ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE
¿AMOR O SOBREPROTECCIÓN?
Muchos padres creen, a pie juntilla, que proporcionarles a los hijos todo lo que éstos les pidan es una forma de mostrarles su amor y tenerlos contentos. Las intenciones pueden ser buenas, lamentablemente, a la larga, las consecuencias pueden ser negativas para el futuro y el desarrollo de la personalidad del niño. Numerosos estudiosos e investigadores del tema coinciden en afirmar que hacerlo es más bien una forma de compensar inconscientemente la falta de atención que por, cualquier razón, pueda haber de los padres a los hijos, además de sustituir la carencia de atenciones personales, llámense estas ternura, cuidado o preocupación. Por otro lado, la idea de tratar de proporcionar todo a los hijos puede traer como consecuencia que éstos pierdan todo concepto de la realidad que envuelve a su familia, y se conviertan en pequeños tiranos que van a exigir cada vez más, como si existiera una deuda de los padres a hijos. De no ser satisfechas sus requerimientos comenzarán los problemas de disciplina y el descontrol en el comportamiento del niño.
También existen casos en los cuales los padres, bajo la premisa de “que mis hijos tengan lo que no tuve en mi niñez”, tratan de comprarles todo lo que pueden, y hasta lo que no pueden, a sus retoños, creando en ellos un mundo irreal, basado más en valores materiales que morales. Lamentablemente la sociedad comercializada en la que vivimos en la actualidad, contribuye a hacer más patético este problema. Si damos una rápida mirada a las diversas festividades de nuestro calendario, podremos apreciar la fuerza e insistencia de la propaganda comercial en medir el grado de amor y aprecio, con la calidad y precio del regalo que se compra. Esto se traduce a “cuanto más caro el regalo mayor amor, menos caro, menos amor”, posición completamente equivocada, que conduce a la valoración de falsos axiomas, porque sencillamente el amor no es factible de comprar con dinero o bienes materiales. Los padres que creen que esa es la mejor forma de demostrar su amor y cariño a sus hijos, en realidad están tratando de, inconcientemente, de “restituirse”, de las experiencias pasadas en su propia niñez.
Otra muestra de amor a los hijos que es mal entendida por los padres es la sobreprotección. Esta consiste en tratar de resolverle todos los problemas, habidos, por haber y hasta imaginarios, a los hijos. Con eso solo se les está haciendo un daño, muchas veces, y esto es lo lamentable, irreparable y que va a tener repercusiones negativas, sobre todo, en la vida adulta. Un niño que se acostumbra a que todos sus problemas le sean resueltos, sin el mínimo esfuerzo de su parte, crecerá inseguro e incapaz de adaptarse a la realidad del mundo que lo rodea, además que carecerá de ímpetu para poder emprender, y salir adelante, en sus proyectos personales.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
También existen casos en los cuales los padres, bajo la premisa de “que mis hijos tengan lo que no tuve en mi niñez”, tratan de comprarles todo lo que pueden, y hasta lo que no pueden, a sus retoños, creando en ellos un mundo irreal, basado más en valores materiales que morales. Lamentablemente la sociedad comercializada en la que vivimos en la actualidad, contribuye a hacer más patético este problema. Si damos una rápida mirada a las diversas festividades de nuestro calendario, podremos apreciar la fuerza e insistencia de la propaganda comercial en medir el grado de amor y aprecio, con la calidad y precio del regalo que se compra. Esto se traduce a “cuanto más caro el regalo mayor amor, menos caro, menos amor”, posición completamente equivocada, que conduce a la valoración de falsos axiomas, porque sencillamente el amor no es factible de comprar con dinero o bienes materiales. Los padres que creen que esa es la mejor forma de demostrar su amor y cariño a sus hijos, en realidad están tratando de, inconcientemente, de “restituirse”, de las experiencias pasadas en su propia niñez.
Otra muestra de amor a los hijos que es mal entendida por los padres es la sobreprotección. Esta consiste en tratar de resolverle todos los problemas, habidos, por haber y hasta imaginarios, a los hijos. Con eso solo se les está haciendo un daño, muchas veces, y esto es lo lamentable, irreparable y que va a tener repercusiones negativas, sobre todo, en la vida adulta. Un niño que se acostumbra a que todos sus problemas le sean resueltos, sin el mínimo esfuerzo de su parte, crecerá inseguro e incapaz de adaptarse a la realidad del mundo que lo rodea, además que carecerá de ímpetu para poder emprender, y salir adelante, en sus proyectos personales.
Armando Zarazú Aldave
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