rubén darío robles moreno
KUCHI PISHTAG / MATA CHANCHO
Impacientes, hambrientos, pidiendo su presa preferida, con la saliva haciéndose agua en la boca, los asistentes ubicados alrededor del chanchito bien doradito, con harta canchita en mano, recién tostadita en la calana (tiesto) movido con su cahspi (palito largo).
Todos mirando y admirando , como el matador (pishtador), con hábiles manos atizando con harta paja ardiendo por todos lados, doraba al gordo animal ya desangrado, tendido sobre un pedestal de piedra o simplemente sobre el suelo.
La tremenda fogata armada en medio del patio de la casa, iluminaba y calentaba todo el ambiente en la frígida madrugada de Chiquián .
El fuego alcanzaba de 2 a 3 metros de altura, atizada con manojos de paja de trigo o cebada reventando fuerte como si fueran cohetecillos, haciendo escándalo en toda la vecindad o barrio, los que se enteraban que ya estaban gashpando al porcino, más aún con el griterío de los niños y jóvenes, pidiendo su ración calientita de pellejo (piel del animal), bien doradito y crocantito, que el experto en el gashpado (quemado de los pelos y dorado de la piel) del chancho ofrecía a todos los asistentes, vecinos y familiares que se sumaban al nullero acontecimiento.
Era una fiesta o mejor un rito especial casero, familiar o vecinal, dónde muy entusiastas todos los presente participaba, siendo el centro de atención el engordado cerdo, cada vez más doradito.
AMOR AL CHANCHO
(KUCHI KUYAY)
¡Gordito traje tu maicito!
¡Amor come tu cebaditaa!
¡Toma agüita y bañateee!
Con bastante cariño, con amor, con todas las atenciones desde pequeño, el lechoncito bien criado, bien alimentado, bien bañadito, iba creciendo lo más sano, hermoso y gordito, el engreído animalito.
Pasando los meses, ya de maduro, si era macho se le capaba (estirpar los genitales) para hervitar el fuerte olor de su carne ál cocinarlo y engordarlo con bastante papa, cebada, afrecho, maíz dulce, maíz morocho y cuánto alimento sano se le ofrecía.
"NO ES AMOR AL CHANCHO, SINÓ A LOS CHICHARRONES"
KUCHI PISHTAG
Kuchi, en quechua chancho.
Pishtag, viene del vocablo quechua pishtar, dice desollar.
Con anticipación se almacenaba bastante paja bien seca después de trillar el trigo o la cebada, que antes producían estos cereales en buena cantidad, las chacras en Chiquián y nuestros pueblos de la provincia.
Se fijaba una fecha especial para sacrificar al gordo porcino.
Un cumpleaños, si un familiar llegaba de otro lugar, fiestas patronales, fiestas patrias, navidad, año nuevo, especialmente para la fiesta de agosto dónde llegaban muchos visitantes, etc.
engordándolo al máximo, para sacarle harta manteca y los deliciosos chicharrones.
Se contrataba al pishtador o matador, si no había en la familia. Agenciaba de todos los correspondientes utensilios, bastante leña, muchos ingredientes, las
yerbas especiales, etc
Ante una espectativa emocionante, llegado el citado día, muchos no dormían desde la víspera, esperando el momento. Ya de, 2 a 3 de la madrugada el matador con ayuda de otros mayores agarraban al animal, que ya no podía caminar de tanta gordura, lo tumbaban, con tremendo griterío de ambas partes despertando al vecindario, amarrándole fuertemente la patas y el hocico. El pishtador con una certera estocada al corazón, daba muerte al cerdo.
La sangre que salía a chorros, era recibida con rapidez, lo más limpia posible, sin perder una gota se chorreaba en un gran recipiente para el preparado de las ricas morcillas.
Previa buena bañada, ya muerto el gordo animal, poniendo una piedra en la boca del chancho, acomodando harta paja por todos lados y sobre el cuerpo del porcino, se encendía el fuego, iniciando el gashpado.
¡Queremos el pucashhh..!
Pedían a gritos los niños, la vejiga del cerdo, al carnicero, con los primeros rayos solares ya desollaba al animal.
¡Patea fuerteee...!
¡Pásala, pásalaaa..!
¡Goool, goool... !
Desbordando alegría, niños y niñas pateaban el pucash (vejiga inflada) correteando por todo el patio pasando sobre el chancho y los asistentes, que a veces se iban hasta la calle, terminando el juego al reventarse el puchas.
Shay ¿Estás piñasga?
Amigo ¿estás molesto?
¿Has kuchi pishtado?
¿Has matado tu chancho?!
Los vecinos o amigos, en forma burlona, pedían ser invitados a recibir su ración del shongón o de los deliciosos chicharrones.
En Chiquián, algunas familias, se hacían los molestos, otros se encerraban en sus casas sin salir toda la semana hasta acabar el chancho y sus derivados. No invitaban.
Pero la mayoría de los pobladores, hacían probar a los familiares y la vecindad, compartiendo las delicias de los preparados.
Al medio día la mamá preparaba el delicioso shongón, picante rojo del corazón, hígado y pulmón, con papas blancas cortadas, acompañado de perejil, yerba buena, con rocoto molido y su cebollita china.
Saboreando la familia una parte, y otra, llevando platillos a la casa de los vecinos y familiares que se habían antojado. Costumbres arraigadas de nuestros antepasados.
Las señoras expertas en el preparado de las morcillas embutidas en las tripas gruesas, siendo el "obispo"(el más grueso) para el pishtador
Las deliciosas salchichas rojas y blancas en las tripas delgadas.
El día central, los famosos chicharrones, hirviendo en un perol grande a la par con el mote blanco de maíz.
También había que invitar a familiares y vecindario para satisfacer su "tushu" (antojo) y
"ranting" no más (cuando mataban su chancho ellos te devolvían la invitación del chicharrón).
Terminaba el "rito" ,preparando el garancho (pellejo dorado), tocino, charqui, empanadas, jamones ahumados de las piernas, los ricos tamales y sobre todo salía no menos se una lata (5 galones) de la rica manteca de chancho, que reemplazaba al aceite, para distintos preparados en el arte culinario.
En cada hogar chiquiano y todos los pueblos de nuestra provincia, en el pasado siglo, nunca faltaba un chanchito engordando para cualquier ocasión.
"LOS CHANCHOS NO VUELAN"
"LOS CHICHARRONES SI"
Cómo todos los años para el 30 de Agosto, una señora de hana barrio, muy conocida ella por el preparado de sus deliciosos chicharrones y la manteca de chancho para elaborar los tamales, empanadas y las ricas tortas de maíz. Alistaba todos los ingredientes para vender los ricos platillos a los feligreses que asistían a la procesión de la fiesta patronal de SANTA ROSA.
Al medio día en un gran perol los chicharrones ya tomaban el color doradito friéndose en una gran cantidad de manteca, a todos fuego, atizada con harta leña en el fogón (cocina de adobe o piedra) instalada en el centro del patio de su casa colindante a una de las calles cercanas a la Plaza de Armas en Chiquián.
Minutos antes de sacar los chicharrones para llevarlos a la venta con su mote blanquito de maíz y una buena sarsa con ají y su yerba buena. Mirando al tremendo perol, que aún sobraba regular espacio, murmuró:
¡Pero puedo sacar dos latas de manteca echándole más agua!
¡Así gano más!
Sin dudar más, trajo un balde grande, lleno de agua fría. Creyendo duplicar la cantidad de manteca, echó toda el agua al perol, que hervía a alta temperatura. Al instante con un fuerte ruido los chicharrones salieron volando por los aires hasta la calle, para sorpresa de los transeúntes, viendo cómo del cielo llovían los chicharrones,
¡No puede ser, volaron todos mis chicharrones!
¡Ni una gota de aceite quedó ¡
Asustada, gritaba la señora.
Otros chicharrones cayeron sobre los techos de las casas aledañas y unos cuantos en la tierra de su patio. En el perol ni un solo chicharrón, ni una gota de aceite quedó.
Sola quedó la señora bañada en manteca, con algunas quemaduras en la mano y la cara, salvándose por el sombrero y la doble vestimenta larga que llevaba.
"La ambición mató a Palomino"
Rubén Darío Robles Moreno.
Todos mirando y admirando , como el matador (pishtador), con hábiles manos atizando con harta paja ardiendo por todos lados, doraba al gordo animal ya desangrado, tendido sobre un pedestal de piedra o simplemente sobre el suelo.
La tremenda fogata armada en medio del patio de la casa, iluminaba y calentaba todo el ambiente en la frígida madrugada de Chiquián .
El fuego alcanzaba de 2 a 3 metros de altura, atizada con manojos de paja de trigo o cebada reventando fuerte como si fueran cohetecillos, haciendo escándalo en toda la vecindad o barrio, los que se enteraban que ya estaban gashpando al porcino, más aún con el griterío de los niños y jóvenes, pidiendo su ración calientita de pellejo (piel del animal), bien doradito y crocantito, que el experto en el gashpado (quemado de los pelos y dorado de la piel) del chancho ofrecía a todos los asistentes, vecinos y familiares que se sumaban al nullero acontecimiento.
Era una fiesta o mejor un rito especial casero, familiar o vecinal, dónde muy entusiastas todos los presente participaba, siendo el centro de atención el engordado cerdo, cada vez más doradito.
AMOR AL CHANCHO
(KUCHI KUYAY)
¡Gordito traje tu maicito!
¡Amor come tu cebaditaa!
¡Toma agüita y bañateee!
Con bastante cariño, con amor, con todas las atenciones desde pequeño, el lechoncito bien criado, bien alimentado, bien bañadito, iba creciendo lo más sano, hermoso y gordito, el engreído animalito.
Pasando los meses, ya de maduro, si era macho se le capaba (estirpar los genitales) para hervitar el fuerte olor de su carne ál cocinarlo y engordarlo con bastante papa, cebada, afrecho, maíz dulce, maíz morocho y cuánto alimento sano se le ofrecía.
"NO ES AMOR AL CHANCHO, SINÓ A LOS CHICHARRONES"
KUCHI PISHTAG
Kuchi, en quechua chancho.
Pishtag, viene del vocablo quechua pishtar, dice desollar.
Con anticipación se almacenaba bastante paja bien seca después de trillar el trigo o la cebada, que antes producían estos cereales en buena cantidad, las chacras en Chiquián y nuestros pueblos de la provincia.
Se fijaba una fecha especial para sacrificar al gordo porcino.
Un cumpleaños, si un familiar llegaba de otro lugar, fiestas patronales, fiestas patrias, navidad, año nuevo, especialmente para la fiesta de agosto dónde llegaban muchos visitantes, etc.
engordándolo al máximo, para sacarle harta manteca y los deliciosos chicharrones.
Se contrataba al pishtador o matador, si no había en la familia. Agenciaba de todos los correspondientes utensilios, bastante leña, muchos ingredientes, las
yerbas especiales, etc
Ante una espectativa emocionante, llegado el citado día, muchos no dormían desde la víspera, esperando el momento. Ya de, 2 a 3 de la madrugada el matador con ayuda de otros mayores agarraban al animal, que ya no podía caminar de tanta gordura, lo tumbaban, con tremendo griterío de ambas partes despertando al vecindario, amarrándole fuertemente la patas y el hocico. El pishtador con una certera estocada al corazón, daba muerte al cerdo.
La sangre que salía a chorros, era recibida con rapidez, lo más limpia posible, sin perder una gota se chorreaba en un gran recipiente para el preparado de las ricas morcillas.
Previa buena bañada, ya muerto el gordo animal, poniendo una piedra en la boca del chancho, acomodando harta paja por todos lados y sobre el cuerpo del porcino, se encendía el fuego, iniciando el gashpado.
¡Queremos el pucashhh..!
Pedían a gritos los niños, la vejiga del cerdo, al carnicero, con los primeros rayos solares ya desollaba al animal.
¡Patea fuerteee...!
¡Pásala, pásalaaa..!
¡Goool, goool... !
Desbordando alegría, niños y niñas pateaban el pucash (vejiga inflada) correteando por todo el patio pasando sobre el chancho y los asistentes, que a veces se iban hasta la calle, terminando el juego al reventarse el puchas.
Shay ¿Estás piñasga?
Amigo ¿estás molesto?
¿Has kuchi pishtado?
¿Has matado tu chancho?!
Los vecinos o amigos, en forma burlona, pedían ser invitados a recibir su ración del shongón o de los deliciosos chicharrones.
En Chiquián, algunas familias, se hacían los molestos, otros se encerraban en sus casas sin salir toda la semana hasta acabar el chancho y sus derivados. No invitaban.
Pero la mayoría de los pobladores, hacían probar a los familiares y la vecindad, compartiendo las delicias de los preparados.
Al medio día la mamá preparaba el delicioso shongón, picante rojo del corazón, hígado y pulmón, con papas blancas cortadas, acompañado de perejil, yerba buena, con rocoto molido y su cebollita china.
Saboreando la familia una parte, y otra, llevando platillos a la casa de los vecinos y familiares que se habían antojado. Costumbres arraigadas de nuestros antepasados.
Las señoras expertas en el preparado de las morcillas embutidas en las tripas gruesas, siendo el "obispo"(el más grueso) para el pishtador
Las deliciosas salchichas rojas y blancas en las tripas delgadas.
El día central, los famosos chicharrones, hirviendo en un perol grande a la par con el mote blanco de maíz.
También había que invitar a familiares y vecindario para satisfacer su "tushu" (antojo) y
"ranting" no más (cuando mataban su chancho ellos te devolvían la invitación del chicharrón).
Terminaba el "rito" ,preparando el garancho (pellejo dorado), tocino, charqui, empanadas, jamones ahumados de las piernas, los ricos tamales y sobre todo salía no menos se una lata (5 galones) de la rica manteca de chancho, que reemplazaba al aceite, para distintos preparados en el arte culinario.
En cada hogar chiquiano y todos los pueblos de nuestra provincia, en el pasado siglo, nunca faltaba un chanchito engordando para cualquier ocasión.
"LOS CHANCHOS NO VUELAN"
"LOS CHICHARRONES SI"
Cómo todos los años para el 30 de Agosto, una señora de hana barrio, muy conocida ella por el preparado de sus deliciosos chicharrones y la manteca de chancho para elaborar los tamales, empanadas y las ricas tortas de maíz. Alistaba todos los ingredientes para vender los ricos platillos a los feligreses que asistían a la procesión de la fiesta patronal de SANTA ROSA.
Al medio día en un gran perol los chicharrones ya tomaban el color doradito friéndose en una gran cantidad de manteca, a todos fuego, atizada con harta leña en el fogón (cocina de adobe o piedra) instalada en el centro del patio de su casa colindante a una de las calles cercanas a la Plaza de Armas en Chiquián.
Minutos antes de sacar los chicharrones para llevarlos a la venta con su mote blanquito de maíz y una buena sarsa con ají y su yerba buena. Mirando al tremendo perol, que aún sobraba regular espacio, murmuró:
¡Pero puedo sacar dos latas de manteca echándole más agua!
¡Así gano más!
Sin dudar más, trajo un balde grande, lleno de agua fría. Creyendo duplicar la cantidad de manteca, echó toda el agua al perol, que hervía a alta temperatura. Al instante con un fuerte ruido los chicharrones salieron volando por los aires hasta la calle, para sorpresa de los transeúntes, viendo cómo del cielo llovían los chicharrones,
¡No puede ser, volaron todos mis chicharrones!
¡Ni una gota de aceite quedó ¡
Asustada, gritaba la señora.
Otros chicharrones cayeron sobre los techos de las casas aledañas y unos cuantos en la tierra de su patio. En el perol ni un solo chicharrón, ni una gota de aceite quedó.
Sola quedó la señora bañada en manteca, con algunas quemaduras en la mano y la cara, salvándose por el sombrero y la doble vestimenta larga que llevaba.
"La ambición mató a Palomino"
Rubén Darío Robles Moreno.