ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE
RECORDAR ES VIVIR
Los años sesenta son el comienzo de una generación que, a estas alturas de la vida, ya empieza a pensar en el retiro y en los cuarteles de invierno donde, el recuerdo y los sentimientos que éstos generan serán el mejor paliativo para evocar con nostalgia esos hermosos e inolvidables años. Juventud divino tesoro, te vas para no volver, escribió el nicaragüense Rubén Darío en su poema Canción de otoño y con ellas nos volvió a la realidad. Sin embargo, existen formas de escape a ese inexorable paso de los años. Una de ella es evocar a los ídolos musicales de esos tiempos, aquellos que conformaron lo que se llamó la Nueva Ola, por el hecho de salir de lo tradicional que había imperado hasta ese entonces, en sus respectivos países.
En primer lugar, es necesario mencionar que la Nueva Ola musical de los sesenta fue la respuesta latinoamericana a la revolución musical que causó la aparición, a mediados de los cincuenta, de Elvis Presley con su nuevo estilo, desenfrenado ritmo y lujurioso movimiento de caderas. Al comienzo los temas interpretados eran traducciones de éxitos del mercado americano, casos del Rock de la cárcel y La plaga de los Teen Tops de México, pero pronto aparecieron creaciones propias que reflejaban la esencia creadora de sus autores y el estilo propio de sus intérpretes. Estos últimos, agrupados o individualmente, tuvieron infinidad de seguidores y fanáticos que gozaban con cada una de sus canciones. Muchos de estos ídolos juveniles de los sesenta y setenta triunfaron, no solamente en Latinoamérica, sino que llevaron su arte a escenarios europeos y estadounidenses, con lo que ratificaron que el arte no tiene fronteras.
Cuando recordamos esos años no podemos dejar de mencionar a agrupaciones musicales que marcaron época e hicieron palpitar no pocos corazones con sus canciones. Del Uruguay aparecieron Los Iracundos, quienes con La lluvia terminó y Puerto Montt se ganan al público juvenil de los setenta; y ni para que recordar a los Ángeles Negros, agrupación que se identificó con la inconfundible voz de Germain De La Fuente, hacían estremecer a muchas jovencitas de ese entonces y hoy respetables damas, algunas de ellas con segunda y hasta tercera descendencia, cuando interpretaban Como quisiera decirte, Y volveré, Mi niña, canciones que fueron de indudable éxito. Los Galos fueron otra agrupación que por esos años triunfaban en cuanto escenario se presentaban, sobre todo al interpretar Como deseo ser tu amor, canción que, con seguridad, es recordada con ternura por muchas parejas, mientras miran enternecidos corretear a sus nietos. Los Doltons, de raíces chiquianas, hicieron las delicias de los jóvenes de entonces interpretando El último beso, Visión de otoño y El juicio final y muchos otros éxitos más. Dentro de este mismo grupo no puede dejar de mencionarse a Los Pasteles Verdes, agrupación chimbotana que, con su el peculiar estilo de la voz del recientemente fallecido Aldo Guibovich impusieron Hipocresía, Recuerdos de una noche de verano y una interesante versión de Reloj.
La Nueva Ola latinoamericana se caracterizó por tener una cantidad impresionante de extraordinarios intérpretes, cada cual mejor que el otro, y todos con una excelente llegada a su público, el cual los recuerda con cariño y nostalgia por representar, ellos, una etapa en la formación de sus vidas. Mencionarlos a todos sería tarea interminable y agotadora, por lo extenso de su discografía, por lo que solo haré una breve reseña de aquellos, que impactaron al autor de esta nota. Indudablemente que los mexicanos Enrique Guzmán y César Costa, marcaron el inicio de la Nueva Ola de los sesenta, el primero con Cien kilos de barro y Adiós mundo cruel, y el segundo con Sinceramente y Para enamorados. Luego vendría el turno de Leo Dan, quien, pese a la humildad propia del habitante del interior de Argentina, es natural de Santiago del Estero, impuso con fuerza temas como Estelita, Cristina, Celia y muchos otros títulos más que hasta hoy se cantan en las reuniones de señores que ya empiezan a tener la frente un poco más ancha. Por esa misma época aparecen, primero, Luisito Aguilé con Ciudad solitaria y, luego, Palito Ortega con Despeinada y Corazón contento. A finales de los sesenta llega Leonardo Favio para estremecernos con Fuiste mía un verano, Quiero aprender de memoria, Ella ya me olvidó, y muchas otras canciones que aún viven en la memoria de sus seguidores. Es en esos mismos años en que aparece el estilo inconfundible de Piero, con sus canciones que lo pusieron en problemas con la dictadura militar argentina, entre las más conocidas figuran las inolvidables Mi viejo, Tengo la piel cansada y, Juan Boliche. Esta nota no podría estar completa si no mencionamos a ese extraordinario cantante brasileño llamado Roberto Carlos, títulos como Lady Laura, Yo te amo y otras más, lo ha hecho un ídolo indiscutible de la Nueva Ola latinoamericana.
Indudablemente que recordar es vivir, es volver a mirar hacia atrás con ternura y afecto, debido a que fueron los mejores años de nuestra vida, aquella sin las responsabilidades que afrontamos de adultos y en la cual todo era alegría y deseos de vivir. Cuando vemos a nuestros ídolos de ayer, con las arrugas que el tiempo no ha querido perdonarles, quizá porque ellos son tan humanos como nosotros o nos enteramos de la partida de algunos de ellos, vemos una parte de esa juventud que nos va dejando. Sus canciones nos identifican con nuestros primeros amores y sus melodías con muchas de nuestras esperanzas. Recordar es vivir, es cierto, es volver a ser joven al menos por un instante, como que al escribir éstas líneas escucho la voz de Piero interpretando Si vos te vas…
Este es el último artículo del presente año y, me parece injusto terminarlo sin mencionar a un artista que ha sido uno de los primeros en hacer cantar, por igual al público hispano y angloparlante. José Feliciano es el nombre de este artista borinqueño que ha hecho posible que todos cantemos juntos Feliz Navidad, feliz navidad, feliz navidad, próspero año y felicidad…
Armando Zarazú
[email protected]
En primer lugar, es necesario mencionar que la Nueva Ola musical de los sesenta fue la respuesta latinoamericana a la revolución musical que causó la aparición, a mediados de los cincuenta, de Elvis Presley con su nuevo estilo, desenfrenado ritmo y lujurioso movimiento de caderas. Al comienzo los temas interpretados eran traducciones de éxitos del mercado americano, casos del Rock de la cárcel y La plaga de los Teen Tops de México, pero pronto aparecieron creaciones propias que reflejaban la esencia creadora de sus autores y el estilo propio de sus intérpretes. Estos últimos, agrupados o individualmente, tuvieron infinidad de seguidores y fanáticos que gozaban con cada una de sus canciones. Muchos de estos ídolos juveniles de los sesenta y setenta triunfaron, no solamente en Latinoamérica, sino que llevaron su arte a escenarios europeos y estadounidenses, con lo que ratificaron que el arte no tiene fronteras.
Cuando recordamos esos años no podemos dejar de mencionar a agrupaciones musicales que marcaron época e hicieron palpitar no pocos corazones con sus canciones. Del Uruguay aparecieron Los Iracundos, quienes con La lluvia terminó y Puerto Montt se ganan al público juvenil de los setenta; y ni para que recordar a los Ángeles Negros, agrupación que se identificó con la inconfundible voz de Germain De La Fuente, hacían estremecer a muchas jovencitas de ese entonces y hoy respetables damas, algunas de ellas con segunda y hasta tercera descendencia, cuando interpretaban Como quisiera decirte, Y volveré, Mi niña, canciones que fueron de indudable éxito. Los Galos fueron otra agrupación que por esos años triunfaban en cuanto escenario se presentaban, sobre todo al interpretar Como deseo ser tu amor, canción que, con seguridad, es recordada con ternura por muchas parejas, mientras miran enternecidos corretear a sus nietos. Los Doltons, de raíces chiquianas, hicieron las delicias de los jóvenes de entonces interpretando El último beso, Visión de otoño y El juicio final y muchos otros éxitos más. Dentro de este mismo grupo no puede dejar de mencionarse a Los Pasteles Verdes, agrupación chimbotana que, con su el peculiar estilo de la voz del recientemente fallecido Aldo Guibovich impusieron Hipocresía, Recuerdos de una noche de verano y una interesante versión de Reloj.
La Nueva Ola latinoamericana se caracterizó por tener una cantidad impresionante de extraordinarios intérpretes, cada cual mejor que el otro, y todos con una excelente llegada a su público, el cual los recuerda con cariño y nostalgia por representar, ellos, una etapa en la formación de sus vidas. Mencionarlos a todos sería tarea interminable y agotadora, por lo extenso de su discografía, por lo que solo haré una breve reseña de aquellos, que impactaron al autor de esta nota. Indudablemente que los mexicanos Enrique Guzmán y César Costa, marcaron el inicio de la Nueva Ola de los sesenta, el primero con Cien kilos de barro y Adiós mundo cruel, y el segundo con Sinceramente y Para enamorados. Luego vendría el turno de Leo Dan, quien, pese a la humildad propia del habitante del interior de Argentina, es natural de Santiago del Estero, impuso con fuerza temas como Estelita, Cristina, Celia y muchos otros títulos más que hasta hoy se cantan en las reuniones de señores que ya empiezan a tener la frente un poco más ancha. Por esa misma época aparecen, primero, Luisito Aguilé con Ciudad solitaria y, luego, Palito Ortega con Despeinada y Corazón contento. A finales de los sesenta llega Leonardo Favio para estremecernos con Fuiste mía un verano, Quiero aprender de memoria, Ella ya me olvidó, y muchas otras canciones que aún viven en la memoria de sus seguidores. Es en esos mismos años en que aparece el estilo inconfundible de Piero, con sus canciones que lo pusieron en problemas con la dictadura militar argentina, entre las más conocidas figuran las inolvidables Mi viejo, Tengo la piel cansada y, Juan Boliche. Esta nota no podría estar completa si no mencionamos a ese extraordinario cantante brasileño llamado Roberto Carlos, títulos como Lady Laura, Yo te amo y otras más, lo ha hecho un ídolo indiscutible de la Nueva Ola latinoamericana.
Indudablemente que recordar es vivir, es volver a mirar hacia atrás con ternura y afecto, debido a que fueron los mejores años de nuestra vida, aquella sin las responsabilidades que afrontamos de adultos y en la cual todo era alegría y deseos de vivir. Cuando vemos a nuestros ídolos de ayer, con las arrugas que el tiempo no ha querido perdonarles, quizá porque ellos son tan humanos como nosotros o nos enteramos de la partida de algunos de ellos, vemos una parte de esa juventud que nos va dejando. Sus canciones nos identifican con nuestros primeros amores y sus melodías con muchas de nuestras esperanzas. Recordar es vivir, es cierto, es volver a ser joven al menos por un instante, como que al escribir éstas líneas escucho la voz de Piero interpretando Si vos te vas…
Este es el último artículo del presente año y, me parece injusto terminarlo sin mencionar a un artista que ha sido uno de los primeros en hacer cantar, por igual al público hispano y angloparlante. José Feliciano es el nombre de este artista borinqueño que ha hecho posible que todos cantemos juntos Feliz Navidad, feliz navidad, feliz navidad, próspero año y felicidad…
Armando Zarazú
[email protected]