aRMANDO ZARAZÚ ALDAVE
Eran comienzos de 1824, el ejercito patriota se encontraba estacionado en el Callejón de Huaylas preparándose para las gloriosas campañas de Junín y Ayacucho. Aprovechando la oportunidad las autoridades de los pueblos de la zona se desvivían por rendir homenaje al jefe de las fuerza militares patriotas, el libertador Simón bolívar, quien era homenajeado en cada población por el que pasaba. Demás está decir que dichos agasajos era motivo para el lucimiento de las clases previligiadas de cada pueblo, las como de costumbre, siempre actúan de espaldas a los intereses y valores culturales de las grandes mayorías. Es así como Bolívar llegó a Huaraz, la ciudad más importante de la zona, en donde la sociedad huaracina no excatimó esfuerzos para agazajar el general venezolano. En medio de una de esas actividades laudatorias, que se desarrollaba en la Plaza de Armas de la ciudad, una agrupación musical del lugar rompió los aires con una alegre tonada típica del lugar, casi de inmediato, una humilde campesina que estaba observando la ceremonia se acercó al Libertador y lo invitó a bailar. Bolivar, cuya galantería ha sido motivo de muchísimas anécdotas, algunas de ellas en nuestro departamento, no lo dudó un instante y se lanzó al ruedo para moverse a los compases de la contagiante música ancashina. Las damas de la sociedad huaracina no esperaban semejante desplante Bolivariano y menos por causa de una cholita pueblerina. El despecho o desprecio que estas clases siempre han sentido por el pueblo hizo que estas señoronas realizaran comentarios despectivos, entre ellas por supuesto, utilizando la palabra chusca (1), para referirse a la campesina que había tenido el atrevimiento de quitarles el “derecho” que, como damas de sociedad creían tener, de ser las únicas receptoras de las atenciones que el Libertador podía hacer a las hijas de Eva. De allí en adelante, cuando la gente quería referirse al tipo de música motivo de esta nota, empezó a llamarla chuscada, inmortalizando de esta forma a la anónima campesina, que no se acobardó frente a los laureles de Bolívar, ni mucho menos de las críticas de un grupo de mujeres egoistas, quienes sin siquiera imaginárselo, dieron origen al nombre de la música popular del Callejón de Huaylas. Justicia poética le llaman en literatura.
A fines de los años cuarenta, una humilde jovencita natural de la provincia de Aija, exáctamente del pueblo de Malvas, cuyo nombre era María alvarado Trujillo, llegaba a la ciudad de Lima con el propósito de todo migrante provinciano, buscar nuevos horizontes en la capital de nuestro país. Para mitigar la soledad y el recuerdo de su lejana tierra, ella entonaba las canciones que había aprendido de niña, las chuscadas; lo hacía con tanta gracia, estilo y muy buena voz, que una amiga suya la animó a que tentara suerte en el antiguo coliseo Bolivar, hubicado en el distrito de la La Victoria. Sacó toda la fuerza y ánimo que pudo y, casi a empujoness de la amiga, se presentó en dicha carpa que era conocida por presentar espectáculos de música, canto y balies de procedencia andina. A partir de ese instante se inicia la trayectoria artística de quién, con el transcurso de los años, se convertería en la máxima estrella, no solo del cantar ancashino, sino también de la música andina peruana. Había nacido Pastorita Huaracina, la reina de la chuscada, quien, al igual que la anónima campesina de la época Bolivariana, no tuvo temor ni vergüenza de mostrar la cultura musical popular de nuestra tierra.
Muy pronto las cualidades artísticas de Pastorita la convirtieron en la favorita y engreída del público amante de las melodías andinas. Pronto llegaron las grabaciones y empiezan a conocerse piezas inolvidables del cantar ancashino en particular y también de otras regiones andinas del Perú profundo del que tanto nos hablara el maestro José María arguedas (2). Lima iba creciendo y el huayno, con Pastorita como abanderada, llegó a la radio y luego a la televisión, en donde por varios años condujo un programa de música peruana.
La influencia de Pastorita Huaracina en la difusión de nuestra música como genuina expresión de la cultura popular es incuestionable. Instituciones culturales, universidades y organismos gubernamentales supieron reconocerla con menciones honrosas, condecoraciones y, finalmente, con la Orden del sol. Su trabajo artístico a sido crucial para que la cultura musical popular de nuestro país sea conocida ampliamente y, por lo tanto apreciada mejor por nosotros mismos, que muchas veces no le sabemos dar el valor que le corresponde. Por ello, su fallecimiento en Lima, un 24 de mayo del 2001, representó una pérdida muy grande para la música andina peruana.
La desaparición de de esta extraordinaria artista fue particularmente dolorosa para todos los ancashinos, no solo en el Perú, sino también para los que viven dispersos por el mundo. El autor de esta nota tuvo oportunidad de, al igual que muchos peruanos del área donde radica, bailar y gozar al compás de las canciones de la inolvidable Pastorita Huaracina. Nos visitó y alegró hasta en tres oportunidades.
Recordar y rendir homenaje a Pastorita Huaracina es reconocer el valor, no solo artístico y cultural que representa para el departamento de Ancash, sino también revalorar lo nuestro como parte intrínseca de nuestra identidad cultural. Por todo ello y por lo que representa para nuestra cultura, la instauración del Día de la Canción Ancashina, a celebrarse en la fecha en la que falleció nuestra nunca bien llorada Pastorita Huaracina es una excelente forma de tenerla presente siempre.
Las cenizas de Pastorita Huaracina se fueron con las aguas del río Santa, ese río al que ella solía cantar desde lo más profundo de su corazón:
Eran comienzos de 1824, el ejercito patriota se encontraba estacionado en el Callejón de Huaylas preparándose para las gloriosas campañas de Junín y Ayacucho. Aprovechando la oportunidad las autoridades de los pueblos de la zona se desvivían por rendir homenaje al jefe de las fuerza militares patriotas, el libertador Simón bolívar, quien era homenajeado en cada población por el que pasaba. Demás está decir que dichos agasajos era motivo para el lucimiento de las clases previligiadas de cada pueblo, las como de costumbre, siempre actúan de espaldas a los intereses y valores culturales de las grandes mayorías. Es así como Bolívar llegó a Huaraz, la ciudad más importante de la zona, en donde la sociedad huaracina no excatimó esfuerzos para agazajar el general venezolano. En medio de una de esas actividades laudatorias, que se desarrollaba en la Plaza de Armas de la ciudad, una agrupación musical del lugar rompió los aires con una alegre tonada típica del lugar, casi de inmediato, una humilde campesina que estaba observando la ceremonia se acercó al Libertador y lo invitó a bailar. Bolivar, cuya galantería ha sido motivo de muchísimas anécdotas, algunas de ellas en nuestro departamento, no lo dudó un instante y se lanzó al ruedo para moverse a los compases de la contagiante música ancashina. Las damas de la sociedad huaracina no esperaban semejante desplante Bolivariano y menos por causa de una cholita pueblerina. El despecho o desprecio que estas clases siempre han sentido por el pueblo hizo que estas señoronas realizaran comentarios despectivos, entre ellas por supuesto, utilizando la palabra chusca (1), para referirse a la campesina que había tenido el atrevimiento de quitarles el “derecho” que, como damas de sociedad creían tener, de ser las únicas receptoras de las atenciones que el Libertador podía hacer a las hijas de Eva. De allí en adelante, cuando la gente quería referirse al tipo de música motivo de esta nota, empezó a llamarla chuscada, inmortalizando de esta forma a la anónima campesina, que no se acobardó frente a los laureles de Bolívar, ni mucho menos de las críticas de un grupo de mujeres egoistas, quienes sin siquiera imaginárselo, dieron origen al nombre de la música popular del Callejón de Huaylas. Justicia poética le llaman en literatura.
A fines de los años cuarenta, una humilde jovencita natural de la provincia de Aija, exáctamente del pueblo de Malvas, cuyo nombre era María alvarado Trujillo, llegaba a la ciudad de Lima con el propósito de todo migrante provinciano, buscar nuevos horizontes en la capital de nuestro país. Para mitigar la soledad y el recuerdo de su lejana tierra, ella entonaba las canciones que había aprendido de niña, las chuscadas; lo hacía con tanta gracia, estilo y muy buena voz, que una amiga suya la animó a que tentara suerte en el antiguo coliseo Bolivar, hubicado en el distrito de la La Victoria. Sacó toda la fuerza y ánimo que pudo y, casi a empujoness de la amiga, se presentó en dicha carpa que era conocida por presentar espectáculos de música, canto y balies de procedencia andina. A partir de ese instante se inicia la trayectoria artística de quién, con el transcurso de los años, se convertería en la máxima estrella, no solo del cantar ancashino, sino también de la música andina peruana. Había nacido Pastorita Huaracina, la reina de la chuscada, quien, al igual que la anónima campesina de la época Bolivariana, no tuvo temor ni vergüenza de mostrar la cultura musical popular de nuestra tierra.
Muy pronto las cualidades artísticas de Pastorita la convirtieron en la favorita y engreída del público amante de las melodías andinas. Pronto llegaron las grabaciones y empiezan a conocerse piezas inolvidables del cantar ancashino en particular y también de otras regiones andinas del Perú profundo del que tanto nos hablara el maestro José María arguedas (2). Lima iba creciendo y el huayno, con Pastorita como abanderada, llegó a la radio y luego a la televisión, en donde por varios años condujo un programa de música peruana.
La influencia de Pastorita Huaracina en la difusión de nuestra música como genuina expresión de la cultura popular es incuestionable. Instituciones culturales, universidades y organismos gubernamentales supieron reconocerla con menciones honrosas, condecoraciones y, finalmente, con la Orden del sol. Su trabajo artístico a sido crucial para que la cultura musical popular de nuestro país sea conocida ampliamente y, por lo tanto apreciada mejor por nosotros mismos, que muchas veces no le sabemos dar el valor que le corresponde. Por ello, su fallecimiento en Lima, un 24 de mayo del 2001, representó una pérdida muy grande para la música andina peruana.
La desaparición de de esta extraordinaria artista fue particularmente dolorosa para todos los ancashinos, no solo en el Perú, sino también para los que viven dispersos por el mundo. El autor de esta nota tuvo oportunidad de, al igual que muchos peruanos del área donde radica, bailar y gozar al compás de las canciones de la inolvidable Pastorita Huaracina. Nos visitó y alegró hasta en tres oportunidades.
Recordar y rendir homenaje a Pastorita Huaracina es reconocer el valor, no solo artístico y cultural que representa para el departamento de Ancash, sino también revalorar lo nuestro como parte intrínseca de nuestra identidad cultural. Por todo ello y por lo que representa para nuestra cultura, la instauración del Día de la Canción Ancashina, a celebrarse en la fecha en la que falleció nuestra nunca bien llorada Pastorita Huaracina es una excelente forma de tenerla presente siempre.
Las cenizas de Pastorita Huaracina se fueron con las aguas del río Santa, ese río al que ella solía cantar desde lo más profundo de su corazón:
Río Santa, río Santa caudaloso.
Río Santa, río Santa, caudaloso,
Quiero que lleves todas mis penas al olvido,
Quiero que lleves todas mis penasal olvido.
Río Santa, río Santa, caudaloso,
Quiero que lleves todas mis penas al olvido,
Quiero que lleves todas mis penasal olvido.
1. Chusco: peruanismo por ordinario, se usa despectivamente.
2. José María Arguedas: Escritor indigenista peruano; ampliamente conocido y estudiado por su trabjo de difusión de la cultura indígena peruana a través de sus escrotos difundidos y estudiados a nivel mundial.
2. José María Arguedas: Escritor indigenista peruano; ampliamente conocido y estudiado por su trabjo de difusión de la cultura indígena peruana a través de sus escrotos difundidos y estudiados a nivel mundial.
Nota de redacción.- La fotografía que acompaña la nota fue tomada durante la primera visita de la Pastorita Huaracina a Hartford, Connecticut, EEUU a inicios de los años 90. En la expresión de su acompañante se puede notar la alegría que ella sabía transmitir a todos sus admiradores, sobre todo a los que vivían lejos de su terruño,
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
Armando Zarazú Aldave
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