armando zarazú aldave
CÁYAC Y CONCHUYACO
Resumen
La llegada de los conquistadores trajo, dentro de lo religioso, el sincretismo religioso, es decir la mezcla de la religión cristiana que traían los españoles con la que practicaban los habitantes aborígenes de nuestras tierras. Con el transcurrir del tiempo la religión católica fue impuesta por el invasor, pero no lograron hacer desaparecer costumbres y creencias de nuestros antepasados, las cuales se pueden ver, sobre todo en las manifestaciones religiosas de los pueblos andinos.
Palabras claves: Cayac, Conchuyaco, mojón.
Introducción
En la provincia de Bolognesi, ubicada al sur del departamento de Áncash se encuentran los pueblos de Aquia y Chiquián, que fueron fundados como centros poblados en los tiempos de la colonia. Es de entender entonces que su fe religiosa cristiana es inmensa, de los cual dan fe los templos, capillas y últimamente santuarios religiosos dedicados a rendir culto a Jesucristo, de allí las denominaciones con que son conocidos los dos santuarios que congregan la mayor cantidad de fieles, devotos y creyentes. Ambos comparten la misma característica, muestran la figura del Nazareno en dentro de la naturaleza. El Señor de Cáyac es la parte superior de una roca que muestra la imagen de Cristo durmiendo a orillas del río Aynín, mientras el Señor de Conchuyaco es la figura del Señor de la Humildad, también en en una roca. Este trabajo es sobre la historia de ambos santuarios y su relación con las creencias de los antiguos peruanos.
Una de las manifestaciones culturales que España trajo al nuevo mundo fue el cristianismo, más concretamente el catolicismo, cuya difusión fue una de las justificaciones para la conquista; demás está decir que sus ideas religiosas e influencia cultural en sus nuevos dominios jugaron un papel importante en la formación de nuestras tradiciones, muchas de las cuales se pueden ver en el diario vivir de nuestros pueblos. Claro ejemplo de ello son las fiestas patronales de los pueblos andinos, en las cuales, guste o no guste a los puritas, se puede ver claramente la influencia, tanto de la cultura aborigen, nativa, prehispánica o como quiera llamarse y de la europea, es decir, española; solo baste recordar el canto de las pallas chiquianas, provincia de Bolognesi, “Inca rumi Rumiñahui anda saca gran Pizarro, ven acá pues gran Pizarro a esta pampa de alegría”. Un excelente referente sobre este tema es el recientemente publicado libro “Danza de las Creces en Huaraz” del Dr. Román Robles.
El arribo a estas tierras de los conquistadores españoles significó no solo la imposición de un nuevo idioma, nuevas costumbres y nueva religión, esta última de vital importancia para los conquistadores, debido a que la principal justificación que tuvieron para apoderarse de lo que no era suyo, fue la conversión de los paganos o idólatras a la religión que ellos practicaban. Baste recordar las palabras del cura Valverde para capturar y posteriormente ajusticiar al pobre Atahualpa, a quien, dicho sea de paso, se le cambió la pena de ser quemado vivo por la del garrote vil…debido a que se bautizó, de todas formas lo despidieron rápido. Posteriormente, durante la colonia, la iglesia tuvo activa participación en la administración, no solo espiritual sino también política de los nuevos territorios. Como ejemplo podemos citar los curatos en los que estaba divida la Provincia de Cajatambo en el siglo XVIII (Zubieta. Chiquianmarka.com).
Ahora bien, el pueblo que encontraron los conquistadores tenía sus propias manifestaciones culturales, dentro de ellas estaban sus creencias religiosas y, por lo tanto, estas iban a ser muy difíciles de erradicarlas. Para lograr integrarlos al catolicismo y erradicar su fe en sus ancestrales dioses los colonizadores españoles iniciaron los llamados juicios de extirpación de idolatrías, que en buen romance era persecución y castigo, muchas veces con pena de muerte, flagelamientos, prisión, destierro, etc. “Se menciona reiteradamente a Llaclla en los juicios, seguidos por el Padre Bernardino de Novoa quien a la razón era párroco de Ticllos, a cuyo curato o doctrina pertenecía por aquella época gran parte de los territorios de los pueblos actuales de Ticllos, Corpanqui, Cajamarquilla, y por supuesto también Cusi, predecesor de Llaclla” (Solís. Pág. 23). Igualmente, Moisés Carrillo Abad en su libro “Mangas, pueblo de encantos y tradiciones” manifiesta que el mismo cura mencionado por el Dr. Solís, y que era muy temido por su crueldad llegó, a Mangas el 9 de agosto de 1,662; al ser preguntado por el motivo de su vista su respuesta fue “que había obtenido información confiable sobre la celebración de ceremonias idolátricas realizadas en el pueblo y que desafiaban directamente la Ley de Dios y la figura del Rey de España” (Carrillo. Pág. 99). Demás está decir que la estancia de este personaje en Mangas no dejó buenos recuerdos.
Con el paso de los años, debido a la inmensa y persistente presión de los colonizadores españoles la religión católica fue impuesta ya sea por persuasión, amenazas y castigos, utilizando para lograrlo, los llamados juicios de extirpación de idolatrías. Además, jugó un papel importante en este, llamémosle cambio de religión a la nación inca, lo que se conoce como sincretismo religioso, término que indica la fusión de elementos religiosos de dos grupos, con la predominancia de una de ellas. Muchas de las festividades religiosas de nuestros pueblos son manifestaciones en las cuales se mezclan los ritos y liturgias católicas con antiguas tradiciones religiosas de nuestro pueblo. Al respecto dice el Dr. Román Robles “aprendimos a creer en Cristo y en todos los íconos del catolicismo, sin abjurar las creencias ancestrales de las divinidades regionales y locales” (Robles. Pág. 7).
En la provincia de Bolognesi, exactamente en los distritos de Aquia y Chiquián, existen dos santuarios religiosos que han ido adquiriendo importancia religiosa a medida que pasan los años. El Sr. De Cáyac en el camino que conduce de Aquia a Racrachaca, y el Sr. De Conchuyaco, ubicado a la vera de la carretera de Chiquián hacía la costa. Ambos lugares tienen una historia particular y cada año congregan a peregrinos, no solo del lugar, sino también de otros lugares del país.
La Villa de Aquia está ubicada aproximadamente a unos diez kilómetros de Chiquián, a orillas del río Pativilca, es una de las poblaciones de origen español más antiguas de la zona y cuenta con una iglesia colonial que es considerada una joya arquitectónica, tanto por su belleza como por su antigüedad. Como todo pueblo andino de nuestro país que se respete, Aquia tiene como patrón religioso al Arcángel San Miguel, Miquichito para sus devotos, el cual es celebrado con una fiesta anual a todo dar el 29 de setiembre y que dura varios días.
La religiosidad del pueblo de Aquia ha sido premiada con la aparición de la imagen de Cristo en una roca a orillas del río Pativilca. Ahora bien, la historia se remonta a poco más de cien años, para ser precisos, hace pocos años se celebró el centenario del Señor de Cayac.
Por esos años vivía en Aquia don Abraham Palacios, quien diariamente hacía el recorrido de Aquia a su chacra de Manco. El camino pasaba frente a una cueva, oculta por los matorrales, casi a la orilla del río. En uno de esos recorridos diarios que don Abraham realizaba es creyó ver luces que salían de la cueva, movido por la curiosidad se acercó y pudo observar en el fondo de ella una capilla en medio de un haz de luces, alrededor de la cual y semejante a mariposas revoloteaban pequeños angelitos, a la vez que le pareció escuchar voces extrañas e inentendibles. Es de entender entonces que don Abraham pusiera pies en polvorosa y velozmente llegara a su casa. Poco después compartió su visión con dos de sus mejores amigos, don Sócrates Rodríguez B. y don Germán Tapia S., ambos respetables ciudadanos de Aquia.
Parece que los amigos de don Abraham olvidaron lo contado por su amigo y volvieron a sus actividades cotidianas. Sin embargo, la casualidad hizo que un día los dos se encontraran en el camino cercano a Cayac y, como quien conversa más cómodamente se sentaron en una piedra a la vera del camino y a orillas del río a intercambiar ideas, pronto recordaron lo contado por su amigo don Abraham y al tratar de limpiar el lugar de maleza para poder observar mejor la cueva, descubrieron una piedra en forma de Cristo recostado. Volvieron a Aquia y comunicaron su descubrimiento al cura del pueblo, don Martín Tello, afectuosamente llamado Tayta Tello. Este sacerdote, natural de Aquia, se caracterizó por su profundo amor a la tierra que lo vio nacer. (Zarazú. Chiquianmarka.com).
La noticia de la aparición de la imagen de Cristo a orillas del río se esparció rápidamente y todas la gente del pueblo, más sus autoridades y el cura Tello a la cabeza, se dirigieron a Cayac para ver el descubrimiento. Efectivamente, a la vista de todos yacía el cuerpo inerte de Cristo, tal como se le veía en la imagen de la procesión del Santo Sepulcro en la noche del Viernes Santo, solo que estaba esculpida en piedra, en medio de la soledad andina del cerro de Cayac, a las orillas del río que está unido a la vida e historia de Aquia, como queriendo premiar con su presencia la religiosidad y humildad de los moradores de la Villa de Aquia.
La inmediata reacción de todos fue tratar de transportar la imagen a la iglesia del pueblo, tarea imposible, la imagen es la punta visible de una roca cuya base se pierde en las profundidades del lecho del rio. Siempre bajo la dirección del cura Tello y las autoridades, se nombró como Procuradores del Señor de Cayac a los que habían encontrado la imagen, don Sócrates Rodríguez B. y don Germán Tapia S., quienes hicieron construir una pequeña capilla a orillas del río, para proteger la imagen y para que los peregrinos tuvieran oportunidad de decir sus oraciones, además de encender velas y poner flores. En la década del setenta, los destacados ciudadanos aquinos don Luis Fernández y don Pedro Cueva hicieron construir, con dinero propio y algunas donaciones, una capilla más grande y acogedora. Posteriormente, el alcalde de Aquia mandó construir la actual capilla, de arquitectura más moderna.
El Señor de Cayac es celebrado el 3 de mayo, como no podía ser de otra forma, la festividad cuenta con varios mayordomos, los cuales se encargan de organizarla, además ese día alegran la ocasión, con su graciosa y fina danza, los jijantes de Aquia, que se acompañan con una orquesta de cuerdas. Desde hacen tres o cuatro años y movidos por su fe religiosa, participan también los afamados Negritos de Huallanca. El 24 de agosto del 2014, el Obispo de Huaraz, Monseñor Eduardo Velázquez organizó una peregrinación con alrededor de 500 devotos, procedentes de Huaraz y el Callejón de Huaylas y lo declaró “Santuario del Señor de Cayac”.
A escasos kilómetros de la ciudad de Chiquián y a un costado de la carretera que se dirige a Conococha se encuentra el paraje conocido como Conchuyaco, es el camino que antiguamente recorrían los que tenían sus chacras en Huaca Corral o algún otro paraje cercano de las alturas chiquianas. En la actualidad ese lugar es escenario de peregrinaje y de festividades anuales en honor del Sr. De Conchuyacu.
El origen de esta festividad se remonta a 1960 cuando, de acuerdo a Olinda Ramírez Soto, su tío don Julián Soto vio en sus sueños a un anciano de barba ondulada y vestido con una túnica larga, quien señalando hacía arriba en el lugar llamado Conchuyaco le dijo “todos pasan junto a mí pero nadie se acerca” el anciano tenía con él un corderito (Ramírez. Chiquianmarka.com 2016). Don Julián, quien era miembro de la Hermandad del Señor De la Humildad, reunió a los otros miembros y les contó su sueño. Luego de escucharlo decidieron dirigirse al lugar para rodearlo con una pirca, la cual antes de ser terminada se derrumbó, esto fue tomado como una señal y por lo tanto hicieron planes para construir una capilla.
Cuando llegó el momento de construir la capilla ninguno se hizo presente y sólo don Julián empezó el trabajo de construir la capilla; lamentablemente un problema estomacal lo hizo regresar al pueblo. Esa noche cuando descansaba tuvo otro sueño, en el cual el mismo anciano le dio instrucciones para continuar con el trabajo de construcción de la capilla, bajo el ofrecimiento de curarlo de sus dolencias. Su fe inquebrantable y su arduo trabajo dieron su fruto, poco después don Julián había culminado la construcción de la capilla. Luego de ello le comunicó el hallazgo de la imagen de Jesucristo en Conchuyacu al Tayta Tello, invitándolo para que la bendiga. El curita prefirió participar del acontecimiento al obispo Burruchaga, siendo este el que bendijo he hizo la primera Celebración Eucarística del Señor de Conchuyacu o Señor del Camino el 14 de mayo de 1975 (Milla. Chiquianmarka.com).
A partir de esa fecha el fervor religioso de los pobladores ha ido en aumento, se comentan de muchos milagros y curaciones sorprendentes; todo lo cual los ha llevado a organizarse formalmente y a realizar las respectivas celebraciones. En la actualidad la fiesta del Señor de Conchuyacu dura tres días: 12, 13, y 14 de mayo en los cuales se realizan la salva, víspera y día central; con sus respetivos funcionarios y cuyas responsabilidades son las siguientes:
Los mayordomos que son los encargados del día central mandan a celebrar la misa, arman las capillas y dan de comer a los devotos que asisten a misa y a la procesión en Conchuyacu.
Las mayoralas: se encargan de armar los montes con el aromático romero y diversas flores de la zona que son colocados en las cuatro esquinas del anda del señor.
El estandarte es la que se encarga de la víspera repartiendo el tradicional dulce de frejol, mandando celebrar la misa, adornando en el anda del señor para que esa noche pueda salir en procesión.
El caporal: se dice que es la pieza fundamental en la fiesta ya que junto a su comitiva (negritos) son los que ponen la picardía, algarabía y devoción brindando alegres mudanzas a los espectadores y principalmente alegrando y adorando al “señor de Conchuyacu”.
Hasta hace pocos años y antes de la llegada del transporte motorizado, nuestros pueblos estaban unidos por caminos de herradura que eran recorridos a pie o a caballo. En dichos caminos, de trecho en trecho, existen los llamados “mojones” los cuales, de acuerdo con su importancia podían variar de tamaño, podían ser muros cuadriculares de alrededor de un metro o metro y medio de alto o simple piedras colocadas a un lado del camino. En estos sitios el viajero o viajeros depositan ramas, flores o alguna piedrecilla como señal de reverencia al lugar y pidiendo al “Auquilo” del lugar un viaje tranquilo y sin contratiempos, en algunos lugares de los caminos, como ocurre en Cayac y Conchuyaco, poco a poco fue tomando importancia por el hallazgo de figuras religiosa y se fueron convirtiendo en lugares de descanso, de construcción de capillas, hasta la veneración religiosa.
Conclusiones
El culto al Señor de Cáyac y al señor de Conchuyaco se basan en la figura de Jesucristo que se puede ver en algunas formas de la naturaleza, en este caso de una roca.
Ambas figuras aparecen junto a caminos que son utilizados continuamente por campesinos que se dirigen a sus campos de cultivo y naturalmente eran lugares donde el caminante podía descansar y pedir a los Apus por mejores cosechas.
Las festividades de la actualidad en honor a ambos cultos tienen las mismas características de las fiestas religiosas del Ande peruano, en el cual se mezclan, como lo más natural, música y danzas que tienen remembranza a manifestaciones culturales ancestrales.
BIBLIOGRAFÍA
Carrillo, M (2017) MANGAS, pueblo de encantos y tradiciones. Lima. Editor: Moisés Carrillo Abad. 243 pp.
Robles, R. y Rosa H. (2021) DANZA DE LAS CRUCES EN HUARAZ. Tarea, Asociación Educativa. 170 pp.
Solís, G. (2010) LLACLLA y el río Pativilca. Lima. Ediciones Río/Mayu.
109 pp.
Milla, A. (2017) Señor de Conchuyacu.
https://www.chiquianmarka.com/el-sentildeor-de-conchuyaco.html
Ramirez, O. (2016) El Señor de Conchuyacu.
https://www.chiquianmarka.com/sentildeor-de-conchuyacu.html
Zarazú, A. (2017) El Señor de Cáyac.
https://www.chiquianmarka.com/el-sentildeor-de-cayac.html
Zubieta, F (2015) Chiquián, Cultura e identidad.
www.chiquianmarka.com/chiquiaacuten-cultura-e-intidad.html).
La llegada de los conquistadores trajo, dentro de lo religioso, el sincretismo religioso, es decir la mezcla de la religión cristiana que traían los españoles con la que practicaban los habitantes aborígenes de nuestras tierras. Con el transcurrir del tiempo la religión católica fue impuesta por el invasor, pero no lograron hacer desaparecer costumbres y creencias de nuestros antepasados, las cuales se pueden ver, sobre todo en las manifestaciones religiosas de los pueblos andinos.
Palabras claves: Cayac, Conchuyaco, mojón.
Introducción
En la provincia de Bolognesi, ubicada al sur del departamento de Áncash se encuentran los pueblos de Aquia y Chiquián, que fueron fundados como centros poblados en los tiempos de la colonia. Es de entender entonces que su fe religiosa cristiana es inmensa, de los cual dan fe los templos, capillas y últimamente santuarios religiosos dedicados a rendir culto a Jesucristo, de allí las denominaciones con que son conocidos los dos santuarios que congregan la mayor cantidad de fieles, devotos y creyentes. Ambos comparten la misma característica, muestran la figura del Nazareno en dentro de la naturaleza. El Señor de Cáyac es la parte superior de una roca que muestra la imagen de Cristo durmiendo a orillas del río Aynín, mientras el Señor de Conchuyaco es la figura del Señor de la Humildad, también en en una roca. Este trabajo es sobre la historia de ambos santuarios y su relación con las creencias de los antiguos peruanos.
Una de las manifestaciones culturales que España trajo al nuevo mundo fue el cristianismo, más concretamente el catolicismo, cuya difusión fue una de las justificaciones para la conquista; demás está decir que sus ideas religiosas e influencia cultural en sus nuevos dominios jugaron un papel importante en la formación de nuestras tradiciones, muchas de las cuales se pueden ver en el diario vivir de nuestros pueblos. Claro ejemplo de ello son las fiestas patronales de los pueblos andinos, en las cuales, guste o no guste a los puritas, se puede ver claramente la influencia, tanto de la cultura aborigen, nativa, prehispánica o como quiera llamarse y de la europea, es decir, española; solo baste recordar el canto de las pallas chiquianas, provincia de Bolognesi, “Inca rumi Rumiñahui anda saca gran Pizarro, ven acá pues gran Pizarro a esta pampa de alegría”. Un excelente referente sobre este tema es el recientemente publicado libro “Danza de las Creces en Huaraz” del Dr. Román Robles.
El arribo a estas tierras de los conquistadores españoles significó no solo la imposición de un nuevo idioma, nuevas costumbres y nueva religión, esta última de vital importancia para los conquistadores, debido a que la principal justificación que tuvieron para apoderarse de lo que no era suyo, fue la conversión de los paganos o idólatras a la religión que ellos practicaban. Baste recordar las palabras del cura Valverde para capturar y posteriormente ajusticiar al pobre Atahualpa, a quien, dicho sea de paso, se le cambió la pena de ser quemado vivo por la del garrote vil…debido a que se bautizó, de todas formas lo despidieron rápido. Posteriormente, durante la colonia, la iglesia tuvo activa participación en la administración, no solo espiritual sino también política de los nuevos territorios. Como ejemplo podemos citar los curatos en los que estaba divida la Provincia de Cajatambo en el siglo XVIII (Zubieta. Chiquianmarka.com).
Ahora bien, el pueblo que encontraron los conquistadores tenía sus propias manifestaciones culturales, dentro de ellas estaban sus creencias religiosas y, por lo tanto, estas iban a ser muy difíciles de erradicarlas. Para lograr integrarlos al catolicismo y erradicar su fe en sus ancestrales dioses los colonizadores españoles iniciaron los llamados juicios de extirpación de idolatrías, que en buen romance era persecución y castigo, muchas veces con pena de muerte, flagelamientos, prisión, destierro, etc. “Se menciona reiteradamente a Llaclla en los juicios, seguidos por el Padre Bernardino de Novoa quien a la razón era párroco de Ticllos, a cuyo curato o doctrina pertenecía por aquella época gran parte de los territorios de los pueblos actuales de Ticllos, Corpanqui, Cajamarquilla, y por supuesto también Cusi, predecesor de Llaclla” (Solís. Pág. 23). Igualmente, Moisés Carrillo Abad en su libro “Mangas, pueblo de encantos y tradiciones” manifiesta que el mismo cura mencionado por el Dr. Solís, y que era muy temido por su crueldad llegó, a Mangas el 9 de agosto de 1,662; al ser preguntado por el motivo de su vista su respuesta fue “que había obtenido información confiable sobre la celebración de ceremonias idolátricas realizadas en el pueblo y que desafiaban directamente la Ley de Dios y la figura del Rey de España” (Carrillo. Pág. 99). Demás está decir que la estancia de este personaje en Mangas no dejó buenos recuerdos.
Con el paso de los años, debido a la inmensa y persistente presión de los colonizadores españoles la religión católica fue impuesta ya sea por persuasión, amenazas y castigos, utilizando para lograrlo, los llamados juicios de extirpación de idolatrías. Además, jugó un papel importante en este, llamémosle cambio de religión a la nación inca, lo que se conoce como sincretismo religioso, término que indica la fusión de elementos religiosos de dos grupos, con la predominancia de una de ellas. Muchas de las festividades religiosas de nuestros pueblos son manifestaciones en las cuales se mezclan los ritos y liturgias católicas con antiguas tradiciones religiosas de nuestro pueblo. Al respecto dice el Dr. Román Robles “aprendimos a creer en Cristo y en todos los íconos del catolicismo, sin abjurar las creencias ancestrales de las divinidades regionales y locales” (Robles. Pág. 7).
En la provincia de Bolognesi, exactamente en los distritos de Aquia y Chiquián, existen dos santuarios religiosos que han ido adquiriendo importancia religiosa a medida que pasan los años. El Sr. De Cáyac en el camino que conduce de Aquia a Racrachaca, y el Sr. De Conchuyaco, ubicado a la vera de la carretera de Chiquián hacía la costa. Ambos lugares tienen una historia particular y cada año congregan a peregrinos, no solo del lugar, sino también de otros lugares del país.
La Villa de Aquia está ubicada aproximadamente a unos diez kilómetros de Chiquián, a orillas del río Pativilca, es una de las poblaciones de origen español más antiguas de la zona y cuenta con una iglesia colonial que es considerada una joya arquitectónica, tanto por su belleza como por su antigüedad. Como todo pueblo andino de nuestro país que se respete, Aquia tiene como patrón religioso al Arcángel San Miguel, Miquichito para sus devotos, el cual es celebrado con una fiesta anual a todo dar el 29 de setiembre y que dura varios días.
La religiosidad del pueblo de Aquia ha sido premiada con la aparición de la imagen de Cristo en una roca a orillas del río Pativilca. Ahora bien, la historia se remonta a poco más de cien años, para ser precisos, hace pocos años se celebró el centenario del Señor de Cayac.
Por esos años vivía en Aquia don Abraham Palacios, quien diariamente hacía el recorrido de Aquia a su chacra de Manco. El camino pasaba frente a una cueva, oculta por los matorrales, casi a la orilla del río. En uno de esos recorridos diarios que don Abraham realizaba es creyó ver luces que salían de la cueva, movido por la curiosidad se acercó y pudo observar en el fondo de ella una capilla en medio de un haz de luces, alrededor de la cual y semejante a mariposas revoloteaban pequeños angelitos, a la vez que le pareció escuchar voces extrañas e inentendibles. Es de entender entonces que don Abraham pusiera pies en polvorosa y velozmente llegara a su casa. Poco después compartió su visión con dos de sus mejores amigos, don Sócrates Rodríguez B. y don Germán Tapia S., ambos respetables ciudadanos de Aquia.
Parece que los amigos de don Abraham olvidaron lo contado por su amigo y volvieron a sus actividades cotidianas. Sin embargo, la casualidad hizo que un día los dos se encontraran en el camino cercano a Cayac y, como quien conversa más cómodamente se sentaron en una piedra a la vera del camino y a orillas del río a intercambiar ideas, pronto recordaron lo contado por su amigo don Abraham y al tratar de limpiar el lugar de maleza para poder observar mejor la cueva, descubrieron una piedra en forma de Cristo recostado. Volvieron a Aquia y comunicaron su descubrimiento al cura del pueblo, don Martín Tello, afectuosamente llamado Tayta Tello. Este sacerdote, natural de Aquia, se caracterizó por su profundo amor a la tierra que lo vio nacer. (Zarazú. Chiquianmarka.com).
La noticia de la aparición de la imagen de Cristo a orillas del río se esparció rápidamente y todas la gente del pueblo, más sus autoridades y el cura Tello a la cabeza, se dirigieron a Cayac para ver el descubrimiento. Efectivamente, a la vista de todos yacía el cuerpo inerte de Cristo, tal como se le veía en la imagen de la procesión del Santo Sepulcro en la noche del Viernes Santo, solo que estaba esculpida en piedra, en medio de la soledad andina del cerro de Cayac, a las orillas del río que está unido a la vida e historia de Aquia, como queriendo premiar con su presencia la religiosidad y humildad de los moradores de la Villa de Aquia.
La inmediata reacción de todos fue tratar de transportar la imagen a la iglesia del pueblo, tarea imposible, la imagen es la punta visible de una roca cuya base se pierde en las profundidades del lecho del rio. Siempre bajo la dirección del cura Tello y las autoridades, se nombró como Procuradores del Señor de Cayac a los que habían encontrado la imagen, don Sócrates Rodríguez B. y don Germán Tapia S., quienes hicieron construir una pequeña capilla a orillas del río, para proteger la imagen y para que los peregrinos tuvieran oportunidad de decir sus oraciones, además de encender velas y poner flores. En la década del setenta, los destacados ciudadanos aquinos don Luis Fernández y don Pedro Cueva hicieron construir, con dinero propio y algunas donaciones, una capilla más grande y acogedora. Posteriormente, el alcalde de Aquia mandó construir la actual capilla, de arquitectura más moderna.
El Señor de Cayac es celebrado el 3 de mayo, como no podía ser de otra forma, la festividad cuenta con varios mayordomos, los cuales se encargan de organizarla, además ese día alegran la ocasión, con su graciosa y fina danza, los jijantes de Aquia, que se acompañan con una orquesta de cuerdas. Desde hacen tres o cuatro años y movidos por su fe religiosa, participan también los afamados Negritos de Huallanca. El 24 de agosto del 2014, el Obispo de Huaraz, Monseñor Eduardo Velázquez organizó una peregrinación con alrededor de 500 devotos, procedentes de Huaraz y el Callejón de Huaylas y lo declaró “Santuario del Señor de Cayac”.
A escasos kilómetros de la ciudad de Chiquián y a un costado de la carretera que se dirige a Conococha se encuentra el paraje conocido como Conchuyaco, es el camino que antiguamente recorrían los que tenían sus chacras en Huaca Corral o algún otro paraje cercano de las alturas chiquianas. En la actualidad ese lugar es escenario de peregrinaje y de festividades anuales en honor del Sr. De Conchuyacu.
El origen de esta festividad se remonta a 1960 cuando, de acuerdo a Olinda Ramírez Soto, su tío don Julián Soto vio en sus sueños a un anciano de barba ondulada y vestido con una túnica larga, quien señalando hacía arriba en el lugar llamado Conchuyaco le dijo “todos pasan junto a mí pero nadie se acerca” el anciano tenía con él un corderito (Ramírez. Chiquianmarka.com 2016). Don Julián, quien era miembro de la Hermandad del Señor De la Humildad, reunió a los otros miembros y les contó su sueño. Luego de escucharlo decidieron dirigirse al lugar para rodearlo con una pirca, la cual antes de ser terminada se derrumbó, esto fue tomado como una señal y por lo tanto hicieron planes para construir una capilla.
Cuando llegó el momento de construir la capilla ninguno se hizo presente y sólo don Julián empezó el trabajo de construir la capilla; lamentablemente un problema estomacal lo hizo regresar al pueblo. Esa noche cuando descansaba tuvo otro sueño, en el cual el mismo anciano le dio instrucciones para continuar con el trabajo de construcción de la capilla, bajo el ofrecimiento de curarlo de sus dolencias. Su fe inquebrantable y su arduo trabajo dieron su fruto, poco después don Julián había culminado la construcción de la capilla. Luego de ello le comunicó el hallazgo de la imagen de Jesucristo en Conchuyacu al Tayta Tello, invitándolo para que la bendiga. El curita prefirió participar del acontecimiento al obispo Burruchaga, siendo este el que bendijo he hizo la primera Celebración Eucarística del Señor de Conchuyacu o Señor del Camino el 14 de mayo de 1975 (Milla. Chiquianmarka.com).
A partir de esa fecha el fervor religioso de los pobladores ha ido en aumento, se comentan de muchos milagros y curaciones sorprendentes; todo lo cual los ha llevado a organizarse formalmente y a realizar las respectivas celebraciones. En la actualidad la fiesta del Señor de Conchuyacu dura tres días: 12, 13, y 14 de mayo en los cuales se realizan la salva, víspera y día central; con sus respetivos funcionarios y cuyas responsabilidades son las siguientes:
Los mayordomos que son los encargados del día central mandan a celebrar la misa, arman las capillas y dan de comer a los devotos que asisten a misa y a la procesión en Conchuyacu.
Las mayoralas: se encargan de armar los montes con el aromático romero y diversas flores de la zona que son colocados en las cuatro esquinas del anda del señor.
El estandarte es la que se encarga de la víspera repartiendo el tradicional dulce de frejol, mandando celebrar la misa, adornando en el anda del señor para que esa noche pueda salir en procesión.
El caporal: se dice que es la pieza fundamental en la fiesta ya que junto a su comitiva (negritos) son los que ponen la picardía, algarabía y devoción brindando alegres mudanzas a los espectadores y principalmente alegrando y adorando al “señor de Conchuyacu”.
Hasta hace pocos años y antes de la llegada del transporte motorizado, nuestros pueblos estaban unidos por caminos de herradura que eran recorridos a pie o a caballo. En dichos caminos, de trecho en trecho, existen los llamados “mojones” los cuales, de acuerdo con su importancia podían variar de tamaño, podían ser muros cuadriculares de alrededor de un metro o metro y medio de alto o simple piedras colocadas a un lado del camino. En estos sitios el viajero o viajeros depositan ramas, flores o alguna piedrecilla como señal de reverencia al lugar y pidiendo al “Auquilo” del lugar un viaje tranquilo y sin contratiempos, en algunos lugares de los caminos, como ocurre en Cayac y Conchuyaco, poco a poco fue tomando importancia por el hallazgo de figuras religiosa y se fueron convirtiendo en lugares de descanso, de construcción de capillas, hasta la veneración religiosa.
Conclusiones
El culto al Señor de Cáyac y al señor de Conchuyaco se basan en la figura de Jesucristo que se puede ver en algunas formas de la naturaleza, en este caso de una roca.
Ambas figuras aparecen junto a caminos que son utilizados continuamente por campesinos que se dirigen a sus campos de cultivo y naturalmente eran lugares donde el caminante podía descansar y pedir a los Apus por mejores cosechas.
Las festividades de la actualidad en honor a ambos cultos tienen las mismas características de las fiestas religiosas del Ande peruano, en el cual se mezclan, como lo más natural, música y danzas que tienen remembranza a manifestaciones culturales ancestrales.
BIBLIOGRAFÍA
Carrillo, M (2017) MANGAS, pueblo de encantos y tradiciones. Lima. Editor: Moisés Carrillo Abad. 243 pp.
Robles, R. y Rosa H. (2021) DANZA DE LAS CRUCES EN HUARAZ. Tarea, Asociación Educativa. 170 pp.
Solís, G. (2010) LLACLLA y el río Pativilca. Lima. Ediciones Río/Mayu.
109 pp.
Milla, A. (2017) Señor de Conchuyacu.
https://www.chiquianmarka.com/el-sentildeor-de-conchuyaco.html
Ramirez, O. (2016) El Señor de Conchuyacu.
https://www.chiquianmarka.com/sentildeor-de-conchuyacu.html
Zarazú, A. (2017) El Señor de Cáyac.
https://www.chiquianmarka.com/el-sentildeor-de-cayac.html
Zubieta, F (2015) Chiquián, Cultura e identidad.
www.chiquianmarka.com/chiquiaacuten-cultura-e-intidad.html).