José antonio salazar mejía
UN SANTO MILAGROSO

Versión el Padre Dante Moreno Luna, natural de San Luis. Recogido en enero del 2007.
A fines del sigo XVI, el arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, llega a nuestras tierras en su segunda visita pastoral. Él se había impuesto la inmensa tarea e recorrer pueblo por pueblo su extenso arzobispado que comprendía los actuales departamentos de Lima, Áncash, Huánuco, San Martín, Pasco y Junín.
De su primera visita, realizada en 1585, no se han hallado los apuntes. Solo se conservan los de su segunda visita. Se sabe que en 1585 convocó a un Sínodo en Yungay. El futuro santo, que asumió la necesidad de hablar quechua con perfección, en cada lugar en donde llevaba se preocupaba de bautizar a los recién nacidos, confesar a los naturales y anotar en un registro su número y sexo, así como el de sus ganados.
Gracias a él se conoce que Huarás por ejemplo, tenía en 1593 unos 676 indios tributarios y 180 reservados, con un total de 3390 almas. La iglesia poseía 65 cabezas de ganado lanar; la Cofradía de Nuestra Señora de Copacabana tenía entre sus bienes 289 cabezas de ganado lanar. El español García Barba poseía un obraje con cinco telares y 50 tornos donde fabricaba cordellates y sayales; a una legua del pueblo tenía dos haciendas con 20 mil cabezas de ganado lanar.
De esta visita se guarda la tradición de que cerca a Olleros, dos ayllus se encontraban en perpetúa disputa por la posesión de ciertas tierras. La zona era calamitosa, pues no solo sus habitantes peleaban entre ellos, sino las aguas del único manantial del que se servían estaban envenenadas. El santo reconcilió a los curacas de ambos pueblos y al bendecir las a aguas, estas dejaron de ser ponzoñosas. Este milagro se recuerda aún hoy en día, pues antes de llegara al desvío a Olleros, en la pista que va a Lima, se llega al puente llamado Arzobispo y los lugareños consideran milagrosa el agua de ese manantial, buena para curar todo tipo de males.
Santo Toribio era harina de otro costal, sabía tratar a los naturales con sumo cariño y les hacía entender en su idioma las verdades de la fe. Pero esto no supo aplicar uno de sus sucesores, el Arzobispo Gonzalo Ocampo, de quien se cuenta que, pretendiendo emular a su antecesor, inició la visita a su arquidiócesis partiendo de Huánuco para luego entrar por LLamellín a nuestras tierras. Cuando llegó a Recuay, al enterarse de que el curaca del lugar vivía en amancebamiento, con gran enojo le increpó su mala vida, obligándole a separarse de su querida.
- ¿Sabéis que la Santa Madre Iglesia abomina de tan nefasto pecado?
- Pero siempre he tenido mas de una mujer tayta…
- ¡Callad bellaco!
El curaca simuló obedecer a Monseñor Ocampo y en señal de contrición, le ofreció un banquete en su estancia, dizque en agradecimiento por haberlo librado de una vida de pecado. El bueno del arzobispo cayó en la celada. El vengativo curaca ordenó poner veneno a os alumnos que debía servirse Monseñor Ocampo, cuando se dirigía a Recuay, la ponzoña surtió su efecto, y su ilustrísima perdió la vida.
Enterado Toribio de Mogrovejo del mal proceder del encomendero del lugar don Lorenzo de Benalcázar, ordenó liberar a los niños y niñas que trabajaban en su obraje en condiciones infrahumanas; esto en nada cayó bien al español, quien azuzó a algunos indígenas para que apedrearan al santo. Al salir del poblado, uno de sus acompañantes exclamó una frase que ha quedado para la posteridad y forma parte del folclore macatino:
Adiós Macate,
eterno seas,
pueblo de bendición
y gente de maldición
Obviando este detalle, el pueblo de Macate, llegó a querer en extremo al santo arzobispo que lo invistió como su santo patrón. La fiesta la celebran los macatinos con mucho boato el 27 de abril.
Una anécdota de esa época, cuanta que el santo habí salido de San Luis dirigiéndose a Piscobamba, a presidir el sínodo que había convocado; y llegó a un desolado paraje donde se topó con varios pumas, el más grande de ellos atacó al santo hiriendo de muerte a su mula. Toribio de Mogrovejo, no se inmutó ante la presencia de tan fieros animales, por el contrario, se dirigió a la aldea cercana y les dijo a los pobladores:
A fines del sigo XVI, el arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, llega a nuestras tierras en su segunda visita pastoral. Él se había impuesto la inmensa tarea e recorrer pueblo por pueblo su extenso arzobispado que comprendía los actuales departamentos de Lima, Áncash, Huánuco, San Martín, Pasco y Junín.
De su primera visita, realizada en 1585, no se han hallado los apuntes. Solo se conservan los de su segunda visita. Se sabe que en 1585 convocó a un Sínodo en Yungay. El futuro santo, que asumió la necesidad de hablar quechua con perfección, en cada lugar en donde llevaba se preocupaba de bautizar a los recién nacidos, confesar a los naturales y anotar en un registro su número y sexo, así como el de sus ganados.
Gracias a él se conoce que Huarás por ejemplo, tenía en 1593 unos 676 indios tributarios y 180 reservados, con un total de 3390 almas. La iglesia poseía 65 cabezas de ganado lanar; la Cofradía de Nuestra Señora de Copacabana tenía entre sus bienes 289 cabezas de ganado lanar. El español García Barba poseía un obraje con cinco telares y 50 tornos donde fabricaba cordellates y sayales; a una legua del pueblo tenía dos haciendas con 20 mil cabezas de ganado lanar.
De esta visita se guarda la tradición de que cerca a Olleros, dos ayllus se encontraban en perpetúa disputa por la posesión de ciertas tierras. La zona era calamitosa, pues no solo sus habitantes peleaban entre ellos, sino las aguas del único manantial del que se servían estaban envenenadas. El santo reconcilió a los curacas de ambos pueblos y al bendecir las a aguas, estas dejaron de ser ponzoñosas. Este milagro se recuerda aún hoy en día, pues antes de llegara al desvío a Olleros, en la pista que va a Lima, se llega al puente llamado Arzobispo y los lugareños consideran milagrosa el agua de ese manantial, buena para curar todo tipo de males.
Santo Toribio era harina de otro costal, sabía tratar a los naturales con sumo cariño y les hacía entender en su idioma las verdades de la fe. Pero esto no supo aplicar uno de sus sucesores, el Arzobispo Gonzalo Ocampo, de quien se cuenta que, pretendiendo emular a su antecesor, inició la visita a su arquidiócesis partiendo de Huánuco para luego entrar por LLamellín a nuestras tierras. Cuando llegó a Recuay, al enterarse de que el curaca del lugar vivía en amancebamiento, con gran enojo le increpó su mala vida, obligándole a separarse de su querida.
- ¿Sabéis que la Santa Madre Iglesia abomina de tan nefasto pecado?
- Pero siempre he tenido mas de una mujer tayta…
- ¡Callad bellaco!
El curaca simuló obedecer a Monseñor Ocampo y en señal de contrición, le ofreció un banquete en su estancia, dizque en agradecimiento por haberlo librado de una vida de pecado. El bueno del arzobispo cayó en la celada. El vengativo curaca ordenó poner veneno a os alumnos que debía servirse Monseñor Ocampo, cuando se dirigía a Recuay, la ponzoña surtió su efecto, y su ilustrísima perdió la vida.
- ¿Llegó cadáver a Recuay?
- Y allí fue enterrado en el templo como era costumbre en aquellos tiempos.
Enterado Toribio de Mogrovejo del mal proceder del encomendero del lugar don Lorenzo de Benalcázar, ordenó liberar a los niños y niñas que trabajaban en su obraje en condiciones infrahumanas; esto en nada cayó bien al español, quien azuzó a algunos indígenas para que apedrearan al santo. Al salir del poblado, uno de sus acompañantes exclamó una frase que ha quedado para la posteridad y forma parte del folclore macatino:
Adiós Macate,
eterno seas,
pueblo de bendición
y gente de maldición
Obviando este detalle, el pueblo de Macate, llegó a querer en extremo al santo arzobispo que lo invistió como su santo patrón. La fiesta la celebran los macatinos con mucho boato el 27 de abril.
- Una pregunta indiscreta ¿Qué era un obraje?
- Los obrajes eran especie de corralones donde se recluía a los pobre indígenas y se les hacía trabajar de sol a sol elaborando bayetas o tela cruda.
Una anécdota de esa época, cuanta que el santo habí salido de San Luis dirigiéndose a Piscobamba, a presidir el sínodo que había convocado; y llegó a un desolado paraje donde se topó con varios pumas, el más grande de ellos atacó al santo hiriendo de muerte a su mula. Toribio de Mogrovejo, no se inmutó ante la presencia de tan fieros animales, por el contrario, se dirigió a la aldea cercana y les dijo a los pobladores:
- Me he quedado sin cabalgadura, debéis ir a la pampa donde están los pumas y me traéis al más grande de ellos.
- Pero su ilustrísima, nos lo dice como si se tratara de mansos animales.
- Llevaos mi bendición y veréis que nada os ha de pasar. ¡Ah! Y fijaos que el más grande está durmiendo al pie de un quinual, a ese lo quiero.
- Idos nomás, no os va a hacer daño, ya ha comido.