maría del pilar cárdenas márquez
QUYLLUR
COCHA
COCHA
En tiempos muy remotos, cuando los incas tomaron posesión del templo costeño de “Pachacámac”, llevaron consigo a una hermosa niña de 12 años llamada “Quyllur Cocha” (estrella de mar).
Ella nunca llegó a conocer a su madre, porque murió al traerla al mundo en una mañana esplendorosa como tributo al sol naciente; la más hermosa de las collas había dejado de iluminar al Imperio del Tahuantinsuyo con su belleza y encanto.
Al enterarse Mama Huaco de lo acontecido en el Imperio, llegó al Palacio y tomando a la bella niña entre sus brazos, vio en sus ojos estrellas de mar y un claro y espumante océano en su alma, desde entonces “Quyllur Cocha” la llamó, y la dejó crecer y jugar entre los bellos recintos del Imperio junto a ella, pues veía en la pequeña que se trataba sin duda de un ser inmensamente bello con grandes aptitudes por descubrir, su inclinación hacia la admiración de la belleza del sol y los cantos que entonaba junto a los manantiales, le hacían suponer que ése no era su lugar, sólo recordaba la visión que tuvo al tenerla por primera vez entre sus brazos, y es así que la envía con un gran séquito del Inca Pachacútec hacia el recinto de las acllas, al Santuario de Pachacámac.
A la llegada de la pequeña Quyllur Cocha, una modesta Yanac aclla (sirvienta) la recibió con ternura; y un coro de Taqui acllas no cesaron de cantar durante el día acompañadas de píncullos.
La niña no sintió nostalgia de Mama Huaco, pues ella con voz firme le dijo antes de partir: “Quyllur Cocha, estrellas de mar iluminan tu mirada, y grandes océanos inundan la claridad de tu alma, tu madre yace junto al sol naciente y te abraza, y es en otro lugar donde tú tienes que estar”.
Pasó el tiempo y Quyllur Cocha se convirtió en una bella doncella consagrada al culto y a ser esposa del sol (Yurac Aclla); ella dedicaba gran tiempo de su vida dialogando con el sol, la luna y las estrellas frente al mar.
Una mañana, en uno de sus paseos por los alrededores del Templo, cerca de una cesta de peces, una misteriosa Yanac Aclla se le acercó y le dio a escoger entre dos cosas que sacó de su alforja: una estrella de mar y un jugoso fruto del valle de Pachacámac, - la doncella no entendió lo que ocurría - , y la misteriosa sirvienta le advirtió: - “la estrella de mar está impregnada en tu mirada, pero si escoges el fruto y lo comes podrás ver y conocer a tu madre” - .
Fue entonces, cuando el resplandeciente sol en señal de enojo osciló hasta agitar junto con el viento las aguas del mar, y con un destello potente cegó para siempre a la sirvienta mal intencionada, quien envidiosa por la belleza de Quyllur Cocha, quiso convertirla en estatua de arena si comía de aquél dulce y jugoso fruto encantado.
Quyllur Cocha, asombrada y asustada contó lo acontecido a las demás acllas, pero con una gran emoción reveló su secreto: “Desde que había llegado al Templo, descubrí el lugar donde se encuentra mi madre; ella yace junto al sol y me abraza en cada amanecer, fue por eso que Mama Huaco me envió hasta aquí, este es mi lugar, cerca al dios Sol, junto al mar y sus estrellas…, entre los brazos de mi madre y con ustedes….”
Y así vivió Quyllur Cocha muy feliz, compartiendo con buena intención y sabiduría dulces y jugosos frutos del valle de Pachacámac; entre cantos, quenas y píncullos alegres.
Mishki Yacu de Chiquián
mdelpilar_13@yahoo.es
Ella nunca llegó a conocer a su madre, porque murió al traerla al mundo en una mañana esplendorosa como tributo al sol naciente; la más hermosa de las collas había dejado de iluminar al Imperio del Tahuantinsuyo con su belleza y encanto.
Al enterarse Mama Huaco de lo acontecido en el Imperio, llegó al Palacio y tomando a la bella niña entre sus brazos, vio en sus ojos estrellas de mar y un claro y espumante océano en su alma, desde entonces “Quyllur Cocha” la llamó, y la dejó crecer y jugar entre los bellos recintos del Imperio junto a ella, pues veía en la pequeña que se trataba sin duda de un ser inmensamente bello con grandes aptitudes por descubrir, su inclinación hacia la admiración de la belleza del sol y los cantos que entonaba junto a los manantiales, le hacían suponer que ése no era su lugar, sólo recordaba la visión que tuvo al tenerla por primera vez entre sus brazos, y es así que la envía con un gran séquito del Inca Pachacútec hacia el recinto de las acllas, al Santuario de Pachacámac.
A la llegada de la pequeña Quyllur Cocha, una modesta Yanac aclla (sirvienta) la recibió con ternura; y un coro de Taqui acllas no cesaron de cantar durante el día acompañadas de píncullos.
La niña no sintió nostalgia de Mama Huaco, pues ella con voz firme le dijo antes de partir: “Quyllur Cocha, estrellas de mar iluminan tu mirada, y grandes océanos inundan la claridad de tu alma, tu madre yace junto al sol naciente y te abraza, y es en otro lugar donde tú tienes que estar”.
Pasó el tiempo y Quyllur Cocha se convirtió en una bella doncella consagrada al culto y a ser esposa del sol (Yurac Aclla); ella dedicaba gran tiempo de su vida dialogando con el sol, la luna y las estrellas frente al mar.
Una mañana, en uno de sus paseos por los alrededores del Templo, cerca de una cesta de peces, una misteriosa Yanac Aclla se le acercó y le dio a escoger entre dos cosas que sacó de su alforja: una estrella de mar y un jugoso fruto del valle de Pachacámac, - la doncella no entendió lo que ocurría - , y la misteriosa sirvienta le advirtió: - “la estrella de mar está impregnada en tu mirada, pero si escoges el fruto y lo comes podrás ver y conocer a tu madre” - .
Fue entonces, cuando el resplandeciente sol en señal de enojo osciló hasta agitar junto con el viento las aguas del mar, y con un destello potente cegó para siempre a la sirvienta mal intencionada, quien envidiosa por la belleza de Quyllur Cocha, quiso convertirla en estatua de arena si comía de aquél dulce y jugoso fruto encantado.
Quyllur Cocha, asombrada y asustada contó lo acontecido a las demás acllas, pero con una gran emoción reveló su secreto: “Desde que había llegado al Templo, descubrí el lugar donde se encuentra mi madre; ella yace junto al sol y me abraza en cada amanecer, fue por eso que Mama Huaco me envió hasta aquí, este es mi lugar, cerca al dios Sol, junto al mar y sus estrellas…, entre los brazos de mi madre y con ustedes….”
Y así vivió Quyllur Cocha muy feliz, compartiendo con buena intención y sabiduría dulces y jugosos frutos del valle de Pachacámac; entre cantos, quenas y píncullos alegres.
Mishki Yacu de Chiquián
mdelpilar_13@yahoo.es