josé antonio salazar mejía
EL MILAGRO DE LA VIRGEN DE HUATA
Narración del padre Antonio Carrasco Ferrer, párroco de Huata, relatado a raíz de una visita al Santuario de la Virgen de la Asunción de Huata.
Cada 15 de agosto, el pequeño poblado de Huata, en el distrito del mismo nombre, provincia de Huaylas, se inunda de visitantes venidos de todo Ancash, de Lima y del extranjero; la gente llega en peregrinación ya la noche anterior y de preferencia camina desde el cruce de la carretera que va de Carás a Huallanca. Los convoca la imagen de la Virgen de la Asunción, patrona espiritual de los ancashinos. Su procesión es fastuosa y no hay quien retorne aliviado a su terruño y a sus quehaceres, luego de peregrinar en honor a la Santa Madre de Dios.
Pero si el 15 de agosto es la gran fiesta, un mes después retornan los fieles para celebrar el día del milagro. El 11 de setiembre nuevamente Huata bulle y es un loquerío, las vivanderas hacen su agosto, las vendedoras de velas y escapularios igual. Las estrechas calles del poblado no permiten la libre circulación de tanto vehículo que llega con cientos y cientos de fervorosos fieles.
En el lejano año de 1870, en el pueblo de Macate vivía el norteamericano Montgomery Backus, quien se dedicaba a la extracción minera y empleaba mucha mano de obra para tal fin. Macate era distrito principal del norte de la Cordillera Negra, pues era considerado último pueblo del Callejón de Huaylas. La gente gustaba de repetir el antiguo verso:
Cada 15 de agosto, el pequeño poblado de Huata, en el distrito del mismo nombre, provincia de Huaylas, se inunda de visitantes venidos de todo Ancash, de Lima y del extranjero; la gente llega en peregrinación ya la noche anterior y de preferencia camina desde el cruce de la carretera que va de Carás a Huallanca. Los convoca la imagen de la Virgen de la Asunción, patrona espiritual de los ancashinos. Su procesión es fastuosa y no hay quien retorne aliviado a su terruño y a sus quehaceres, luego de peregrinar en honor a la Santa Madre de Dios.
Pero si el 15 de agosto es la gran fiesta, un mes después retornan los fieles para celebrar el día del milagro. El 11 de setiembre nuevamente Huata bulle y es un loquerío, las vivanderas hacen su agosto, las vendedoras de velas y escapularios igual. Las estrechas calles del poblado no permiten la libre circulación de tanto vehículo que llega con cientos y cientos de fervorosos fieles.
En el lejano año de 1870, en el pueblo de Macate vivía el norteamericano Montgomery Backus, quien se dedicaba a la extracción minera y empleaba mucha mano de obra para tal fin. Macate era distrito principal del norte de la Cordillera Negra, pues era considerado último pueblo del Callejón de Huaylas. La gente gustaba de repetir el antiguo verso:
Backus explotaba a los indios de Macate, más ellos tenían al cura don Julián Durán de la Torre como su magnánimo defensor, quien se había constituido en un pastor que buscaba un justo trato para sus feligreses.
Los enfrentamientos entre ambos personajes llevarían en marzo de 1885 a un terrible motín en el que tuvo que intervenir el mismísimo ejército y que culminó con la muerte del Teniente Fabián Guerra y sus cinco soldados a manos de la indiada, como consta en el Archivo Histórico Militar. Si la tropa no tomó venganza de inmediato fue porque tenía una obligación mayor develando el levantamiento de Atusparia en Huarás.
Pero no nos adelantemos, volvamos al 11 de setiembre de 1870, día en que uno de los trabajadores de Backus a la hora del ángelus tocó insistentemente la puerta de la casa parroquial.
El sol se encontraba en el zenit cuando la pareja ya llegaba al caserío de Ranca. La madre que secaba el sudor de la frente de su hijo, se dió cuenta que el pequeño ya no respiraba.
Llegando a Huata se dirigieron al templo y allí la mujer dio rienda suelta a todo su dolor de madre.
Habría demorado en su búsqueda, que la mujer, cansada de llorar en el templo, repara sobre la ausencia del esposo y conociéndolo como un bebedor empedernido, se imagina que ya estaría ahogando la pena en alguna chichería. Dejando el cadáver del hijo en el templo sale a buscarlo perdiéndose por las calles de Huata.
Al cabo de un rato lo encuentra finiquitando el negocio de la caja para depositar el cadáver del pequeño. Luego, ambos muy acongojados se dirigen al templo portando la caja y seguidos de algunas buenas mujeres que al enterarse de su desgracia decidieron acompañarles a rezar por el pequeñuelo.
Una multitud de carasinos subió a Huata acompañando la comitiva. Allí, en el templo, la feliz familia los esperaba en medio de una población enfervorizada. Cual Jesús, María y José en Belén, padre, madre e hijo eran objeto de admiración por todos los presentes. La madre no se cansaba de repetir los hechos.
Haciendo un poco de historia señalaremos que a Huata se le conocía como Guacta desde 1572, año en que el Virrey Francisco de Toledo dispusiera la creación de las Reducciones de Indios. Huata se halla entre las quebradas de Auquis y Shaqui. Santo Toribio de Mogrovejo llegó a Huata en sus dos visitas. En la primera, realizada en 1585 confirmó en la fe a 382 personas, y en la segunda visita del año 1593, confirmó a 104 y encontró 368 indios tributarios.
A mediados del siglo XVIII ya se conocía la imagen de Nuestra Señora del Rosario de la Asunción, cuando fray Francisco Alzamora juez visitador de su ilustrísima el Arzobispo De Lima Diego del Corro, en noviembre de 1759 encontró que veneraban en el lugar a la Virgen de La Asunción. Esta efigie, según creencia lugareña fue llevada por los españoles en el siglo XVI desde Quito, según ha indagado don Augusto Alba Herrera.
Cuenta la tradición que la imagen iba con dirección a Carás pasando por la ruta de Santa, Nepeña, Moro, Jimbe, Pamparomás y llegó al cerro Chonta desde donde se divisa la hermosa campiña de Yanahuara en Huata. Cuando la imagen llegó a este lugar fue imposible moverla. La noche les cayó encima en ese afán y tuvieron que pernoctar allí. Al despertar contaron a los lugareños su sueño, que la Virgen les pedía quedarse en el lugar.
Los huatinos, con el cacique Juan Aquiyán a la cabeza iniciaron la construcción de su templo, según lo indicó la Virgen: de una cuadra de largo con cinco altares, uno dorado con pan de oro para ella y dos campanas en la torre.
Los terremotos de 1725 y 1746 afectaron seriamente al templo. Semidestruido lo encontró el Juez Visitador Eclesiástico en 1756. La Virgen, muy humilde, castigó la soberbia de los huatinos que quisieron tener una campana que se escuche en Carás y en Moro, haciendo que caiga su torre. La campana rodó hasta Matipuqio donde misteriosamente desapareció, apareciendo en su lugar un puquial. El templo desapareció en el terremoto del 70 salvándose milagrosamente la imagen.
Huata, es zona muy pedregosa, desde Rachinac hasta Tranca. Lo que ha originado un dicho popular:
Hay plata,
como arroz en Santa
y piedras en Huata.
El 26 de febrero de 1972 se organizó el Comité Pro-Templo con el propósito de construir la nueva iglesia. La nueva iglesia, construida con material noble, está orientada de norte a sur y solo tiene un campanario con tres campanas, la más grande es la más antigua, construida en el año 1822.
El 15 de agosto del año 1989, la imagen fue coronada como Madre de los Cristianos por el Monseñor José Román Gurruchaga Ezama, Obispo de Huarás cumpliendo con lo dictaminado por el Papa
José Antonio Zalazar Mejía
[email protected]
Los enfrentamientos entre ambos personajes llevarían en marzo de 1885 a un terrible motín en el que tuvo que intervenir el mismísimo ejército y que culminó con la muerte del Teniente Fabián Guerra y sus cinco soldados a manos de la indiada, como consta en el Archivo Histórico Militar. Si la tropa no tomó venganza de inmediato fue porque tenía una obligación mayor develando el levantamiento de Atusparia en Huarás.
Pero no nos adelantemos, volvamos al 11 de setiembre de 1870, día en que uno de los trabajadores de Backus a la hora del ángelus tocó insistentemente la puerta de la casa parroquial.
- ¿Qué pasa?, ¿qué sucede hijo? –Preguntó preocupado el padre Durán.
- Taytacitu, ayúdeme… ¡mi hijito está muy mal! – Respondió un campesino que cargaba en brazos a un escuálido niño, al que se notaba muy enfermo.
- ¿Ya les ha hecho ver con la curandera?
- Si padrecito… pero igual nomás está…
- Entonces tienes que llevarlo a Carás. No hay otra salida. Ven, te daré unas monedas para el camino. –Y don Julián Durán le puso en sus manos unas cuantas pesetas.
- ¡Gracias, taytacitu…! –El buen hombre intentó besarle la mano.
- Nada de eso hijo, ve con Dios, y no olvides de entrar en Huata a saludar a la Virgen de la Asunción. Pídele por su salud, verás cómo te ayuda.
El sol se encontraba en el zenit cuando la pareja ya llegaba al caserío de Ranca. La madre que secaba el sudor de la frente de su hijo, se dió cuenta que el pequeño ya no respiraba.
- ¡Jesús, María…! Mi niño ha perdido el resuello… -musitó con el alma pendiendo de un hilo.
- ¡No, qué va ser! –Exclamó el padre al tiempo que comprobaba la situación en que se hallaba la criatura. -¡Pero si ya está muerto…!¡Cómo nos abandonas hijo querido! ¡Cómo nos dejas en esta soledad!
- ¡Hijo de mi vida…! ¿Qué haremos contigo ahora…? Volvamos a Macate, allá lo enterraremos… -gimió la mujer.
- No hija, mejor lleguemos a Huata, allá compraremos una caja para llevarlo de vuelta. –Fue la decisión que tomó el varón.
Llegando a Huata se dirigieron al templo y allí la mujer dio rienda suelta a todo su dolor de madre.
- ¡Cocha coyllur, santa mama…! ¡¿Cómo has permitido, cómo has permitido?! Mi sangre, mi vida, mi todo era este niño… mi único hijo, el sol de mis mañanas, la luna de mis noches.
Habría demorado en su búsqueda, que la mujer, cansada de llorar en el templo, repara sobre la ausencia del esposo y conociéndolo como un bebedor empedernido, se imagina que ya estaría ahogando la pena en alguna chichería. Dejando el cadáver del hijo en el templo sale a buscarlo perdiéndose por las calles de Huata.
Al cabo de un rato lo encuentra finiquitando el negocio de la caja para depositar el cadáver del pequeño. Luego, ambos muy acongojados se dirigen al templo portando la caja y seguidos de algunas buenas mujeres que al enterarse de su desgracia decidieron acompañarles a rezar por el pequeñuelo.
- ¡Jesús, María y José! ¡Pero qué es lo que ven mis ojos! –el buen hombre soltó la caja que cayó con gran estrépito al piso del templo.
- ¡Vivo…! ¡Mi hijo está vivo…! –Y soltando un chillido la mujer perdió el conocimiento.
- ¡Milagro, milagro! –Gritaron las mujeres convertidas en testigos clave de tal portento.
Una multitud de carasinos subió a Huata acompañando la comitiva. Allí, en el templo, la feliz familia los esperaba en medio de una población enfervorizada. Cual Jesús, María y José en Belén, padre, madre e hijo eran objeto de admiración por todos los presentes. La madre no se cansaba de repetir los hechos.
- Frío ya estaba mi niño cuando entramos a Huata. Como una hora le habré llorado a la Virgen y bien muerto estaba el pobrecito. –Explicaba acariciando a su criatura.
- ¡Milagro, milagro! –Repetían los fieles.-¡Bendito sea Dios! ¡Bendita sea su Santísima Madre!
- ¡Dios es misericordioso! Valiéndose de su Santísima Madre ha bendecido a Huata con este amoroso regalo. La Virgen del Rosario de la Asunción, se ha manifestado ante este pueblo pecador. Este milagro es un llamado a enderezar nuestras vidas, a ablandar nuestros corazones y a pensar en nuestra salvación. ¡Cómo conmueven a la Virgen María los pedidos que se hacen de corazón! Esta madre, le pidió desde lo más hondo de su alma le devuelva a su hijo, y la Virgen se compadeció de su dolor. ¡Cuánta fe en esta mujer! Y así como nos entregó a su hijo en la Cruz, la Virgen María ahora le entrega su hijo a esta buena mujer, en premio a su gran fe. Pues bien, la Virgen nos manda un mensaje, todos los años celebraremos el 11 de setiembre una Misa y sacaremos su imagen en procesión para guardar memoria de este portentoso milagro. ¡Gloria a Santa María del Rosario de la Asunción de Huata!
Haciendo un poco de historia señalaremos que a Huata se le conocía como Guacta desde 1572, año en que el Virrey Francisco de Toledo dispusiera la creación de las Reducciones de Indios. Huata se halla entre las quebradas de Auquis y Shaqui. Santo Toribio de Mogrovejo llegó a Huata en sus dos visitas. En la primera, realizada en 1585 confirmó en la fe a 382 personas, y en la segunda visita del año 1593, confirmó a 104 y encontró 368 indios tributarios.
A mediados del siglo XVIII ya se conocía la imagen de Nuestra Señora del Rosario de la Asunción, cuando fray Francisco Alzamora juez visitador de su ilustrísima el Arzobispo De Lima Diego del Corro, en noviembre de 1759 encontró que veneraban en el lugar a la Virgen de La Asunción. Esta efigie, según creencia lugareña fue llevada por los españoles en el siglo XVI desde Quito, según ha indagado don Augusto Alba Herrera.
Cuenta la tradición que la imagen iba con dirección a Carás pasando por la ruta de Santa, Nepeña, Moro, Jimbe, Pamparomás y llegó al cerro Chonta desde donde se divisa la hermosa campiña de Yanahuara en Huata. Cuando la imagen llegó a este lugar fue imposible moverla. La noche les cayó encima en ese afán y tuvieron que pernoctar allí. Al despertar contaron a los lugareños su sueño, que la Virgen les pedía quedarse en el lugar.
Los huatinos, con el cacique Juan Aquiyán a la cabeza iniciaron la construcción de su templo, según lo indicó la Virgen: de una cuadra de largo con cinco altares, uno dorado con pan de oro para ella y dos campanas en la torre.
Los terremotos de 1725 y 1746 afectaron seriamente al templo. Semidestruido lo encontró el Juez Visitador Eclesiástico en 1756. La Virgen, muy humilde, castigó la soberbia de los huatinos que quisieron tener una campana que se escuche en Carás y en Moro, haciendo que caiga su torre. La campana rodó hasta Matipuqio donde misteriosamente desapareció, apareciendo en su lugar un puquial. El templo desapareció en el terremoto del 70 salvándose milagrosamente la imagen.
Huata, es zona muy pedregosa, desde Rachinac hasta Tranca. Lo que ha originado un dicho popular:
Hay plata,
como arroz en Santa
y piedras en Huata.
El 26 de febrero de 1972 se organizó el Comité Pro-Templo con el propósito de construir la nueva iglesia. La nueva iglesia, construida con material noble, está orientada de norte a sur y solo tiene un campanario con tres campanas, la más grande es la más antigua, construida en el año 1822.
El 15 de agosto del año 1989, la imagen fue coronada como Madre de los Cristianos por el Monseñor José Román Gurruchaga Ezama, Obispo de Huarás cumpliendo con lo dictaminado por el Papa
José Antonio Zalazar Mejía
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