mISHKY yACU

Hace mucho tiempo atrás, existió un gran guerrero llamado Rumi Maki (mano de piedra), que preocupado por expandir su territorio, olvidaba el gran amor que sentía por su fiel y abnegada esposa Mishki Awakuq.
La luz del astro sol iluminaba los días de Mishki awakuq (dulce tejedora) junto al alegre juguetear de su pequeño hijo Achikyaay Shunqun (corazón brillante), pues ella con sus grandes dotes de tejedora confeccionaba delicados y coloridos mantos rindiendo homenaje a la riqueza natural que les prodigaba el cielo y el mar.
Una mañana, mientras ella jugaba con su hijo frente a la orilla del inmenso mar de Paracas, un caracol encantado con tristes cantos le anunció que una tragedia ocurriría esa noche, un frío intenso estremeció su cuerpo, y con su bello manto cubrió al pequeño y lo abrazó muy fuerte, y al derramar una lágrima tiñó de intensos colores y figuras el corazón y las manos del niño.
Llegada la noche, el gran guerrero Rumi Maki enfurecido por la pérdida de una batalla irrumpió en la paz del aposento de su abnegada esposa, quien con cánticos de amor hacía dormir al niño. Cogió con gran ira los tintes que yacían sobre una mesa, y los arrojó sobre su esposa cubriéndola de negro intenso, pero grande fue su sorpresa y desesperación cuando la vio desvanecerse poco a poco junto al pequeño, su cuerpo desapareció del recinto gimiendo de dolor.
Desde entonces, el gran guerrero Rumi Maki no halló consuelo alguno, buscó y buscó el cuerpo de su amada para llorar y abrazar su muerte, pero no supo a dónde fue a parar. Sacerdotes y amigos lo animaban, su pequeño hijo buscaba su amor y atención, pero éste lo rechazaba.
Pasaron los años y el niño creció, Achikyaay Shunqun se convirtió en un fuerte y hermoso joven alegre, que solía pasar horas y horas frente a las orillas del mar, viendo pescar a los pobladores del lugar los frutos generosos del mar; dos gaviotas eran sus más leales confidentes, pues su padre no se percataba ya de él, y herido por el desamor se dejó llevar hacia otros lugares y se estableció en Nazca.
En una noche mágica, cuando Achikyaay Shunqun se encontraba sentado frente al mar un caracol mágico le cantó al oído un secreto que alegró su corazón, y las Líneas de Nazca sucumbieron a la vez; entonces, decidió hacer las más bellas vasijas que adornaran los Templos y ciudadelas, de sus manos caían cual sudor resplandecientes e intensos colores que podía matizar para pintar, de su corazón se reflejaban imágenes de las riquezas del mar y del cielo costeño que quedaban impresas en los ceramios que fabricaba.
Un buen día, decidió retornar a casa de su padre llevándole una vasija bellamente elaborada con el caracol mágico en su interior, la espuma del mar lo adornaba por dentro y por fuera. Al llegar, irrumpió en la habitación oscura y solitaria de su padre y se acercó muy lentamente; y con gran ternura le dijo: - querido padre, hace mucho que no he vuelto a ver a mi madre, que no oigo sus cantos, que sus bellos mantos me dejaron de cubrir, que mis paseos y juegos frente al mar no fueron los mismos sin ella, pero hace mucho tiempo atrás que nunca sentí tu cariño y tu mirada, no sé a dónde se fue mi madre, qué ocurrió, pero nunca supe a dónde fue a parar tu cariño - … - ¡Toma, te traje esta vasija!, la hice con amor y mucha ilusión, en su interior se encuentra un gran secreto y lo comparto esta noche contigo - , fue entonces, cuando su padre el Gran Guerrero se levantó con una gran amargura, tomó la vasija entre sus manos y sin percatarse de su contenido la arrojó contra el piso. Al romperse, la espuma del mar se convirtió en gotas de tinte negro que salpicaron a su joven hijo, quien se desvaneció en el acto con una gran agonía en su corazón por el desamor de su padre Rumi Maki, y nuevamente como en una noche maldita para el Gran Guerrero, sucumbió en el dolor y la desesperación implorando perdón y exclamando: - ¡Oh, amada mía! te perdí hace mucho tiempo y no te dije que te amaba. Hoy pierdo a nuestro hijo, a quien tampoco supe decirle que lo amaba. La soberbia y la ambición me cegaron, no supe ver y valorar el tesoro más grande que guardaban y encerraban estas nobles paredes con ustedes, ahora no sé dónde están para sentirlos y abrazarlos. ¿Qué puedo hacer ahora que nos los tengo junto a mí? - , fue entonces, cuando de repente, el caracol mágico comenzó a entonar una triste melodía con un secreto develado al Gran Guerrero.
Misteriosamente, la melodía lo llevó frente a la Bahía de Paracas y en el firmamento se descubrían bellos ceramios llenos de luz, y las olas del mar se elevaban cada vez más, hasta topar el cielo y al desvanecerse; encantadores y delicados mantos se desprendían junto a las estrellas dibujando las siluetas de su amada esposa Mishki awakuq y su joven hijo Achikyaay Shunqun que abrazados lo llamaban. Grande fue su emoción, que en la oscura noche no se percató y cayó junto a una peña, que lastimando su cabeza le hizo perder el conocimiento, sus soldados al advertir lo ocurrido llamaron al gran cirujano Aptiy Maki (mano empuñada), que al intentar hacer una trepanación craneana para salvar la vida del Gran Guerrero, sintió al igual que los presentes una melodía encantadora, que ante la mirada atónita de los presentes veían como se elevaba el espíritu del gran guerrero Rumi Maki, quien luego de un suspiro, se iba hacia el encuentro de su amada esposa y de su joven hijo.
Desde entonces, Paracas y Nazca brillaron con luz propia en el firmamento costeño.
Y cada vez que veo un bello manto Paracas y un resplandeciente ceramio de Nazca adornar mi habitación, observo a través de mi ventana el ir y venir de las olas del inmenso mar, recordando esta historia de bellos y brillantes colores de amor y perdón en el firmamento de la Bahía de Paracas, y siento nostalgia de la Catedral que la adornaba.
La luz del astro sol iluminaba los días de Mishki awakuq (dulce tejedora) junto al alegre juguetear de su pequeño hijo Achikyaay Shunqun (corazón brillante), pues ella con sus grandes dotes de tejedora confeccionaba delicados y coloridos mantos rindiendo homenaje a la riqueza natural que les prodigaba el cielo y el mar.
Una mañana, mientras ella jugaba con su hijo frente a la orilla del inmenso mar de Paracas, un caracol encantado con tristes cantos le anunció que una tragedia ocurriría esa noche, un frío intenso estremeció su cuerpo, y con su bello manto cubrió al pequeño y lo abrazó muy fuerte, y al derramar una lágrima tiñó de intensos colores y figuras el corazón y las manos del niño.
Llegada la noche, el gran guerrero Rumi Maki enfurecido por la pérdida de una batalla irrumpió en la paz del aposento de su abnegada esposa, quien con cánticos de amor hacía dormir al niño. Cogió con gran ira los tintes que yacían sobre una mesa, y los arrojó sobre su esposa cubriéndola de negro intenso, pero grande fue su sorpresa y desesperación cuando la vio desvanecerse poco a poco junto al pequeño, su cuerpo desapareció del recinto gimiendo de dolor.
Desde entonces, el gran guerrero Rumi Maki no halló consuelo alguno, buscó y buscó el cuerpo de su amada para llorar y abrazar su muerte, pero no supo a dónde fue a parar. Sacerdotes y amigos lo animaban, su pequeño hijo buscaba su amor y atención, pero éste lo rechazaba.
Pasaron los años y el niño creció, Achikyaay Shunqun se convirtió en un fuerte y hermoso joven alegre, que solía pasar horas y horas frente a las orillas del mar, viendo pescar a los pobladores del lugar los frutos generosos del mar; dos gaviotas eran sus más leales confidentes, pues su padre no se percataba ya de él, y herido por el desamor se dejó llevar hacia otros lugares y se estableció en Nazca.
En una noche mágica, cuando Achikyaay Shunqun se encontraba sentado frente al mar un caracol mágico le cantó al oído un secreto que alegró su corazón, y las Líneas de Nazca sucumbieron a la vez; entonces, decidió hacer las más bellas vasijas que adornaran los Templos y ciudadelas, de sus manos caían cual sudor resplandecientes e intensos colores que podía matizar para pintar, de su corazón se reflejaban imágenes de las riquezas del mar y del cielo costeño que quedaban impresas en los ceramios que fabricaba.
- Muchos admiraron la belleza de sus trabajos, pero no podían igualar la técnica - .
Un buen día, decidió retornar a casa de su padre llevándole una vasija bellamente elaborada con el caracol mágico en su interior, la espuma del mar lo adornaba por dentro y por fuera. Al llegar, irrumpió en la habitación oscura y solitaria de su padre y se acercó muy lentamente; y con gran ternura le dijo: - querido padre, hace mucho que no he vuelto a ver a mi madre, que no oigo sus cantos, que sus bellos mantos me dejaron de cubrir, que mis paseos y juegos frente al mar no fueron los mismos sin ella, pero hace mucho tiempo atrás que nunca sentí tu cariño y tu mirada, no sé a dónde se fue mi madre, qué ocurrió, pero nunca supe a dónde fue a parar tu cariño - … - ¡Toma, te traje esta vasija!, la hice con amor y mucha ilusión, en su interior se encuentra un gran secreto y lo comparto esta noche contigo - , fue entonces, cuando su padre el Gran Guerrero se levantó con una gran amargura, tomó la vasija entre sus manos y sin percatarse de su contenido la arrojó contra el piso. Al romperse, la espuma del mar se convirtió en gotas de tinte negro que salpicaron a su joven hijo, quien se desvaneció en el acto con una gran agonía en su corazón por el desamor de su padre Rumi Maki, y nuevamente como en una noche maldita para el Gran Guerrero, sucumbió en el dolor y la desesperación implorando perdón y exclamando: - ¡Oh, amada mía! te perdí hace mucho tiempo y no te dije que te amaba. Hoy pierdo a nuestro hijo, a quien tampoco supe decirle que lo amaba. La soberbia y la ambición me cegaron, no supe ver y valorar el tesoro más grande que guardaban y encerraban estas nobles paredes con ustedes, ahora no sé dónde están para sentirlos y abrazarlos. ¿Qué puedo hacer ahora que nos los tengo junto a mí? - , fue entonces, cuando de repente, el caracol mágico comenzó a entonar una triste melodía con un secreto develado al Gran Guerrero.
Misteriosamente, la melodía lo llevó frente a la Bahía de Paracas y en el firmamento se descubrían bellos ceramios llenos de luz, y las olas del mar se elevaban cada vez más, hasta topar el cielo y al desvanecerse; encantadores y delicados mantos se desprendían junto a las estrellas dibujando las siluetas de su amada esposa Mishki awakuq y su joven hijo Achikyaay Shunqun que abrazados lo llamaban. Grande fue su emoción, que en la oscura noche no se percató y cayó junto a una peña, que lastimando su cabeza le hizo perder el conocimiento, sus soldados al advertir lo ocurrido llamaron al gran cirujano Aptiy Maki (mano empuñada), que al intentar hacer una trepanación craneana para salvar la vida del Gran Guerrero, sintió al igual que los presentes una melodía encantadora, que ante la mirada atónita de los presentes veían como se elevaba el espíritu del gran guerrero Rumi Maki, quien luego de un suspiro, se iba hacia el encuentro de su amada esposa y de su joven hijo.
Desde entonces, Paracas y Nazca brillaron con luz propia en el firmamento costeño.
Y cada vez que veo un bello manto Paracas y un resplandeciente ceramio de Nazca adornar mi habitación, observo a través de mi ventana el ir y venir de las olas del inmenso mar, recordando esta historia de bellos y brillantes colores de amor y perdón en el firmamento de la Bahía de Paracas, y siento nostalgia de la Catedral que la adornaba.