rimay cóndor
CINCUENTA AÑOS DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Hace cincuenta años, un 30 de mayo de 1967 exactamente, entró en prensa el manuscrito de “Cien años de Soledad”, obra cumbre de Gabriel García Márquez, considerado uno de los escritores más importantes, sino el mejor, de la lengua cervantina de los últimos cien años. La idea definitiva de escribirlo, según lo manifiesta el mismo en su libro El olor de la guayaba, le vino durante un viaje que realizaba con su familia al balneario mejicano de Acapulco, “tuve la revelación -dice el autor- de contar la historia como mi abuela me contaba las suyas”. Poco más de año y medio le tomó escribir el libro, tiempo durante el cual su cuarto de trabajo fue el mundo en que se sumergió García Márquez para que de su pluma surja la historia de Macondo y la familia Buendía. Una narración en la cual se reflejan todas las vicisitudes de la historia de su amada Colombia y que muy bien puede ser la de cualquiera de nuestros países latinoamericanos. Cien años de soledad es el libro que, con el correr de los años, llevaría a su autor a ser honrado con el Premio Nóbel de Literatura en 1982, en cuya ceremonia de premiación pronunció su célebre discurso titulado La soledad de América Latina, en el que dejó muy en claro su profunda preocupación por la soledad y abandono de Latinoamérica y su deseo que, las potencias extranjeras, le concedan a ésta la misma creatividad en la política y en la economía que tanto le alababan en la literatura. Se puede ver claramente en este discurso la innegable influencia que Latinoamérica ha tenido, y sigue teniendo en la obra del gran autor colombiano.
Leer Cien años de soledad es introducirse en un mundo de fantasía que fácilmente nos puede trasladar de los comienzos de la inmigración europea -recordemos la fantasmagórica escena de las naves perdidas en lo inmenso de la Ciénaga caribeña- a nuestro continente hasta cerca de mediados del siglo pasado, además de mostrarnos una riquísima y extraordinaria variedad de personajes. Políticamente la novela tiene la capacidad de complacer al lector de cualquier segmento ideológico. El socialista encontrará luchas sociales y la fuerza brutal del imperialismo, mientras que los del segmento opuesto podrán alegrarse de como el escritor describe la corrupción y luchas internas de los revolucionarios, además de que resalta el rol tradicional de la familia. Por otro lado, aquellos amantes de los placeres mundanos, podrán deleitarse con las aventuras amatorias de uno de los Aurelianos. Los creyentes encontrarán que aún existen milagros al ver como Remedios, la bella, se eleva al cielo, o como el padre Nicanor, en ocasiones especiales realiza el milagro de la levitación. En fin, Cien años de soledad no desilusiona al lector que, desde hacen cuarenta años, lo viene tratando como un ser muy apreciado de la familia. No por gusto los humildes quince mil libros de la primera edición, hecha en Buenos Aires, se han transformado, a la fecha, en millones y millones de copias, y en poco más de treinta y cinco traducciones que, han hecho de este libro uno de los favoritos de los amantes de la buena literatura, no solo de las letras en el idioma de Cervantes sino a nivel mundial.
Es indiscutible que en la obra todo autor, existen influencias que ayudan a un mejor desarrollo de su narración. En el caso de Gabo, la influencia de William Faulkner es clara. Desde sus años de periodista, mucho antes de convertirse en el escritor laureado que es ahora, García Márquez jamás ocultó su entusiasmo por la obra de Faulkner, al punto de haberlo calificado, en uno de su artículos periodísticos de principios de los cincuenta, como “lo más extraordinario que tiene la novela del mundo moderno”. En realidad, Faulkner ha gozado de extraordinaria popularidad entre los escritores latinoamericanos contemporáneos a García Márquez. En el año de 1968, en una conferencia dictada conjuntamente el escritor español, de origen peruano, Mario Vargas Llosa, ambos coincidieron en que el método faulkeriano era muy eficaz y adecuado para contar la realidad latinoamericana de forma convincente, algo que hasta entonces ellos no lo habían logrado debido a que utilizaban formas y métodos literarios españoles y europeos.
Los críticos y estudiosos de García Márquez apuntan que la influencia de Foulkner en su obra se puede ver claramente en la presentación del tiempo; éste retrocede y adelanta por décadas, en combinación con los cambios de personajes a personaje, quienes cuentan sus partes en la historia como ellos la entienden. Además presenta a Macondo (pueblo donde se desarrolla Cien años de soledad), como un lugar donde el progreso no existe, el tiempo se detiene y, el pasado y presente se confunden en lugar de sucederse, algo similar a como Foulkner presenta el sur de los Estados Unidos. Por otro lado se nota también la similitud del papel de mujer en la obra de ambos autores. Esta es el núcleo de las familias en proceso de decline. Es curioso, pero la comparación de la vida y trabajo de ambos escritores es variada y coincidente. Los dos nacieron y fueron criados en pequeñas y empobrecidas comunidades rurales, arrasadas por la guerra, añorando por una pasada prosperidad. Incluso en las novelas de ambos se encuentra que éstas se basan en la historia de una familia, en donde surgen problemas de honor, incesto, inocencia, violencia y tensiones raciales. Sin embargo, ha sido el mismo García Márquez el encargado de despejar cualquier duda sobre su admiración hacía Foulkner cuando, en ocasión de recibir el Premio Nóbel de literatura en 1982, dijo “Un día como el de hoy, mi maestro William Foulkner dijo en este mismo lugar, me niego a admitir el fin del hombre”.
García Márquez fue un hombre de izquierda quien, por algunos años tuvo prohibido el ingreso a los Estados Unidos, gracias a su amistad con Fidel Castro y con algunas figuras, no necesariamente literarias, de la izquierda latinoamericana. Sin embargo, no dejó de reconocer las virtudes literarias de la Biblia, la cual leyó en sus años mozos y le impresionó por las buenas historias que contiene. Desde sus primeros trabajos periodísticos se puede notar el amplio conocimiento que tuvo de este monumental libro. Es interesante encontrar en las páginas de Cien años de soledad referencias que, fácilmente se pueden asociar con la Biblia. El proceso de nacimiento de Macondo y su posterior destrucción nos recuerdan el Génesis y el Apocalipsis. De la misma forma, numerosos hechos dentro de la novela como, la elevación de Remedios, la travesía de las familias fundadoras de Macondo a través de la Ciénaga, las lluvias que afectan al pueblo por cinco años, sin mencionar el pecado original reflejado en el incesto que llevará a la destrucción de Macondo, son referencias bíblicas al cual llama “Un libro extraordinario * donde pasan cosas fantásticas”.
Para terminar, es necesario recalcar que Cien años de soledad es un libro que bien merece unas cuantas horas de dedicación para dejarnos llevar de la mano, por García Márquez, para recorrer los intrincados caminos de la realidad latinoamericana.
* Esta palabra, en realidad, no es la usada por Gabo. Él usa una interjección muy colombiana que se puede encontrar leyendo El olor de la guayaba.
Rimay Cóndor
Leer Cien años de soledad es introducirse en un mundo de fantasía que fácilmente nos puede trasladar de los comienzos de la inmigración europea -recordemos la fantasmagórica escena de las naves perdidas en lo inmenso de la Ciénaga caribeña- a nuestro continente hasta cerca de mediados del siglo pasado, además de mostrarnos una riquísima y extraordinaria variedad de personajes. Políticamente la novela tiene la capacidad de complacer al lector de cualquier segmento ideológico. El socialista encontrará luchas sociales y la fuerza brutal del imperialismo, mientras que los del segmento opuesto podrán alegrarse de como el escritor describe la corrupción y luchas internas de los revolucionarios, además de que resalta el rol tradicional de la familia. Por otro lado, aquellos amantes de los placeres mundanos, podrán deleitarse con las aventuras amatorias de uno de los Aurelianos. Los creyentes encontrarán que aún existen milagros al ver como Remedios, la bella, se eleva al cielo, o como el padre Nicanor, en ocasiones especiales realiza el milagro de la levitación. En fin, Cien años de soledad no desilusiona al lector que, desde hacen cuarenta años, lo viene tratando como un ser muy apreciado de la familia. No por gusto los humildes quince mil libros de la primera edición, hecha en Buenos Aires, se han transformado, a la fecha, en millones y millones de copias, y en poco más de treinta y cinco traducciones que, han hecho de este libro uno de los favoritos de los amantes de la buena literatura, no solo de las letras en el idioma de Cervantes sino a nivel mundial.
Es indiscutible que en la obra todo autor, existen influencias que ayudan a un mejor desarrollo de su narración. En el caso de Gabo, la influencia de William Faulkner es clara. Desde sus años de periodista, mucho antes de convertirse en el escritor laureado que es ahora, García Márquez jamás ocultó su entusiasmo por la obra de Faulkner, al punto de haberlo calificado, en uno de su artículos periodísticos de principios de los cincuenta, como “lo más extraordinario que tiene la novela del mundo moderno”. En realidad, Faulkner ha gozado de extraordinaria popularidad entre los escritores latinoamericanos contemporáneos a García Márquez. En el año de 1968, en una conferencia dictada conjuntamente el escritor español, de origen peruano, Mario Vargas Llosa, ambos coincidieron en que el método faulkeriano era muy eficaz y adecuado para contar la realidad latinoamericana de forma convincente, algo que hasta entonces ellos no lo habían logrado debido a que utilizaban formas y métodos literarios españoles y europeos.
Los críticos y estudiosos de García Márquez apuntan que la influencia de Foulkner en su obra se puede ver claramente en la presentación del tiempo; éste retrocede y adelanta por décadas, en combinación con los cambios de personajes a personaje, quienes cuentan sus partes en la historia como ellos la entienden. Además presenta a Macondo (pueblo donde se desarrolla Cien años de soledad), como un lugar donde el progreso no existe, el tiempo se detiene y, el pasado y presente se confunden en lugar de sucederse, algo similar a como Foulkner presenta el sur de los Estados Unidos. Por otro lado se nota también la similitud del papel de mujer en la obra de ambos autores. Esta es el núcleo de las familias en proceso de decline. Es curioso, pero la comparación de la vida y trabajo de ambos escritores es variada y coincidente. Los dos nacieron y fueron criados en pequeñas y empobrecidas comunidades rurales, arrasadas por la guerra, añorando por una pasada prosperidad. Incluso en las novelas de ambos se encuentra que éstas se basan en la historia de una familia, en donde surgen problemas de honor, incesto, inocencia, violencia y tensiones raciales. Sin embargo, ha sido el mismo García Márquez el encargado de despejar cualquier duda sobre su admiración hacía Foulkner cuando, en ocasión de recibir el Premio Nóbel de literatura en 1982, dijo “Un día como el de hoy, mi maestro William Foulkner dijo en este mismo lugar, me niego a admitir el fin del hombre”.
García Márquez fue un hombre de izquierda quien, por algunos años tuvo prohibido el ingreso a los Estados Unidos, gracias a su amistad con Fidel Castro y con algunas figuras, no necesariamente literarias, de la izquierda latinoamericana. Sin embargo, no dejó de reconocer las virtudes literarias de la Biblia, la cual leyó en sus años mozos y le impresionó por las buenas historias que contiene. Desde sus primeros trabajos periodísticos se puede notar el amplio conocimiento que tuvo de este monumental libro. Es interesante encontrar en las páginas de Cien años de soledad referencias que, fácilmente se pueden asociar con la Biblia. El proceso de nacimiento de Macondo y su posterior destrucción nos recuerdan el Génesis y el Apocalipsis. De la misma forma, numerosos hechos dentro de la novela como, la elevación de Remedios, la travesía de las familias fundadoras de Macondo a través de la Ciénaga, las lluvias que afectan al pueblo por cinco años, sin mencionar el pecado original reflejado en el incesto que llevará a la destrucción de Macondo, son referencias bíblicas al cual llama “Un libro extraordinario * donde pasan cosas fantásticas”.
Para terminar, es necesario recalcar que Cien años de soledad es un libro que bien merece unas cuantas horas de dedicación para dejarnos llevar de la mano, por García Márquez, para recorrer los intrincados caminos de la realidad latinoamericana.
* Esta palabra, en realidad, no es la usada por Gabo. Él usa una interjección muy colombiana que se puede encontrar leyendo El olor de la guayaba.
Rimay Cóndor