenos pasaron a Chimbote, encontraron desprotegidas las instalaciones del futuro complejo ferroviario y como tenían la orden de golpear al enemigo donde más le duele, que es en el bolsillo, es decir, la economía, se despacharon de lo lindo destruyendo la maestranza y la aduana del ferrocarril. Los pocos trabajadores que quedaron encargados de cuidar la locomotora, la escondieron en la hacienda Puente, pensando que allí no la hallarían los chilenos.
¿Sabes cómo se enteraron esos desgraciados? Por medio de los chinos. El padre Soriano me contó que los chinos vivían como esclavos en esos tiempos. Ellos venían a trabajar al Perú con contrato en algunas haciendas de la costa, y traían a sus familias. Pero cuando llegaron se dieron con una terrible verdad, no tenían contrato alguno. Para no morirse de hambre tuvieron que engancharse de jornaleros y sufrieron muchos abusos de sus patrones que prácticamente los esclavizaron aprovechando que no hablaban español.
Los chinos colaboraron con los chilenos y ellos fueron quienes les indicaron el camino a la hacienda Puente. Allí los malvados rápidamente se deshicieron de los pocos defensores y dinamitaron la locomotora. ¡Esa sí que fue una gran pérdida!
Después de la guerra el país quedó en la más absoluta miseria. Había tantas necesidades que pensar el tren de Chimbote, era algo secundario. Así pasaron muchos años, hasta que el Perú, son la ayuda de Dios, pudo pensar en el desarrollo. Y en este siglo, se retoma el proyecto del tren. Se gestionó el presupuesto y poco a poco se fue avanzando.
Algo te diré, en confianza. En nuestro país siempre ha existido la corrupción. Es un pecado social muy grave. Esa fue la peor herencia que nos dejaron los españoles. Toda nuestra historia republicana es una historia de robos y más robos. ¿Y sabes quienes son los que roban más? Los que más tienen. A esos se les llama la oligarquía, y que son unos cuantos vivos que se adueñaron de lo mejor que tiene el país. Cuando había guano, allí estuvo robando la oligarquía, con el salitre fue lo mismo y eso pasa ahora con el petróleo y los minerales. ¿Y los pobres del Perú…? ¡Qué se mueran de hambre!
Por eso soy cura y cura de parroquia pobre, para que no me entre la tentación. Si hay curas que meten la mano a la alcancía ¡Allá ellos!, ya le darán cuenta al Señor, que quien todo lo ve y todo lo sabe.
Como en lo del tren había plata, los vivos se hicieron de ella. Gastaban y gastaban y hacían llegar lindos informes a Lima. En el Perú del periodo de la reconstrucción no había mucho control y los fondos se dilapidaban.
Cuando Leguía fue presidente en su primer periodo, en 1908, se anunció: ¡Qué maravilla el tren ya llega a Carás! Siendo que recién estaba en la Rinconada.
En el corto periodo presidencial de pan grande Billingursth, en 1912, se decía en Lima: ¡El tren ya está en Huarás! Y era la más grande mentira.
Con José Pardo se dijo ¡Ya pasó Recuay! Vaya usted a ver si había avanzado un par de kilómetros.
Hasta que llegó Leguía en 1919 a su segundo gobierno y fueron sus amigos y familiares los que alzaron con toda la plata que ya entonces venía de Estados Unidos.
- ¿Y cuánto falta para que el tren llegue a Huallanca?
- Pues nada, ya está en Huallanca. Como se había acabado el dinero, la mejor salida que se les ocurrió fue ponerle el nombre de Huallanca al lugar en donde se encontraban realmente los trabajos.
¿Qué había pasado en realidad con los trabajos del tendido de la vía férrea del tren de Chimbote? Pues la obra seguía a la buena de Dios. Si bien en la primera etapa se logró avanzar algo más de 50 Km., luego de la guerra se avanzó unos 75 km. Los cóndores que bajaban a la costa podían ver desde el aire como juntos al gran río subía la serpiente plateada del camino del tren.
En 1924 se encontraba la vía en un lugar solitario, donde nadie vivía. No recuerdo que nombre le daban los campesinos a ese sitio; el padre Soriano me lo dijo, pero no lo pude anotar. Cuando llegaron los ingenieros ordenaron hacer en aquellas soledades los cobertizos, la maestranza y una ridícula sala de espera con una campana ronca.
Y así en ese año se inauguró el tren que recorría de Chimbote a Huallanca. Ya ha cumplido 50 años y de algo nos sirve. Con el paso de los años Huallanca se ha convertido en un pequeño puerto. Hasta aquí trae la gente sus productos y desde aquí se manda toda clase de cosas a Chimbote. Quizás lo más preciado es la fruta de Yuramarca. ¡Qué mangos, qué limas santo Dios! ¡Son una verdadera delicia!
En poco tiempo se olvidaron del escándalo. Total, los peruanos tenemos mala memoria. El tren jamás ha cargado una sola tonelada de las minas de Recuay ni del verdadero Huallanca. Cuando en Lima se dieron cuenta de las cosas, ya no se pudo encontrar a los culpables; habían huido al extranjero. Eso siempre pasa.
¿Y qué pasó con Huallanca? El sitio se quedó con el nombre, como una burla a la idiosincrasia de los peruanos. Al fin y al cabo, en muchos lugares del Perú los nombres se repiten. Hay un Chavín de Mullaca, cerca de Huarás; Hay in Chavín de Huántar, en Huari; y hasta en Huánuco hay un Chavín de Pariarca. Entonces nos hemos acostumbrado a diferenciar, los ancashinos tenemos nuestro Huallanca con su tren y los huanuqueños tienen su Huallanca con sus vacas. ¡Qué bueno fuera que el tren llegue a Huarás, otra cosa sería!”
José Antonio Salazar Mejía
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